Es posible que, en un futuro cercano, cada vez que compremos un dispositivo electrónico debamos especificar si necesitamos – o no – su cargador. En otro futuro aún más optimista, contaremos con un cargador único capaz de adaptarse a todos los dispositivos.
Sin embargo, este futuro aún está por llegar. Por el momento, cada vez que abrimos la caja de un aparato nuevo nos espera, lo necesitemos o no, su cargador, algo que tiene un importante impacto a nivel medioambiental.
35.000 toneladas de E-waste
Cuando estrenamos un dispositivo electrónico, al momento de comprobar que todo funcione correctamente se suma la eterna pregunta: ¿qué hago con el cargador del anterior? Los más comprometidos terminarán llevándolo al punto limpio. Otros, menos organizados, lo guardarán en un cajón (seguramente junto a otros tantos acumulados a lo largo de los años). En el peor de los casos, estos alimentadores acabarán en la basura.
De una forma u otra, terminan convirtiéndose en basura electrónica, que se suma por toneladas cada año. Según el informe ‘One charger to fit them all’, elaborado por la ONG ECOS, tan solo los cargadores de teléfonos inteligentes generan entre 11.000 y 13.000 toneladas de residuos electrónicos cada año en la Unión Europea. Si a estos les añadimos los cargadores de todo lo demás (ordenadores portátiles, cepillos eléctricos, despertadores, altavoces y un largo etcétera), el número se triplica y asciende a 35.000 toneladas anuales.
En total, el ciclo de vida de estos productos genera emisiones de gases de efecto invernadero de más de 2.200 kilotoneladas de CO2 equivalente al año. Además, dado que el consumo continúa creciendo, se hace cada vez más uso de materiales. Según el informe de ECOS, en 2018 se utilizaron 11.000 toneladas de materias primas para fabricar cargadores, y se estima que para 2024 se pueden superar las 15.000.
Un cargador común podría evitar 29.000 toneladas de desechos electrónicos cada año. Es decir, el material suficiente para crear 70 estaciones espaciales internacionales. Además, permitiría reducir las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas en más de 1.800 kilotoneladas de CO2 equivalente, algo que tendría la misma consecuencia que retirar un millón de coches de las carreteras europeas.
De 30 a tres
La situación era aún más complicada en la década de los 2000. Para entonces, había 30 modelos de cargadores de teléfonos móviles diferentes en el mercado. Cada marca tenía el suyo, y en ocasiones hasta variaban en función de cada modelo. En 2009, la Comisión Europea promovió una normativa para estandarizarlos, que fue adoptada voluntariamente por los fabricantes.
Como resultado, se pasó de 30 tipos diferentes a los tres conectores que usamos hoy: USB mico-B, USB-C y Lightning. De acuerdo con el informe de ECOS, cerca del 75% del mercado utiliza conectores USB estandarizados en sus teléfonos inteligentes.
Sin embargo, esta medida resulta insuficiente. Por un lado, sigue sin solventar el problema medioambiental: se estima que cada año se envían 500 millones de cargadores para todo tipo de dispositivos portátiles en Europa, a pesar de que en muchos casos los compradores ya tienen otro igual al que reciben.
En segundo lugar, contar con diferentes cables y conectores supone un problema para los consumidores. A menudo no sabemos para qué es cada cargador, y confundirlos puede causar daños en los dispositivos.
Los retos de lograr un cargador único
Existen dos grandes desafíos para conseguir un modelo más eficiente: por un lado, lograr que los fabricantes dejen de enviar cargadores con cada producto. Hoy por hoy, el único fabricante de teléfonos móviles que no lo hace es Fairphone. Por el otro, unificar y estandarizar los sistemas de carga de todos los dispositivos electrónicos. Algo que, señalan desde la ONG ECOS, va más allá de tener un mismo conector.
Es necesario tener en cuenta las diferencias de voltaje: cargar un aparato electrónico con un voltaje no adecuado puede estropear tanto las baterías como el cargador. Sin embargo, esto puede solucionarse con cargadores que se adapten a la energía que necesite cada aparato. Las versiones más recientes de USB tipo C (protocolo 3.1 y superior) hacen esto posible.
Además, deben tenerse en cuenta también los cargadores inalámbricos, que poco a poco van creciendo en importancia. De acuerdo con ECOS, existe el riesgo de que cada productor desarrolle protocolos de carga rápida personalizados para cada dispositivo, lo que animaría a los usuarios a utilizar solamente el cargador específico para el aparato. “Para evitar esto, la Unión Europea debería establecer un estándar común obligatorio, para que no nos encontremos con una nueva montaña de cargadores inalámbricos en casa”, señalan en el informe.
Por último, hay que considerar que el desafío va más allá de los teléfonos móviles: basta con echar un vistazo a nuestros hogares y oficinas para hacer una lista de dispositivos que necesitan un alimentador específico. Una solución, propuesta por el informe ‘One charger to fit them all’, sería dotarlos a todos de un cargador USB tipo C común.
En enero de este año, el Parlamento Europeo votó a favor de imponer un conector único. Su iniciativa se limita a los teléfonos móviles, algo que no es del todo ambicioso, pero sí un buen primer paso.
En Nobbot | Topher White, el tecnólogo que vigila la selva con móviles que nadie quiere
Imágenes | Unsplash/Thomas Kolnowski, Unsplash/Josh Howard, Unsplash/Mikey Wu