Ha visto los problemas del mundo desde una perspectiva que pocos han conocido. Y también se ha arremangado para intentar solucionar algunos de ellos.
Pedro Duque voló por primera vez al espacio el 29 de octubre de 1998 a bordo del mítico transbordador Discovery. Y el pasado mes de julio, tras la última remodelación del Gobierno, dejaba de ser ministro de Ciencia después de tres años en el cargo. Nos atiende por teléfono, ahora que su agenda está más liberada. “Uf, no tanto, no tanto”, bromea. “Un poco más liberada sí, pero tampoco tanto”.
Además de haber volado dos veces al espacio y ser el astronauta del Consejo de Ministros, este ingeniero madrileño ha sido director de operaciones del E-USOC, un centro de investigación espacial de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM). También ha sido director general de Deimos Imaging, una empresa española de tecnología satelital hoy en proceso de disolución, y ha liderado la Oficina de Operaciones de Vuelo de la Agencia Espacial Europea. En 1999 recibió el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional.
– Primer y único astronauta español. ¿Por qué nos cuesta tanto llegar al espacio desde España?
Creo que no hay nada especial. La Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés) tiene algunos sistemas muy exitosos, pero la prioridad de los vuelos tripulados siempre ha sido menor que en Estados Unidos o en China. Dentro de Europa, hay muchos países y hay que repartir entre todos. Así que me parece más o menos normal que solo haya habido un astronauta español. Pero esperemos que las decisiones cambien y se haga más por los vuelos tripulados.
«Por ahora no existe ningún programa en Europa o Estados Unidos con la financiación adecuada como para enviar personas a Marte».
– No es una competición, claro, pero son los mismos astronautas que países más pequeños como Dinamarca o Suecia y bastantes menos que Francia o Italia.
Siempre existe cierta proporcionalidad entre la inversión que hacen los países en los programas espaciales y la participación que tienen. Lo que ocurre, sobre todo en Italia, es que existe un presupuesto adicional para vuelos con astronautas. Un presupuesto que no entra dentro de la ESA. Italia, por ejemplo, mantiene programas conjuntos con la NASA en los que hay una contrapartida en vuelos espaciales.
Con esto quiero decir que proporcionalmente, en España, no estamos tan mal. Pero esto hay que mejorarlo. Cualquier inversión en innovación de alta tecnología acaba siendo rentable.
– La ESA tiene en marcha una nueva convocatoria de astronautas. ¿Qué se espera de esta nueva generación?
Participarán en los nuevos programas y, en particular, en los programas conjuntos con Estados Unidos para viajar a la Luna. Darán continuidad a la exploración espacial y tendrán que estar listos para lo que pueda venir en los próximos años, incluso programas más intensos. Por ahora, creo que les tocará participar en la exploración más allá de la órbita terrestre inmediata. Es una gran responsabilidad.
– Habla de otros programas más intensos. ¿Serán ellos los que lleguen a Marte?
Es difícil saber si se impulsará eso de forma importante o no. Por ahora, no existe ningún programa en Europa o Estados Unidos con la financiación adecuada como para enviar personas a Marte. Sí que es cierto que la nave Orion está pensada para poder hacer ese tipo de viajes. De hecho, con la tecnología de la Estación Espacial Internacional no sería tampoco muy difícil desarrollar un módulo espacial en el que se pudiese vivir.
Con esos elementos se podría dar un impulso a un viaje tripulado a Marte. Pero, de momento, no hay nada previsto. Creo que la siguiente generación de astronautas tiene suficiente trabajo por ahora con volver a la Luna.
«Todos somos parte de una nave espacial que vaga por el espacio a merced de los elementos».
– Ha estado dos veces en el espacio. ¿Qué se siente allí arriba?
Es una pregunta que es muy importante responder. Los que hemos podido estar en el espacio tenemos que intentar transmitir cómo es estar allí. Pero no es fácil de contar. Es una mezcla de muchas sensaciones. Responsabilidad por el trabajo que hay que hacer, satisfacción por haber podido participar en un programa de altísima tecnología, una gran sensación de paz porque hay mucho silencio…
Y la ingravidez permanente, que es algo que hay que experimentar para saber qué se siente. Para mí, es un sentimiento placentero y pacífico. Es un estado completamente innatural para el ser humano, pero se puede disfrutar.
– En las reflexiones de astronautas siempre aparece esa idea de que ver la Tierra desde el espacio nos recuerda que todos somos parte un mismo sistema único y frágil. ¿Nos daremos cuenta aquí abajo de lo mismo?
La perspectiva de vista de pájaro ayuda comprender la interdependencia de los habitantes de la Tierra. Todos dependemos de las consecuencias de las acciones de todos. Ahora lo vemos, en particular, con el cambio climático que hemos creado con nuestra actividad humana. La visión desde el espacio mejora mucho la empatía con esa idea de que todos somos parte de una nave espacial que vaga por el espacio a merced de los elementos.
En los años sesenta, las fotografías que enviaron los astronautas de las misiones Apolo dieron inicio a los movimientos ecologistas que propugnaban que todos somos pasajeros de una nave frágil que tenemos que cuidar.
«Para la vida en la Estación Espacial Internacional te preparas durante años, pero para ministro no existe preparación formal»
– Los desafíos son mucho más difíciles de solucionar desde la superficie. ¿Por qué se metió en política?
Fue consecuencia de reflexiones que llevaba muchos años haciendo. Sentía que era muy necesario que España participase en programas de alta tecnología y que el Estado dirigiese más recursos hacia la ciencia y la innovación. Y, como consecuencia, hacia las empresas, la industria y los sueldos de las personas. Por eso, cuando el presidente del Gobierno me dio la oportunidad, enseguida me di cuenta de que, para ser consecuente con lo que pensaba, la única opción era aceptar.
Creo que algo hemos conseguido. Hemos cambiado la mentalidad en algunos sentidos. En el Gobierno ha habido alguien que ha sacado a la luz constantemente la necesidad de invertir más en ciencia para mejorar el futuro de nuestros hijos. Este año tenemos un 60 % más de presupuesto para ciencia que el año pasado. Estamos entre los países que más fondos europeos estamos invirtiendo en ciencia e innovación. Y creo que de eso se trataba, en el fondo.
– El despacho de ministro no será tan pacífico como la Estación Espacial Internacional.
Es diferente. Para la vida estación espacial internacional te preparas durante años, pero para ministro no existe preparación formal. Hay que apelar a los conocimientos que uno tenga de antes. La estación espacial es más pacífica porque todo está programado, pero cuando todo está programado es más difícil tener iniciativas.
«No he dejado la política con mala sensación y creo que se han conseguido éxitos importantes. La puerta está abierta a todo»
– Ha sido ministro en una de las etapas más complicadas de la historia reciente de España, una en la que la ciencia está siendo protagonista. ¿Solo nos acordamos de ella cuando vienen mal dadas?
Ese es el cambio de mentalidad que he tenido la intención de implantar de forma permanente en la acción de gobierno. Debemos entender que apelar al conocimiento científico y al desarrollo tecnológico es algo rentable y pone las bases de la prosperidad del país a largo plazo. Tengo la esperanza de haber tenido cierto éxito, que a partir de ahora España sea un país que apuesta más por la ciencia y la innovación y entiende que hay que guardar para el futuro y no gastarlo todo en parchear los problemas del presente.
– ¿Se ha ido de la política para no volver?
No lo tengo del todo reflexionado. Dependerá de las oportunidades que se presenten. No lo he dejado con mala sensación y creo que se han conseguido éxitos importantes. La puerta está abierta a todo.
– ¿Qué desafíos tiene por delante la ciencia española?
Tiene dos grandes áreas de desafío. Una es lograr integrar el sistema para que las personas que seleccionamos para ser doctores puedan desarrollar su trabajo científico. Que no haya demasiadas personas con ganas que se queden fuere o con trabajos precarios durante muchos años.
El otro desafío, común en Europa, es traspasar los nuevos conocimientos científicos al valor económico, a la innovación. Un valor que abra posibilidades a los jóvenes. Que puedan aplicarse esos conocimientos para crear puestos de trabajo bien remunerados en la industria y en las empresas.
Y ambos son igual de complicados. Pero sin duda lo más complicado de todo es la labor de los científicos: mantenerse por delante en su área y publicar nuevo conocimiento con regularidad. Así que el trabajo de estar vigilantes para darse cuenta de cuándo ese conocimiento puede tener valor para la sociedad tiene que llevarse a cabo de una forma mucho más sistemática. Necesitamos poner en marcha unas estructuras incluidas en el proyecto de Ley de la Ciencia, que ahora mismo está en el Parlamento.
«Hay personas que tienen mucho dinero para gastar personalmente y es positivo que lo inviertan en desarrollo científico y no le den usos inmorales»
– Volviendo la vista arriba, estamos en medio de una nueva carrera espacial. ¿Qué podemos esperar de ella?
Creo que podemos esperar grandes cosas. Vemos continuamente aplicaciones prácticas y rentables de la tecnología que se emplea para ir al espacio. Está habiendo un gran incremento de la actividad y hay que ir con cuidado de que no vaya en detrimento de otras actividades. Pienso en las constelaciones de satélites de baja cota, que pueden entrañar riesgos si, por ejemplo, se pierde el control de sus trayectorias, pero también nuevas posibilidades. Antes de que existiese el GPS nadie habría pensado que podría llevar una ‘pantallita’ en el coche que le dijese dónde está y cómo llegar a los sitios. Esto va a ocurrir otras veces.
También tenemos ese desafío de la utilización del espacio para viajes. De momento son cortitos, de turismo y muy caros, pero así empezó la aviación. Quizá algún día nos podamos desplazar utilizando el espacio o pongamos hoteles en el espacio. Los técnicos, los ingenieros y los científicos que están estudiando esto tienen muy buenas perspectivas.
– ¿Qué significa para la ciencia que los millonarios del planeta tengan ahora sus propios cohetes?
Con su dinero están pagando a cientos de investigadores. Como científico, no creo que haya que hacerle ascos a ningún puesto de alta responsabilidad, ni remuneración. Hay personas que tienen mucho dinero para gastar personalmente y es positivo que lo inviertan en desarrollo científico y no le den usos inmorales.
No creo que haya nada reprobable en que los millonarios del mundo se fijen en el espacio y gasten su dinero en pagar científicos para construir cohetes con los que quieren impulsar otra economía. No estaría mal que las empresas participadas por todos, las empresas más públicas, se fijasen también en esa economía.
«Algún día nos daremos cuenta de que es prácticamente imposible que en otros planetas no haya lo mismo que hay aquí»
– Antes hablaba de los proyectos de constelaciones de satélites. Algunos de estos proyectos están cambiando para siempre la forma en que vemos las estrellas desde la superficie. ¿Nos acabaremos desconectando del sueño del espacio?
Algunos de estos satélites hacen marcas en las imágenes de los telescopios. Es un problema que hay que solucionar. Pero espero que consigamos desarrollar esa nueva economía espacial sin estropear la belleza del firmamento. Ya ahora mismo, si uno se tumba y observa el firmamento, siempre ve algún satélite. Pero está claro que no es lo mismo 100 que 10 000 satélites. Esperemos que podamos seguir enseñándoles a los niños las estrellas sin que su atención vaya a los miles de puntitos que se mueven.
– La verdad es que impresiona bastante la ristra de cientos de satélites de Starlink en movimiento.
Es cierto, impresiona bastante. Algo tienen que hacer. Esperemos que esto solo sea un estadio intermedio de la tecnología.
– La astronomía y la astrofísica, de la mano de la tecnología, nos han ido desplazando del centro del universo. ¿Nos mostrarán pronto que hay más vida que la nuestra en la inmensidad?
Es un poco aventurado, pero el intento de observar los planetas que pudieran tener vida e, incluso, de encontrar trazas de esa vida está en marcha. Tenemos varios proyectos en la ESA, como Cheops, y también en la NASA. Cada año que pase conoceremos muchos más planetas donde podría haber vida. Y quizá algún día inventemos una manera de demostrar que sí existe esa vida. Algún día también, cuando ese inventario tenga centenares de miles de planetas, nos daremos cuenta de que es prácticamente imposible que en otros lugares no haya lo mismo que hay aquí.
En Nobbot | El astrofísico Santiago Pérez va más allá de Venus: «El agua que bebemos es extraterrestre»
Imágenes | ESA, Moncloa