“Aprender a ver internet desde el punto de vista de tus hijos”. Este es el lema con el que, desde hace cuatro años, la compañía de seguridad Kasperksy puso en marcha una campaña de concienciación y formación sobre los peligros que se pueden encontrar los más pequeños en la red.
No es la única iniciativa en marcha en este sentido. La preocupación por la relación de los menores con internet también ha impulsado la iniciativa Por un uso Love de la tecnología, de Orange. Esta promociona el uso saludable y responsable de las herramientas digitales, tanto en casa como en los centros de enseñanza.
En este tipo de acciones los mensajes suelen ir dirigidos a los adultos, sobre todo a los progenitores. Con consejos sobre la utilización del control parental o el tiempo de uso recomendado según la edad de los menores. Pero no hay que olvidarse de hacer también partícipes a los niños.
Con edades comprendidas entre los siete y los nueve años, ya son capaces de empezar a discernir entre lo que está bien y lo que está mal. O lo que les puede poner en peligro. Y aunque pueda parecer lo contrario, son bastante conscientes de a qué se enfrentan.
“No hablamos con desconocidos”
Juegos online, chats, navegación por páginas web… son algunas de las actividades a las que los más pequeños dedican su tiempo cuando acceden a internet. Para ellos es algo tan habitual como encender el televisor para ver su serie favorita o acudir al cine. Pero con algunas diferencias.
A través de ellas pueden interactuar con otras personas y tomar sus propias decisiones sobre qué ver o con quién mantener una conversación. Afortunadamente, las nuevas generaciones saben que quien está al otro lado no siempre es alguien de confianza.
Vicente, Enzo y Valeria son tres niños que disfrutan con juegos online. Reconocen que comparten esta afición con sus amigos. Pero que en ocasiones en esas partidas también aparecen usuarios desconocidos. Su reacción al preguntarles sobre cómo se relacionan con ellos es tajante. Vicente ni lo duda: “No hablo con ellos, ni les contesto”.
Y ante preguntas sobre su edad, cuál es su colegio o dónde viven, tampoco dan su brazo a torcer. “No digo los años que tengo”, afirma Enzo. “Nunca doy el nombre de mi cole, o miento”, asegura Valeria, quien también habla por ella y por sus compañeros al resumir: “Nunca decimos nuestros apellidos y dirección”.
Conocer el riesgo evita el peligro
Aunque bien es cierto que la teoría la tienen clara, existe el riesgo de que en la euforia del juego se les pueda escapar alguna información personal. O, sencillamente, ser engañados –a los adultos también nos pasa–.
Usuarios que suplantan la personalidad de sus amigos les pueden solicitar una contraseña sin que ellos se den cuenta. O visitar páginas web no aptas para menores mientras navegan. De ahí la importancia de darles la información y herramientas para que sean conscientes del riesgo.
En el programa Familia Segura organizaron el pasado 8 de octubre una sesión teatralizada con 150 alumnos de los últimos cursos de Primaria. En ella niños, como Vicente, Enzo y Valeria, pusieron de manifiesto que saben cómo encarar estas situaciones. Ni se dan contraseñas, ni datos personales, ni se habla con desconocidos. “Igual que cuando vamos por la calle”, dice uno de ellos.
El 47% de los menores se enfrentó, al menos, con una amenaza online durante el último año. Así lo recoge el informe ‘Not loggin on, but living on’ de Kasperksy Lab B2B, de 2017. En el 15% de los casos el origen de ese riesgo es el acceso a contenido inapropiado.
Prudencia en la calle… y en la Web
Por eso es necesario inculcarles que hay una edad para vivir cada experiencia. Ya sea para tomar café, salir solo a la calle o entrar a determinadas páginas web. Y unos consejos básicos que deben interiorizar para que aprendan a usar internet de manera responsable.
De la misma manera que desde edades tempranas les enseñamos a ser prudentes cuando cruzan una calle o a comportarse bien mientras están comiendo. En su relación con las nuevas tecnologías han de saber que sus contraseñas son solo suyas. Además de a tener cuidado con los extraños o no dar información personal a gente a la que no conocen, como el teléfono o el lugar donde viven.
Sin olvidar que las herramientas digitales aportan beneficios, hay que compaginarlas con el trato personal y otras actividades alejadas de las pantallas. Además de generar un ambiente adecuado para que depositen su confianza en algún adulto –mejor si son los padres–, y les cuenten sus contratiempos. Tanto si ocurren en la vida online como fuera de ella.
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