“Debemos asegurarnos de que la Unión Europea consiga ocupar una posición de liderazgo en la transformación digital”, afirmó esta mañana Laurent Paillassot, CEO de Orange y Presidente de la Cámara Franco Española, en un almuerzo celebrado en la sede de esta institución. Según Paillassot, España y Francia, como dos de las economías europeas más potentes, deben liderar y fomentar dicha transformación.
“Éste es un reto colectivo –dijo Paillasot-, que requiere la intervención de gobiernos, reguladores y compañías, tanto del sector público como privado, para impulsar este liderazgo digital en el que Europa pueda marcar una diferencia real y dejar de ser, por fin, un simple seguidor”.
la cámara franco española y la segunda ola digital
En opinión de Paillassot, si Europa quiere subirse a la segunda ola digital –definida por tres disrupciones tecnológicas como son la ubicuidad de la red, la web de las cosas y la inteligencia artificial- “todas las industrias y todos los sectores necesitamos deshacernos de los silos regulatorios y de la fragmentación de la Unión Europea”. “En un nuevo mundo que es data-centric –explicó el directivo- es muy difícil gestionar y proveer servicios a miles de millones de objetos conectados y a cientos de millones de clientes en todo el territorio europeo con este nivel de fragmentación”.
Además, el Presidente de la Cámara Franco Española señaló que “Europa sigue invirtiendo la mitad de lo que lo hace EEUU a nivel per cápita, y esta situación tiene que cambiar ya que son las inversiones las que definen el futuro”.
Para contar con más historias de éxito europeas como Deezer, Criteo, Spotify, Skype o BlablaCar, el Paillassot cree que Europa debe apoyar y favorecer la competencia para dirigir la inversión donde ésta sea posible y movilizar inversiones públicas donde no haya posibilidad de “bussiness case”, así como aplicar una regulación mucho más igualitaria, simplificada y favorable a los inversores.
El Presidente de la Cámara Franco Española reclama, para ello, mayor armonización del sistema fiscal y también de las normas en términos de protección de consumidores de servicios digitales que abarquen a las OTTs y a las no OTTs. Por último, considera que se deben acelerar los plazos de decisión europeas.
una gran oportunidad económica
La transformación digital supone un gran oportunidad económica para Europa y, por tanto, también para España y Francia. Según un estudio reciente, el despliegue del 5G al nivel mundial representaría unos 200 mil millones de euros de inversión y una contribución al crecimiento del GDP de más de 3 trillones de euros.
Otro informe, ‘La reinvención digital: una oportunidad para España’, elaborado por McKinsey con la colaboración de la Fundación Cotec, apunta que la digitalización podría suponer para España un incremento del PIB de entre un 1,8% y un 2,3% hasta 2025, aparte de una gran oportunidad para mejorar la productividad.
A la luz de estos datos, la pregunta que se hace Laurent Paillassot es ¿cómo podrán aprovechar esta oportunidad las industrias y negocios franceses y españoles? La posición de ambos países es envidiable, aunque aún hay retos que afrontar.
En el caso de España, está a la vanguardia en términos de infraestructura en súper banda ancha. Cuenta con tres redes alternativas de fibra, que llegan todas ellas a 12 millones de hogares y, por si fuera poco, hay tres redes alternativas de 4G que dan servicio ya a más del 96% de la población española. Todo ello permite a los consumidores y empresas españolas acceder a las ofertas más competitivas con la mejor conectividad.
Sin embargo, tal como señala Laurent Paillassot, “si miramos hacia el futuro, este país todavía tiene por delante un número de retos estructurales que debemos superar con el fin de sostener un ciclo positivo de inversiones”.
En primer lugar, el ecosistema I+D en España está relativamente subdesarrollado con un gasto total de I+D en España del 1,2% del PIB, uno de los más bajos de las mayores economías de Europa (2,9% en Alemania o 2,2% en Francia), lo que no facilita la búsqueda de alianzas y soluciones innovadoras, al menos a nivel local; ni tampoco favorece la re-inversión de las ganancias en el país.
Otro aspecto a tener en cuenta es la alta (y creciente) presión fiscal que el sector tecnológico está sufriendo en España, sólo superado en Europa por las compañías francesas.