En la era de la realidad aumentada, de lo virtual que se vuelve más realista incluso que la realidad, el ser humano sigue siendo el mismo de siempre. Al igual que San Tomás, quien necesitó tocar el cuerpo para creer en la resurrección, para creer verdaderamente en la existencia de algo debemos tocarlo.
El sentido en el que los humanos más confían es el tacto, incluso más que en la vista. La realidad no se ve, se toca. También los grandes dilemas filosóficos tuvieron que medirse con la fuerza del tacto. Por ejemplo, cuando Samuel Johnson quiso demostrar la falacia de la idea del obispo Berkeley. El religioso sostenía que los objetos materiales no existen, así que el filósofo le dio una patada a una piedra y afirmó triunfante: «Lo refuto de esta manera».
El tacto es más fiable que la vista
Volviendo a nuestras vidas diarias, todos sabemos que para estar seguros de que llevamos las llaves en la bolsa, mirar no es suficiente. Tenemos que tocarlas con los dedos. ¿Por qué?
El tacto proporciona una sensación de seguridad que la vista por sí sola no puede dar. Desde el punto de vista psicológico, tocar es más tranquilizador. Es una forma de certificar la existencia de algo. También por esta razón, los fantasmas y espíritus, en la imaginación, son impalpables. De todos nuestros sentidos, «es el que se considera menos engañoso y más seguro”, escribió Cartesius.
El contacto físico se vuelve importante cuando los otros sentidos parecen estar confundidos. Al despertar de una pesadilla, por ejemplo, sentimos la necesidad de tocar nuestra piel para comprobar que todo es real. Las personas con trastorno obsesivo compulsivo, por ejemplo, deben sentir las cosas (más de una vez) para controlar su estado. La simple observación no es suficiente.
La investigaciones también muestran que las personas experimentan aprensión cuando interactúan con interfaces gráficas que muestran objetos que no se pueden tantear. Tocar tranquiliza. En cambio, saber que las cosas no se pueden palpar puede crear ansiedad. Los objetos impalpables no son convincentes y la integración del tacto en las nuevas tecnologías es la próxima frontera.
Por qué es tan importante
Una de las hipótesis sobre la primacía del tacto aparece en este artículo de Quartz. Se trataría de uno de los pocos sentidos activos. Es decir, tocar implica una acción, un movimiento en el espacio que es, en su expresión, una forma de conquista y ocupación de la realidad. Tocar, a diferencia de ver, no es pasivo: no recibimos imágenes o información, sino que movemos cuerpos y cosas. Creamos un con-tacto.
El simple hecho de que el conocimiento táctil dependa de un trabajo que hacer, un esfuerzo, podría ser la razón por la cual la información adquirida se considera incontrovertible y definitiva. Sin embargo, incluso este sentido puede ser engañoso. Dependiendo de las estimulaciones que recibimos en correlación con otros sentidos, podemos experimentar sensaciones que en realidad no existen.
El tacto está, al menos, tan sujeto a las ilusiones como la visión. Simplemente no son tan populares. Por ejemplo, muchas personas se sorprenden al saber que los botones en sus smartphones no se mueven realmente cuando los presionan. La impresión procede de una vibración, que engaña al cerebro.
El sentido clave para la robótica
Esto es lo que explican los investigadores del Centro E. Piaggio de la Universidad de Pisa: «En nuestra imagen mental del mundo exterior, que consiste en un conjunto de conocimientos previos, experiencias y teorías, asumimos que algunas propiedades de los objetos, como la rigidez de una superficie, son invariables. Si se hace que estas cambien sin nuestro conocimiento, intentamos proporcionar una explicación para que dichas propiedades permanezcan estables”.
Es el mecanismo mental que, por ejemplo, subyace a las investigaciones neurológicas para la integración sensorial de prótesis artificiales. El tacto posiblemente sea también el sentido clave para el desarrollo de la robótica. Dominar algunas de las reglas con las que se integran los estímulos sensoriales en nuestra representación de la realidad abre perspectivas interesantes que pueden guiar el diseño de nuevos dispositivos robóticos y de ingeniería.
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