¿Sabes esa sensación de notar el móvil vibrando en el bolsillo, sacarlo y que no haya ninguna notificación? Enhorabuena, eso significa que eres normal. Nueve de cada diez personas tienen ese tipo de alucinación, que se llama vibración fantasma.
Es uno de una larga lista de trastornos que nos dan los smartphones. Dependencia, ansiedad, necesidad de tener WiFi, miedo a quedarse sin batería, e incluso pánico irracional. Repasamos algunos, porque tener alucinaciones es tan solo uno de ellos.
Síndrome de la vibración fantasma
En 2014 la revista Wired publicó algunos datos de personal médico y estudiantes de varias regiones del mundo. En torno al 90% de ellos sentían vibrar su teléfono cuando este, en realidad, no hacía nada. A medida que los smartphones han ido calando en la sociedad, la vibración fantasma se ha extendido.
No es que estemos locos. La vibración fantasma aparece porque malinterpretamos las señales que nos llegan de nuestro cuerpo. Si, por ejemplo, uno de los músculos de la pierna sobre la que tenemos apoyada el móvil se tensa una fracción de segundo, pensamos que ha sido el teléfono.
Es la versión tecnológica del:
—¿Me has dicho algo?
—No, estaba viendo la tele.
La situación se agrava cuando esperamos algo importante y estamos inmersos en una tarea que nos supone un esfuerzo mental. Por ejemplo, puede que leer se vuelva imposible si esperamos una llamada tras una entrevista de trabajo. Como tenemos miedo a quedarnos fuera del proceso, nuestro cerebro está alerta.
Tan alerta que deforma la realidad por puro nerviosismo, y se imagina vibraciones que no están ahí.
Nomofobia, fobia a quedarnos sin el teléfono móvil
Primero, algunos de los síntomas:
- Palpamos el bolsillo o bolso al salir de casa para verificar que el teléfono está con nosotros.
- Repetimos la jugada por la calle. Incluso en ocasiones caminamos con los dedos en el bolsillo, tocando el teléfono móvil aunque no lo usemos.
- Verificamos repetidas veces que contamos con batería suficiente, y nos estresamos si no.
- Nos damos la vuelta si nos hemos dejado el teléfono en casa aunque ello suponga llegar tarde o muy tarde a los sitios. Incluso si no vamos a usarlo.
¿Te suena alguno? Si es así, bienvenido a la nomofobia, o el nerviosismo por no estar localizable. Nuestro miedo profundo a estar ilocalizables se transforma en síntomas como enfado, ansiedad, inquietud, sentimiento de culpa u otros. Incluidos comportamientos irascibles que tratan de minimizar el problema o incluso negarlo.
Es un problema que tiene el sobrenombre de móvildependencia y que todos padecemos en cierto grado. Porque, ¿quién se atreve a no utilizar el móvil durante un día entero?
Hipocondría y cibercondría
Internet, y sus bases de datos médicas abiertas, no ayudó mucho a los hipocondríacos. El smartphone, o tener Internet en la palma de la mano, tampoco.
Hoy día todo occidental tiene un teléfono móvil en la mano durante un par de horas al día como poco. Y esto se traduce en que puede visitar webs especializadas en medicina con más frecuencia.
La hipocondría, una «trastorno mental que se caracteriza por una preocupación constante y obsesiva por la propia salud», se convierte en cibercondría. No es que sea peor, sino que es más frecuente.
Phubbing, Mirar el móvil cuando estamos con gente
¿Cuántas veces tomamos algo con unos amigos y nos damos cuenta de que tienen sus cabezas metidas en los smartphones?
¡Eh, hola! ¡Estoy aquí!, les decimos. Y sí, se disculpan, apagan el teléfono y lo dejan encima de la mesa. Pero cada poco lo cogen, lo desbloquean, y lo vuelven a dejar sobre la mesa. ¿Por qué?
Porque tenemos miedo (pánico, en realidad) a la soledad, el olvido y la insignificancia. A quedarnos atrás con respecto a nuestros conocidos o a dejar de ser relevantes para ellos. Curiosamente, esto se traduce en que pasamos de gente que tenemos al lado para intentar satisfacer a los que hay al otro lado de la pantalla.
La apnea del WhatsApp entra dentro de este marco. Estamos enganchados a este chat hasta el punto de tener miedo a no responder.
Tecnofobia y neoludismo
Aunque la tecnofobia incluye el miedo irracional a toda tecnología y el neoludismo fomenta el cese del desarrollo tecnológico y científico de la sociedad moderna; los teléfonos móviles tienen mucho que decir en esto.
Los teléfonos móviles son hoy día la máxima expresión de la ciencia comercial, y está expuesta en todas partes. Resulta muy difícil salir a la calle y no ver personas caminando en modo zombie con su terminal (smombies).
Aunque hay que dejar claro dos puntos. Mientras que la tecnofobia es involuntaria (como toda fobia, es irracional y no se ha elegido), el neoludismo es una elección.
Por ejemplo, una persona que sufrió ciberbullying puede tener una fobia que le impide ver un smartphone cerca de sí. Le tiene pánico. Alguien cercano a esa persona, sabedora de los peligros que conlleva la tecnología, podría fomentar la causa neoludita. La paradoja, hoy día, es que para eso se usa Twitter.
Infoxicación por exceso de información
Por otro lado está la gente que deja el móvil a un lado para poder respirar un momento. Como si necesitase coger bocanadas de aire antes de volver a sumergirse en el teléfono. La infoxicación es un síndrome debido a la sobrecarga de información difícil de procesar (porque sea compleja o excesiva).
Ocurre cuando tenemos cientos de avisos en nuestro teléfono móvil. Es decir, una elevada fricción tecnológica que nos fuerza a gestionar muchas alertas a la vez. A medida que el IoT avance se espera que esta fricción crezca (hasta que las IA nos libren de ella).
Otra salida a la infoxicación es la ansiedad y angustia por parte del usuario, que se ve desbordado por la información.
Hay más, por supuesto. Aunque, dicho todo esto, ¿los smartphones son malos? ¿Debemos lanzarlos todos a la Fosa de las Marianas y olvidarnos de que existieron? Lo cierto es que no.
La tecnología no es ni buena ni mala (aunque tampoco es neutra), decía el profesor de historia Melvin Kranzberg. Dependerá de cómo la usemos. Los teléfonos móviles son realmente útiles, pero hemos de utilizar la tecnología con cabeza.
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