En los últimos tiempos, TikTok se ha convertido en una red social muy popular para una amplia gama de personas, desde adolescentes hasta profesionales. Quizás pocos saben que su uso también se ha disparado entre los presos de las cárceles de todo el mundo. Un fenómeno que ha crecido exponencialmente durante los meses de la pandemia, en los que los contactos con el exterior han sido limitados.
En muchos países del mundo, hay hombres y mujeres que, a pesar de cumplir un período de detención, han logrado hacerse con un móvil. Gracias a estos dispositivos no solo se comunican con sus seres queridos, sino que también comparten su vida cotidiana en la red social china. Los reclusos, de hecho, suelen preferir TikTok a otras redes sociales por tener menos controles.
Para darse cuenta de ello es suficiente con explorar los hashtags #prisontiktok y #prisonlife en TikTok. Aparecerán cientos de vídeos donde los reclusos describen su día día en la celda. También muestran recorridos virtuales de las penitenciarías. Con estos contenidos, los presos hacen públicas sus dificultades y comparten las condiciones, a menudo complicadas, en las que se encuentran las cárceles.
Entre los muchos vídeos publicados, hay uno que explica cómo fabricar un cargador para un móvil, visto más de 10 millones de veces en la plataforma. En otro, con casi nueve millones de visitas totales, un recluso cuenta lo difícil que es ser bisexual en un entorno como la prisión.
El fenómeno ha estallado en Estados Unidos. Y ni siquiera el aislamiento ni las medidas especiales decididas por las cárceles han desalentado esta tendencia. De hecho, el país norteamericano ha decidido aumentar la condena en un año en caso de que un preso sea sorprendido con un teléfono dentro de su celda.
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TikTok en las cárceles del mundo
Este uso de TikTok también está muy extendido en Sudamérica, sobre todo en países como México o Argentina, donde se han dado casos en los que los presos han logrado convertirse en verdaderos influencers. En México algunos presos crearon hasta una cuenta en OnlyFans para cubrir sus necesidades económicas, publicando contenido subido de tono desde las celdas. En Europa también sucedió en Italia, donde el año pasado la policía penitenciaria tuvo que intervenir tras la difusión en TikTok de algunos vídeos filmados en las cárceles.
Ocurre con bastente frecuencia también en España. Por ejemplo, José Luis Brito, luchador de capoeira, encarcelado en un penal de Cádiz, tiene más de 38.500 seguidores en su cuenta de Instagram, a los que anima a que le escriban y les facilita su dirección. A estos contenidos se suelen aplicar filtros para que no sean demasiado reconocibles los lugares filmados. Las grabaciones en promedio tienen una duración de entre 15 y 30 segundos y música de fondo.
La pregunta que surge es: ¿cómo es posible que los presos puedan conseguir smartphones en la cárcel? Especialmente en un período como este, donde las reuniones con familiares se han reducido significativamente, reemplazadas por videollamadas desde los terminales de la institución. De hecho, en España, los reos tienen permiso para un máximo de diez llamadas de 80 minutos a la semana, que están controladas.
Los presos solo pueden comunicarse con diez números autorizados. Además, deben justificar la relación que tienen con el titular de la línea. Por otro lado, Instituciones Penitenciarias anunció al principio de la pandemia la adquisición de varios dispositivos móviles para que los detenidos pudieran comunicar con sus familias con más frecuencia e intimidad.
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¿Cómo entran los móviles en una cárcel?
Históricamente, la principal vía de entrada para cualquier tipo de objeto siempre han sido los vis a vis. De hecho, los familiares los esconden en suelas de zapatos, latas de refrescos, pañales o en el interior de su cuerpo. También se han localizado dispositivos móviles en los patios, que posiblemente hayan sido lanzados por drones desde el aire o desde fuera del perimetro de la cárcel a bordo de pelotas de tenis. Además, los presos pueden recibir paquetes del exterior. Y a menudo los dispositivos telefónicos están ocultos en su interior. Por ejemplo, escondidos dentro de alimentos preparados. En el conjunto nacional (salvo Cataluña) se requisaron 2.580 móviles durante 2019 frente a los 1.858 del ejercicio anterior.
Hasta hace poco, los terminales favoritos por la comunidad carcelaria eran los llamados minimóviles. Son dispositivos que miden unos seis centímetros y pueden adquirirse fácilmente en Amazon por unos 20 €. Estos móviles son los más fáciles de ‘colar’, a menudo envueltos en preservativos dentro del cuerpo de un familiar de visita. Pero no tienen cámara ni internet, así que no valen para TikTok.
Los tiktokers que transmiten desde las cárceles mantienen un diálogo constante con sus seguidores, que en algunos casos llegan a ser decenas de miles. Estos usuarios crean contenidos que van desde el típico lipsync, fotos, recetas de comida y bebidas, elaboración de tatuajes, baile y deporte. Hasta denuncias y videollamadas con personas externas. Pero también emotivas escenas de presos que salen de permiso o quedan en libertad después de cumplir sus condenas.
No es solo diversión
Sin embargo, este tipo de comunicación no responde solo a una necesidad de ‘evadirse’ y comunicar con el exterior. El uso masivo de las redes sociales en las cárceles también es parte de una estrategia precisa adoptada por el crimen organizado a fin de continuar a delinquir con impunidad. En TikTok, de hecho, a menudo se publican también las conversaciones telemáticas de los reclusos con sus familiares. Estas se utilizan para transmitir información y órdenes al mundo exterior. Y, por desgracia, también para vehicular amenazas e incluso solo para burlarse de las instituciones.
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Imágenes | Deleece Cook/Unsplash