Vivimos asediados por los reclamos digitales y por la tecnología. Algunos han dicho basta a este ruido incesante y proponen un método para retomar el control de nuestras vidas: practican el minimalismo digital.
Henry David Thoreau ha sido desde mediados del siglo XIX una fuente de inspiración para jipis, libertarios, amantes de la naturaleza y líderes de movimientos de liberación de todo tipo. En su ‘Walden’, el diario donde recoge las impresiones de su retiro en una cabaña de los montes de Massachusetts (Estados Unidos), con el fin de vivir en armonía con los ritmos de la naturaleza, Thoreau escribe: “Tenemos mucha prisa por construir un telégrafo magnético entre Maine y Texas; sin embargo, es posible que Maine y Texas no tengan nada importante que decirse”.
Esta reflexión de Thoreau, que pone en entredicho el tecno-entusiasmo que provocó la invención del telégrafo por aquella época, inspira ahora buena parte del movimiento del minimalismo digital que el profesor de computación de la Universidad Georgetown Carl Newport intenta esbozar en las páginas de un libro que acaba de aparecer en España.
Newport se alinea con los que en los últimos años y desde diferentes perspectivas han criticado a los gigantes del “capitalismo de la atención de Silicon Valley”. Los sospechosos son los habituales: Google, Facebook, Twitter, Apple y cualquiera de las grandes tecnológicas que han escalado al Olimpo empresarial mundial a base de tener a media humanidad pendiente de su último producto o funcionalidad.
‘Vendedores de tabaco en camiseta’
De hecho, el profesor de la Georgetown University (Estados Unidos) no tiene reparos en denunciar la engañifa perpetrada por los jóvenes emprendedores del mundo de las redes sociales. En realidad, Newport los define como “vendedores de tabaco en camiseta, vendiendo productos adictivos a nuestros hijos”. Y respalda su ataque con el testimonio de algunos directivos que se ganaron la vida en esas compañías y que saben cómo funcionan.
En el libro, Newport hace un repaso a los estragos que esta distracción permanente, que muchas veces acaba en adicción, tiene para la salud. En las páginas de ‘Minimalismo digital’ son abundantes los testimonios en primera persona de gente corriente superada por la tecnología, incapaz de apagar el móvil para dormir y de quitar las notificaciones por miedo a parecer un apestado social.
Una terapia de choque
Hay una posibilidad de escape: Newport propone una terapia, pero es una terapia de choque. Sin contemplaciones. De otra forma, estaría abocada al fracaso. Y avisa: “La presión cultural y la capacidad adictiva del diseño de la tecnología son demasiado fuertes como para que una estrategia no estructurada pueda tener éxito”.
En la estela de Thoreau, que corta de raíz con la civilización y con el mundo que quiere poner en tela de juicio, Newport propone adoptar “medidas contundentes” y que los interesados se sometan a una estricta “limpieza digital”. Su dieta es tan feroz como la que pondría el nutricionista más consecuente a un señor de 150 kilos y que se pasa la vida en establecimientos de comida rápida.
El primer paso, insoslayable, es pasar 30 días alejados de la tecnología que no sea estrictamente necesaria. Newport nos propone redescubrir el mundo analógico, los paseos con los amigos, los libros e incluso las nubes (las del cielo, se entiende, y no las que se forman en los centros datos).
El peligro de la abstinencia
Y luego recomienda ir añadiendo la tecnología, pero sin que llegue a distraernos o a convertirnos otra vez en adictos. Con los ‘aparatitos’ pasa como con la comida. El momento crucial de una dieta se produce cuando uno abandona la fase más dura e intenta volver poco a poco a la normalidad. Ahí es cuando nos puede dar por vengarnos y comer hasta morir. La abstinencia tecnológica también se la juega con la fase de regreso.
Para su libro, 600 personas se sometieron a este tratamiento de limpieza digital. A este reset radical. Y hubo experiencias de todo tipo, pero los que lo consiguieron no se lo podían creer. Los que dejaron de pulsar el botón de “me gusta” evitaron la enfermedad mental y curiosamente estrecharon su relación con los amigos, pero con los de verdad. El pulgar hacia arriba de Facebook es una “baratija digital” de la que debemos huir a toda costa, nos recuerda Newport.
Un verdadero minimalista solo recurrirá a la tecnología cuando le sea verdaderamente útil, cuando le aporte un valor a su vida que realmente la justifique. Porque el bien más preciado que tenemos es el tiempo, y no conviene malgastar ni un segundo. Si para encontrarnos con uno o dos comentarios interesantes en Twitter tenemos que pasarnos el día pinchando en los hashtags más populares de esa red social, es que algo no funciona. De hecho, Newport está convencido de que con 20 o 40 minutos a la semana es suficiente para mantenernos al día en las redes sociales. Sin embargo, por término medio pasamos 350 minutos, unas 10 veces más.
Algunos consejos útiles del minimalismo digital
En todo su libro, que lleva por subtítulo ‘En defensa de la atención en un mundo ruidoso’, Newport da muchos consejos para los que quieran convertirse en unos auténticos minimalistas digitales y recuperar el control de sus vidas arrebatado por la tecnología. Terminamos este post con los más interesantes.
- Cultiva la soledad. La soledad para un minimalista es el estado de una mente que no recibe estímulos de otras mentes. Esa soledad aporta reflexión, equilibrio emocional, introspección… Bienes escasos en un mundo con tanta golosina digital. Para ilustrar la fuerza de un espíritu solitario, Newport recurre al ejemplo del presidente Abraham Lincoln y del filósofo Friedrich Nietzsche, que formuló un célebre aforismo: “Solo tienen valor los pensamientos que nos vienen mientras andamos”. Un buen minimalista digital también se escribirá cartas a sí mismo. De esta manera, además de ganar capacidad de reflexión y de poner orden en su vida y en sus pensamientos, también se mantendrá alejado de las burbujas digitales.
- No pulses el “me gusta” (bajo ningún concepto). Hay estudios que demuestran que cuanto más tiempo pasamos en las redes sociales, más probabilidades tenemos de acabar aislados. Otro trabajo al que alude Newport asegura que el “me gusta” afecta a la salud mental. Tenemos que preocuparnos cuando las palabras de un amigo se sustituyen por un clic en la manita. “Las redes sociales están diseñadas para secuestrar nuestros instintos sociales y crear adicción”, nos advierte el profesor de Georgetown.
- Elimina las redes sociales del móvil. La gran fuente de ingresos para las redes sociales está en el smartphone, porque pasamos mucho más tiempo mirando a la pantalla de nuestro teléfono que el ordenador de sobremesa, el portátil o la tablet. Por eso, los Zuckerberg y compañía han afinado mucho sus creaciones para este formato. Si eliminamos las redes sociales de la pantallita del teléfono, no tendremos la tentación de mirarlas cuando hacemos cola en el supermercado, en el médico, y cuando viajamos en transporte público. Y eso es mucho tiempo.
- Convierte tus equipos en monofuncionales. Tener en el móvil o el ordenador múltiples aplicaciones y programas que, además, usamos a la vez, nos hace muy improductivos. Lo más sensato es tener una sola aplicación abierta mientras trabajamos (por ejemplo, un procesador de textos o el Excel) y evitar las distracciones que suponen las notificaciones y el “picoteo digital” constante.
- Usa las redes sociales como lo hacen los profesionales de las redes sociales. Los que se ganan la vida con Facebook, Twitter, Instagram o LinkedIn buscan contenidos y contactos concretos. No se dejan seducir, por ejemplo, por Instagram Stories. Además, mantienen un número limitado de amigos y recurren a herramientas de terceros para optimizar su navegación por estos sitios.
- Simplifica tu smartphone. Con el paso del tiempo, el smartphone ha ido asumiendo las tareas y cometidos de otros dispositivos. Es la auténtica navaja suiza del mundo digital. Hoy podemos hacer cientos de cosas con un teléfono inteligente de 150 €. Pero eso distrae demasiado. Newport propone volver a llevar encima teléfonos que solo sirvan para hablar y poco más. Prescribe el “teléfono tonto”, ese que predominaba antes de la llegada del primer iPhone de Apple en 2007.
- Dedica tiempo al ocio de alto valor. Para el autor de ‘Minimalismo digital’, una actividad de alto valor es aquella que exige una alta implicación y una participación activa, como una conversación con un amigo o hacer una pieza de artesanía con las manos, por ejemplo. Y, por el contrario, recomienda abandonar el ocio pasivo que supone, por ejemplo, darse un atracón de series o pasar la tarde cotilleando en las redes sociales.
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