PlayerUnknown’s Battlegrounds es un juego en ‘Early Access’ que, a 29,99 dólares la copia, va camino de los seis millones y medio de ejemplares vendidos —unos ingresos superiores a 150.000.000 dólares—. Esto es algo que grandes producciones como DOOM o Prey no han logrado alcanzar.
Y eso que el juego ni siquiera ha salido a la venta en versión gold. Para ello aún tendremos que esperar algunos meses. Pero la gente no puede dejar de jugar. Más de medio millón de personas lo devoran cada día en Steam —alcanzando los tres primeros puestos en cuanto a popularidad—, la plataforma de Valve donde Brendan Greene y su estudio, Bluehole, han decidido apostarlo todo.
99 CONTRA UNO: APRENDIENDO A SOBREVIVIR
Para entender la dimensión de esta obra, este battle royale sobre territorio inhóspito —inspirado en la novela de Koushun Takami publicada en 1999—, hay que analizar sus engranajes internos. Durante meses, DayZ fue el juego más exitoso del planeta. Nos remontamos a esta modificación de ‘ArmA II’ creado Bohemian Interactive porque nos resulta familiar: su versión alpha vendió 172.500 copias en apenas 24 horas, demostrando que los juegos no necesariamente deben estar acabados, simplemente ser atractivos, jugables y contener buenas ideas.
PlayerUnknown’s Battlegrounds propone una experiencia menos árida en términos lúdicos: aunque no existe el menú de pausa, puedes moverte mientras revisas elementos del mapa o del inventario, algo que en DayZ era un maldito dolor de cabeza. También puedes lootear (recoger) objetos del suelo con solo marcar, con click izquierdo para obtener información y derecho para recogerlo.
LOS JUEGOS DEL HAMBRE
Aún mantiene la parquedad de un simulador militar, algo que lo emparenta con DayZ, pero en términos prácticos es más atractivo, inmediato y limpio de bugs que el citado, transmitiendo sensación de “juego acabado”. Esto condiciona el tiempo de partida. Si en DayZ, Rust o The Long Dark nuestra meta es sobrevivir a toda costa tantos días como sea posible, explorando la máxima cantidad de terreno, las partidas de PlayerUnknown’s Battlegrounds apelan a la brevedad y la revancha.
Rara vez una ronda se alarga más de los 50 minutos, y se requiere una precisa coordinación entre jugadores. Para entenderlo de un vistazo, PlayerUnknown’s Battlegrounds es herencia directa de ‘Los juegos del hambre’, la serie de novelas distópicas de Suzanne Collins adaptadas al cine con éxito internacional. En este caso debemos sobrevivir en un mapa que va haciéndose cada vez más pequeño, buscar alianzas, crear emboscadas y hacer la guerrilla entre unos y otros grupos.
Hasta 100 jugadores simultáneamente pueden entrar en una partida: se lanzan en paracaídas desde una avión sobre una isla artificial. Lo que hagan después es cosa suya. Deberán armarse con lo que encuentren entre las distintas bases militares o pueblos abandonados. Al encoger el mapa, la densidad de población será cada vez mayor, lo que dará pie a una escalada de violencia cada vez más frenética.
UN METAJUEGO QUE CAMBIA EN TIEMPO REAL
En el metajuego interno las normas son sencillas: rápido, táctico, puedes sobrevivir oculto en rincones, haciendo campaña como lobo solitario o marcando una estrategia entre compañeros. Hasta aquí todo bien.
Pero si aspiras a vencer, debes cuidar la comunicación. Y es aquí donde la pieza manifiesta sus verdaderas intenciones: quiere que nos sintamos acorralados, que rabiemos frente a los enemigos y que cada partida sea única, con momentos de puro bochorno y otros memorables.
Mientras tanto, Bluehole sigue perfilando dos nuevos mapas en los que potenciar las coberturas y las dinámicas de combate a larga distancia, cumpliendo con la promesa de aportar nuevos contenidos cada mes, desde armas hasta vehículos. Como juego en constante desarrollo, tanto los desarrolladores como los usuarios pueden argumentar qué mejoras implementar. Esto condiciona la experiencia: lo que juegues hoy será distinto de lo que puedas disfrutar dentro de unos meses.
EL MÁS DESEADO EN XBOX ONE
Está bien, nadie sabe cuál es el juego más deseado en Xbox One, pero si algo están demostrando los distintos foros y su afluencia en los canales de YouTube es un apetito real por hacerse cuanto antes con él —que también desembocará en early access, a través del programa ‘Game Preview’—.
La realidad es que Battlegrounds no tiene nada de innovador. Hasta el propio ARMA 2 cuenta con su mod Battle Royale creado por Brendan Geene —sí, el mismo padre, conocido por su popular nombre de jugador “PlayerUnknown”— y, bueno, a los citados podríamos sumar Hungercraft, The Culling o la versión King of the Kill de H1Z1. Es decir, la oferta es muy amplia, pero ninguno ha hecho click con este.
Tal vez una de las claves esté en su “precio”: el usuario paga unos 30 euros por él y obtiene el paquete completo. Lo demás se consigue dentro del juego. Ni cajas de skins, resistencia mejorada con potenciadores, trucos para mejorar la velocidad… Nada. Todos los usuarios cuentan con las mismas fortalezas, virtudes y defectos. Depende de la pericia de cada uno ascender hasta la cima de la supervivencia o caer de la manera más ridícula.
Porque el mapa encoge a través de un cristal invisible, la red zone, una barrera que recuerda a la novela ‘Under the Dome’ (Stephen King, 2009), pero desplazándose con suficiente lentitud para sentir esa ansiedad de querer arriesgar, de jugártela por un breve instante de poder. Los jugadores cierran las puertas tras de sí y se parapetan para limpiar sus rastros, dejan cebos como armas sobre el suelo, sin munición, provocan sonidos rompiendo ventanas… en la guerra todo vale.
HUMANIDAD DESNUDA
Es bajo este estado de presión donde cada jugador muestra sus auténticas cartas. En otros shooters en tercera persona puedes ser herido de un balazo y curarte mágicamente mientras te mantienes a cubierto durante unos segundos.
La lógica de los campos de batalla se aplica aquí con toda su magnitud: no puedes permanecer escondido toda la partida. En algún momento tendrás que moverte, y arriesgar. Y el sonido crecerá y sentirás que hay alguien justo detrás de ti, esperando a que te des la vuelta para humillarte de un tiro limpio en la cabeza.
Tan imprevisible, tan humano, PlayerUnknown’s Battlegrounds es adictivo tanto jugando como viendo jugar —en la actualidad es uno de los tres juegos más seguidos en Twitch—. Porque divierte: la fórmula está congeniada de forma precisa —existen túneles subterráneos por los que batallar—, los avisos constantes de restricción de área te llevarán a ser más letal y preciso, los nuevos ítems te animarán a cambiar la maniobra y, en definitiva, volcar horas y horas para no ser uno más, una pieza anónima como relata el título, sino convertirte en el guerrero más temido de esos ocho kilómetros cuadrados.
Imágenes | Bluehole
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