En su nuevo libro Apuntes de un planeta estresado, Matt Haig sostiene que este mundo nervioso y rápido en el que vivimos el que crea individuos al límite. «Estamos más conectados que nunca y sin embargo nunca hemos estado más solos», dice este escritor que sabe lo que lo habla, pues ha padecido graves problemas de salud mental.
Esta aceleración se traduce además en un bombardeo informativo que nos exige estar al tanto de las noticias que se suceden, sin tiempo para reflexionar ni resetear nuestras mentes. «Si el sistema parece diseñado para hacernos infelices, ¿hay algo que podamos hacer al respecto? ¿Se pueden reorganizar las prioridades?», se pregunta Haig.
desconexión para Mejorar nuestra salud mental
El escritor parte de su propia experiencia para explicarnos cómo podemos defendernos, rehumanizarnos y cambiar para siempre el modo en el que invertimos nuestro valioso tiempo en el planeta.
Matt Haig sufrió una crisis nerviosa a sus veinticuatro años que le llevó a intentar suicidarse. Tras luchar contra la depresión durante años, se volcó en la escritura. Leer y escribir libros le salvó la vida, pues «en un mundo que intenta cada vez más aislarnos del entorno y de nuestro verdadero yo, los libros son nuestro camino hacia la libertad, hacia los otros». Es autor de cinco novelas para adultos, entre ellas los best sellers Los Radley y Los humanos. También ha escrito literatura infantil y juvenil y su obra ha sido traducida a más de treinta idiomas.
En «Apuntes de un planeta estresado» explica cómo, para superar una crisis de ansiedad, intentó recurrir a supuestas ayudas que están en la mente de todos: escuchar podcasts, ver nuevas series de Netflix, meterse en redes sociales, buscar en su smartphone algo que le hiciera sentirse mejor… “Sin embargo -atención: spoiler-, no funcionó”.
alelado revisando twitter
«Me quedaba alelado -añade- mirando un correo electrónico sin responder, muerto de terror, y no era capaz de contestarlo. Después, en Twitter, la distracción digital en la que me refugiaba, me di cuenta de que mi ansiedad se intensificaba. Ya solo revisar de forma pasiva los últimos mensajes era como exponer una herida».
Entonces fue cuando decidió hacer algo bastante lógico, aunque no siempre tan sencillo de llevar a la práctica: desconectar. «A diferencia de mi smartphone, para la ansiedad no existe una función de deslizar para apagar. Sin embargo, dejé de sentirme peor. Me estabilicé. Y al cabo de unos dias, las cosas empezaron a calmarse. La familiar senda de la recuperación llegó más pronto que tarde. Y abstenerme de estimulantes —no sólo alcohol y cafeina, sino esas otras cosas— formó parte del proceso. En definitiva, empecé a sentirme libre de nuevo».
Haig, una suerte de neurótico bien humorado que ya ha vendido un millón de ejemplares en su libro, traducido a 40 idiomas, quizás sea demasiado duro con la tecnología pero acierta al avisar sobre los peligros de un uso excesivo de la misma.
la vida que pasa mientras miramos una pantalla
Y es que el mismo smartphone que facilita y enriquece nuestra vida puede hacer, si no ponemos remedio, que pase frente a nosotros sin que nos demos cuenta, dando paso a fenómenos como el Phubbing. Este comportamiento, se caracteriza por ignorar a alguien que tienes delante para estar conectado con los demás.
“Es paradójico. Una red social que sirve para comunicarnos nos aísla de las personas que tenemos al lado”, reflexiona Dominica Díez Marcet, doctora en Psicología y psicóloga clínica responsable de la Unidad de Juego Patológico y Otras Adicciones no Tóxicas de la Fundació Althaia.
Por su parte, Marta Miret y Elvira Lara Pérez, psicólogas de la Universidad Autónoma de Madrid, señalan que la comunicación mediante plataformas digitales nos permite expresarnos y construir comunidad, pero parece tener un efecto negativo sobre el bienestar en personas que no disponen de una red de apoyo social.
«Aplicaciones como WhatsApp -añaden- nos permiten conectar con cualquier persona en cualquier momento. Sin embargo, el mensaje es más simple y perdemos los matices de tono de voz y expresión facial presentes en la comunicación cara a cara, fundamentales para un adecuado intercambio social. Además, parece existir un sesgo positivista en las comunicaciones virtuales, exponemos más los aspectos positivos que los negativos, por tanto, tenemos la impresión de que los demás tienen mejores vidas y son más felices. Todo esto puede generar altos niveles de ansiedad poniendo en riesgo la salud mental».
sencillas reglas para desconectar
La obsesión por estar conectados suele tener consecuencias que afectan tanto a las personas que utilizan los dispositivos como a las que les rodean. Entre ellas se encuentran el aislamiento, la ansiedad, la obesidad o la adicción al móvil.
Andrew PrZybylsky, psicólogo en el Oxford Internet Institute, ha puesto nombre a esta dolencia de los tiempos modernos. Él habla de fear of missing out (FOMO), o pánico a no enterarse de lo que está pasando en Internet o en las redes sociales donde participamos de forma habitual.
Para tratar de sortear este peligro, hay ciertas reglas, sencillas pero efectivas que nos facilitarán la desconexión. Por ejemplo, consultar el correo de trabajo solo durante la jornada laboral, apagar el móvil un rato al día, establecer un tiempo para ponernos al día de lo que ocurre en nuestras redes sociales y, por supuesto, relativizar lo que uno ve por Internet; ni los amigos que cuelgan fotos o vídeos del último viaje son tan dichosos, ni nosotros, que mientras tanto tenemos que preparar la cena de los niños, somos tan desdichados.
Por suerte, cada vez más familias, profesionales e instituciones son conscientes de la importancia de hacer un uso responsable de la tecnología. Todos podemos contribuir a no poner en riesgo nuestra salud mental por culpa del smartphone, incluso de las operadoras de telecomunicaciones. Así, desde la plataforma Por un uso Love de la tecnología, Orange da una serie de consejos para evitar el phubbing en el hogar.