La primera persona que habló a Pablo García Borboroglu sobre los pingüinos fue su abuela. Sus historias le trasladaban a la Patagonia de los años 20, a unos parajes fríos repletos de aves en blanco y negro que no sabían volar y se emparejaban de por vida.
Cuando pudo verlos por primera vez, años después, decidió que dedicaría su carrera a conservarlos. Estudió ciencia, pero en lugar de como un científico que trabaja en conservación, se ve a sí mismo como un conservacionista que sabe de ciencia para ser mejor en su trabajo.
Pablo García Borboroglu es investigador del Consejo Nacional de Investigación de Argentina y profesor asociado en la Universidad de Washington (Estados Unidos). Suma más de tres décadas en el campo de la conservación marina y lidera proyectos como Global Penguin Society, de la que es presidente. En los últimos años, su trabajo para conservar los pingüinos le ha convertido en un referente a nivel mundial y ha llamado la atención de numerosas entidades, desde National Geographic hasta Disney.
– De 18 especies de pingüinos que viven en nuestro planeta, más de la mitad están en peligro de extinción. ¿Qué se está haciendo mal?
Los pingüinos tienen unas características que los hacen muy frágiles a los cambios en su hábitat. No vuelan, ponen solo uno o dos huevos cada vez e invierten mucho tiempo en cuidar a sus crías. El pingüino Rey, por ejemplo, tarda 15 meses en criar un pichón. Además, nidifican en colonias, por lo que, si se produce un derrame de petróleo o se da cualquier otra amenaza, los encuentra a todos juntos en un mismo lugar y al mismo tiempo.
Otro tema es que muchos de ellos han evolucionado en ambientes que no tenían predadores. Tras la colonización humana se han introducido muchas especies y los pingüinos no están preparados para defenderse. Y como son marinos y a la vez terrestres, acumulan amenazas en los dos ambientes: en los océanos, el cambio climático, la pesquería y la contaminación. En tierra, los disturbios humanos y la introducción de predadores.
– ¿Hasta qué punto son los pingüinos un indicativo de la salud de los mares?
Es posible notar muchos de los cambios que se dan en el océano a través de los pingüinos, y esto es algo que vemos cuando estamos en las colonias. Por ejemplo, si hay un derrame de petróleo aparecen en la costa, porque como son muy resistentes en lugar de hundirse consiguen llegar a nado. También pasa cuando hay cambios en la distribución de comida; tardan en volver y lo hacen más flacos.
A una escala más amplia, también se ve con las tendencias poblacionales y el estado de conservación. El dato de que más de la mitad de las especies de pingüinos está amenazada es una clara señal de la salud actual de los océanos.
– Uno de los problemas derivados del cambio climático es que los pingüinos deben alejarse mucho de sus nidos para conseguir alimento. Cuando regresan, las crías han muerto.
Así es. El cambio climático, en general, afecta de distintas maneras. En la Antártida se manifiesta con el calentamiento de las aguas y el derretimiento del hielo, que determina la calidad y la cantidad de hábitat que los pingüinos tienen para comer y construir sus nidos.
Fuera de la Antártida se asocia más con un cambio en la disponibilidad de alimento: los pingüinos dependen mucho de que el alimento esté cerca de la colonia, porque nadan, lo capturan y vuelven para dárselo a los pichones. Como no vuelan, no pueden cubrir grandes distancias rápidamente. Por eso el cambio en la distribución de alimento se presenta como uno de los principales problemas para la supervivencia de las colonias de pingüinos.
– Llevas 30 años investigándolos. ¿Cómo ha cambiado la situación?
Hay de todo, hay cosas que han mejorado y otras que no están tan bien. Se ha hecho mucho trabajo de conservación y se han creado varias áreas marinas protegidas. El océano no era un problema hace 30 años, no existía un mensaje claro de concienciación sobre el medioambiente. Todavía se creía que el océano solucionaba todo y que se podía tirar basura ilimitadamente al mar. Ahora se sabe que eso no es así, es más, nos está devolviendo todo lo que hemos tirado.
En relación a los pingüinos se ha hecho mucha más investigación, más ciencia y más acciones de conservación. Obviamente todavía falta, y han surgido otros problemas. Se dan nuevos conflictos porque hay mucha más gente, más demanda, más uso de los océanos y las costas. Entonces hay un choque entre lo que necesitan las personas y lo que necesita la fauna. De alguna manera, la situación ha evolucionado tanto en lo positivo como en lo negativo.
«La gente no lee en inglés, y mucho menos un ‘paper’. A mí me interesa que la ciencia sea más útil y hacerla amigable, por eso adopto un rol de intermediario»
– ¿Cómo es el trabajo de un conservacionista marino? Pasáis mucho tiempo sobre el terreno, pero también hay tareas de oficina y gestión.
Yo soy científico y en muchos países al científico se le pide solamente que publique, que haga investigación. A mí, personalmente, no me basta. La mayoría de las publicaciones en las que podemos publicar están en inglés. Esa ciencia casi nunca está disponible para las autoridades y los locales de países como Argentina: la gente no lee en inglés, y mucho menos un paper. A mí me interesa que la ciencia sea más útil y hacerla amigable, por eso adopto un rol de intermediario.
Aquí no hay tantas entidades que transmiten la ciencia a los gobiernos como sucede en algunos países desarrollados. Depende mucho de la voluntad del científico. Como me encontré muchas veces con este problema, terminé sintiéndome responsable de encontrar una solución, y en ese camino traté de crear espacios como Global Penguin Society para trasladar la información científica a las autoridades y la gente.
Se está haciendo muy buena ciencia, pero sí creo que faltan más personas que vayan más allá y la comuniquen. La realidad es que la conservación consiste en cambiar la conciencia de la gente. Si la ciencia no sirve para combatir los problemas de conservación, en mi rama, creo que es un fracaso.
– A través de Global Penguin Society habéis conseguido muchos logros. ¿Cuáles son los principales?
La GPS es un trabajo de conservación y educación. Llevamos diez años con el proyecto y su impacto ha crecido, también por un incremento de la demanda. Se nota mucho, por ejemplo, en educación. Nosotros hemos llevado a más de 6.000 chicos a conocer los pingüinos arcanos y ahora vemos el efecto. Muchos de estos niños ahora tienen ya 20 años, son adultos jóvenes que pueden tener su propia influencia.
También tenemos a nuestras espaldas más de un millón 600.000 pingüinos beneficiados y 32 millones de acres protegidos [unos 13 millones de hectáreas]. Cuando miramos atrás y analizamos estas cifras vemos que está bueno, porque se puede hacer una diferencia.
– ¿Cómo ves el papel de activistas como Greta Thunberg y tantos otros jóvenes, que están alzando la voz para pedir soluciones ante el cambio climático?
Me parece muy necesario, sobre todo por el cambio generacional. Yo tengo 50 años y veo que las nuevas generaciones son tan diferentes de la mía que se necesita otro estilo, otro lenguaje para llegar a ellos. Ahí es donde es tan importante el papel de estas nuevas voces. Greta Thunberg y otros activistas están sacudiendo el mundo de la comunicación, y eso siempre es bienvenido.
Lo que no me gusta es que se les ataque para descreditar su mensaje, algo que se ha tratado de hacer con Greta. Pero ella es joven y todavía hay cosas que va a poder mejorar en su camino. Yo celebro su iniciativa, porque ha puesto en la agenda pública temas que son muy importantes.
«Seguir un pingüino durante meses y a kilómetros de donde le pusiste el transmisor no se podía ni soñar hace años.»
– ¿Qué importancia tiene la tecnología para conseguir vuestros objetivos?
A medida que se desarrollan nuevas tecnologías vas descubriendo cosas que antes no se sabían o se intuían de otras maneras. Seguir un pingüino durante meses y a kilómetros de donde le pusiste el transmisor no se podía ni soñar hace años.
Durante una época utilizamos sobre todo comunicaciones satelitales, pero es muy caro y consume mucha batería. Ahora con el GPS todo ha ido mejorando. Tenemos además un sistema que identifica automáticamente al pingüino y lo pesa, antes y después de irse al mar. Si se da un cambio en el alimento te das cuenta en seguida porque vuelven más flacos y tardan más en regresar.
Se trata de data loggers que se conectan con un circuito que va por debajo de la tierra, por las zonas que usan los pingüinos para llegar al mar. Al caminar por encima, el sistema detecta qué pingüino es y lo pesa, gracias a que llevan un chip subcutáneo con un identificador. Nosotros solo tenemos que asegurarnos de que el sistema siga funcionando y la electricidad alimente el sistema. Está genial.
– Os da información para determinar vuestras acciones.
Estos sistemas permiten detectar los cambios en el manejo del área marina. Si hay un cambio en la pesquería, si se pesca más… O comprobar si crear un área protegida ha tenido efecto o no, por ejemplo. Permite conectar muchos pedazos de información.
Los pingüinos son especies paraguas, porque usan entornos muy grandes. Por ello, cuando proteges a los pingüinos en realidad estás protegiendo muchísimas especies. El pingüino es la cara visible; es carismático, genera atención, atrae el turismo. Entonces cuando uno negocia con los políticos, son importantes, porque generan ingresos en países en desarrollo como Argentina.
Así se cierra nuestro sistema al completo, el círculo virtuoso: empiezas con la ciencia para guiar acciones de concienciación, con la concienciación creas áreas marinas protegidas y defiendes las especies, esta mejora ayuda a que haya ecoturismo y al desarrollo de las economías regionales. Y cuando la gente percibe que hay un beneficio económico, se genera un nuevo interés por la concienciación. Y así se cierra todo el círculo.
Lo que es lindo es que haya gente trabajando en concienciación. Hay mucha gente a la que le interesan los pingüinos, pero lo ven como algo muy lejano. No viven en la costa, o en un país en donde los haya. Pero también pueden ayudar: el mundo está tan conectado que todas las acciones positivas y el tener una vida sostenible, da igual dónde se viva, acaban beneficiando a cualquier especie. También a los pingüinos.
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Imágenes | Pablo García Borboroglu