El 31 de diciembre de 1999, buena parte de América contenía la respiración. Debido a la rotación terrestre y a cómo distribuimos las franjas horarias sobre el mapa, eran los primeros en recibir el 1 de enero del 2000. El ‘efecto 2000’, también conocido como ‘Y2K’, consistía en un problema de falta de dígitos para contar más allá de las centenas. Y ahora llega algo parecido con el GPS.
El 6 de abril de 2019, el reloj interno de dos docenas de satélites de geoposicionamiento serán restablecidos. Es decir, se pondrán a cero. Es la llamada ‘GPS Week Number Roll Over’ (WNRO), y ya pasamos por una hace 19 años. A la mayoría de los dispositivos, como ocurriese en el cambio de 1999 al 2000, no les pasará absolutamente nada. Otros tendrán que ser actualizados.
¿Por qué los relojes GPS se resetean?
En Europa seguimos usando el sistema americano de navegación por satélite. Esta constelación de satélites, lanzados originalmente entre 1978 y 1985 bajo el nombre de Navstar GPS, fueron en un primer momento militares. Hoy en día esta constelación ha sido ampliada varias veces, y hasta que el sistema europeo Galileo no funcione a plena capacidad en 2020, seguiremos usando Navstar.
Pero ocurre que los chips con los que funciona al almacenamiento temporal de semanas en estos satélites solo puede contar hasta 1024. Esto es porque lo hace con una memoria de 10 bits y puede almacenar del 0 al 1023. En la práctica, esto significa que tras 19 años y 36 semanas la cuenta vuelve a su posición inicial.
Es como si, contando con los dedos de las manos, del 10 pasásemos de nuevo al 0, pero contando con memorias de silicio. Esto ocurre a 20.000 kilómetros de distancia del suelo en 24 satélites que viajan a velocidades considerablemente grandes. Es decir, subir a cambiarles físicamente el chip no es una opción. Mejor actualizar nuestros dispositivos.
¿A quién afecta el cambio de la ‘GPS Week Number Roll Over’?
En principio, todos y cada uno de los sistemas que hagan uso directo de los satélites se verán afectados. Dicho esto, hay buenas noticias: los dispositivos conectados, como los smartphones, se actualizarán de forma automática. Si hacemos uso de alguna aplicación específica de navegación (Waze, Google Maps, TomTom, Coyote, Apple Maps…), entonces tendremos que actualizar la app a la última versión.
Diferente es si hacemos uso de un sistema de navegación sin conexión, como los clásicos GPS de pulsera o incluso versiones de dispositivos para coches más antiguos. En este caso, cada vez menos común, tendremos que ponernos en contacto con el fabricante. La mayoría de ellos ya han creado páginas específicas para actualizarlos. Como ejemplo, TomTom o Coyote.
Sea cual sea la marca de nuestro dispositivo, bastará con actualizar su software. Suponiendo, claro, que siga siendo posible, que el fabricante de soporte o que siga existiendo. En caso contrario, el tipo de error que de el dispositivo variará mucho. De no funcionar en absoluto a que lo único afectado sea la fecha. De ser el último caso, tampoco es un gran problema.
Si puedes, actualiza tu navegador GPS
En el caso de los dispositivos de seguimiento de rutas, como ocurre con los Garmin, si no los actualizamos, el único “error” que veremos será la fecha. Del 6 de abril de 2019 saltaremos al 21 de agosto de 1999, o quizá al 6 de enero de 1980. En principio, no es muy grave. Sin embargo, cuando conectemos nuestro dispositivo a la red, nuestras rutas aparecerán reflejadas en una fecha errónea.
De ahí que, si puedes, actualices tu navegador GPS. Especialmente si este tiene conexión pero la actualización no es automática. En 2018 fue conocido el caso del ciclista desaparecido Steven de Jongh cerca de Girona. Le localizaron, seis horas después e inconsciente, gracias su navegador Strava. Llevar con nosotros un sistema de posicionamiento por GPS en tiempo real con conexión a internet puede salvarnos la vida.
Y sí, es el mismo sistema de navegación que permite ver los movimientos de millones de personas por la superficie del planeta y que, también en 2018, hizo visibles las bases militares estadounidenses secretas en países como Irak o Irán. Una prueba más de que la implementación de tecnología “porque sí” no es una estrategia coherente.
Si no sabemos cómo funciona la tecnología podemos ser detectados por el enemigo (si lo tenemos), no saber cómo comportarnos bajo determinadas circunstancias e incluso acabar en el fondo de un lago por seguir ciegamente el GPS. En el caso de hacer ciclismo, salir a correr, o hacer marchas por el campo, resulta conveniente llevar un navegador con baliza.
Una actualización cada 19 años, ¿para siempre?
El sistema GPS que usamos hoy para una infinidad de tareas no fue pensado para dar servicio a billones de dispositivos. Es más, fue un proyecto costoso pero relativamente pequeño de un único país. Pocos adivinaron su potencial salvo, quizá, Arthur C. Clarke, a quien se reconoce la idea del satélite artificial usado en comunicaciones. Pero hay buenas noticias con respecto al futuro.
Para empezar, el sistema Galileo contará con chips de más memoria que el NAVSTAR, con lo que pasarán muchas décadas antes de que los chips alcancen de nuevo la memoria máxima. Además, cada vez menos dispositivos están desconectados y requieren una actualización manual.
Probablemente en menos de una década ya no se fabriquen objetos GPS aislados, y entonces todos estos problemas pasarán a formar parte del romántico olvido al que hemos relegado aquel ‘efecto 2000’ en el que, en realidad, no ocurrió nada. Una anécdota tecnológica más.
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