El desarrollo empresarial no tiene por qué estar reñido con el altruismo, la justicia universal y la sostenibilidad del planeta. Un ejemplo es la historia de Fairphone, empresa fundada en 2013 en Ámsterdam por un grupo de personas que se propusieron crear el teléfono más justo y menos contaminante del mundo.
En una charla TED de hace seis años, el CEO de Fairphone, Bas van Abel, contaba el origen de la compañía. En unas vacaciones, a su hijo se le estropeó la Nintendo y él intentó arreglarla con un destornillador, una herramienta que siempre lleva encima. Pero rápidamente se dio cuenta de que era una tarea imposible.
“¿Por qué Nintendo no quiere que abramos su aparato?”, se preguntó Van Abel. Y miró alrededor y se dio cuenta de que los omnipresentes smartphones también se habían convertido en un enigma para millones de usuarios. Porque eran útiles, bonitos y estilizados, pero también herméticos, impenetrables y desconocidos. «¿Por qué?» fue la pregunta que volvió a resonar en la cabeza del emprendedor neerlandés.
“Abrir un aparato es el primer paso para entenderlo”, asegura el CEO de Fairphone, que no comprendía cómo nos podemos pasar horas y horas con nuestros teléfonos y cederles todos nuestros datos, sin saber mínimamente cómo funcionan y qué hay en su interior.
Tecnología con conciencia y comercio justo
En realidad, lo que querían los impulsores de Fairphone era descubrir la geopolítica y la economía detrás del negocio multimillonario de la telefonía. Y, a partir de ahí, concienciar a los usuarios de los conflictos alrededor de la extracción de los minerales que se usan en la fabricación de los aparatos, de las condiciones de los trabajadores que participan en su producción o de la huella ecológica que dejan los 1.300 millones de móviles que se venden cada año en el mundo. Es otro ejemplo de tecnología con conciencia.
Este ideario está presente desde entonces en todas las comunicaciones de la compañía neerlandesa, que en las tres semanas siguientes a su estreno en el mercado había vendido 30.000 aparatos. La página página web de Fairphone, por ejemplo, está muy lejos de ser un catálogo repleto de modelos de todas las clases, tamaños y precios. En realidad, allí solo se vende un teléfono, el Fairphone 3, disponible en Orange. Se trata de un móvil Android de gama media que se comercializa a partir de unos 450 euros, con batería de larga duración, pantalla de 5,65 pulgadas con resolución FullHD, cámara trasera de 12 megapíxeles, procesador Qualcomm Snapdragon 632, almacenamiento interno de 64 GB y batería de 3.000 mAh.
Pero, más allá de sus especificaciones, se trata de un móvil que, sobre todo, está concebido para durar y que sale de un proceso de producción donde todos los eslabones de la cadena han tenido un trato justo. El estaño y el tungsteno que contienen no están vinculados a conflictos. Mientras que el cobre y los plásticos son reciclados, para reducir la huella ecológica, y el oro proviene del comercio justo. Fairphone también asegura que da prioridad a las condiciones de vida de los trabajadores y que paga primas para reducir el riesgo de accidentes.
Diseño modular y con destornillador incluido
Fairphone también planta cara a la obsolescencia programada con un diseño por módulos, lo que facilita la reparación y el recambio de sus componentes. En cierto modo, la compañía de los Países Bajos mantiene viva la llama del Proyecto Ara, de Google, o del LG G5, dos iniciativas de telefonía modular que por diferentes razones no llegaron a buen puerto.
La batería del Fairphone 3 se puede sustituir sin tener que desmontarlo, e incluso la propia pantalla o la cámara. Esto ayuda a extender la vida del dispositivo. Fairphone no añade cargadores, cables o auriculares para que usemos los que tenemos en casa, aunque en su web vende estos accesorios. Y el embalaje es sostenible e incluye incluso un destornillador para hacer el desmontaje en caso de avería. Una pantalla nueva cuesta 89,95 euros, mientras que la batería sale a 29,95 y la cámara trasera tiene un PVP de 49,95 euros.
El mundo Fairphone
La web y el blog de Fairphone ofrecen una narrativa que está en línea con la visión del mundo de sus creadores. Ahí se nos cuentan historias de mineros en África o en Latinoamérica que trabajan duro para salir adelante y que van mejorando poco a poco sus condiciones de vida. O de programas educativos para alejar a los más pequeños de la explotación infantil asociada a la industria de la materias primas.
En una entrada nos recuerdan los salarios en sitios como la República Democrática del Congo, donde el 73% de la población gana menos de 1,9 dólares al día, y los mineros, a pesar de ganar unos 3 dólares, no llegan a cubrir las necesidades básicas de una familia.
También varias empleadas de la empresa Arima, el ensamblador chino de Fairphone, cuentan cómo les ha cambiado la vida un bonus que reciben de la empresa y que les ha permitido la conciliación familiar y reducir las largas jornadas habituales en ese país. Y eso ha sido posible con un mínimo sobrecoste de 1,50 euros en cada teléfono vendido en Occidente. Es el mundo Fairphone, a medio camino entre la tecnología, la sostenibilidad del planeta y el interés por los más desfavorecidos.
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Imágenes | Fairphone