Los periodistas somos devotos seguidores de la religión del ombligo. Nos gusta regodearnos en los males que nos aquejan. Por cada problema, un lamento antes que una solución. El periodismo es víctima del síndrome de la plañidera. Y nos cuesta desembarazarnos de él por mucho que asumamos que así no vamos a lado alguno.
de gutenberg a Zuckerberg
Internet ha destrozado el modelo de negocio gracias al que hemos vivido los últimos dos siglos (del dios Gutenberg hemos pasado al dios Zuckerberg) y ahora deambulamos a lágrima viva por las redes sociales mendigando el cariño de los lectores que antes leían las páginas de nuestros periódicos y ahora se conforman con picotear lo que les llega a sus muros de Facebook o a sus cuentas de Twitter, sin importarles demasiado, por cierto, si lo que leen ha pasado por un mínimo control de verificación o se trata de una intoxicación salida de alguna granja de noticias falsas.
Hay razones para la queja. El edificio en el que trabajaba el periodismo que siempre hemos conocido se está muriendo de aluminosis. Pero, pese a lo que dicen los profetas que vaticinan el apocalipsis de los medios unas tres o cuatro veces por semana, lo que viene no es un remedo de Mad Max.
en periodismo sobran los augurios del armaggedon
Detrás del fin de la era de la imprenta no llega la negrura del fin de los tiempos ni nada que se le parezca y, por tanto, sobran los augurios del Armaggedon de los mass media y, también hay que decirlo, sobran esas añoranzas casi perpetuas de un pretérito paradisiaco que ni va a volver ni era tan sublime.
La melancolía del pasado tal vez funcione en las películas de Meryl Streep y en los telefilmes de las sobremesas de los fines de semana, pero no en el periodismo. Y no hace falta haber estudiado en las mejores escuelas del negocio del país para saber que la tristeza no es ningún modelo de negocio.
Por eso, en esto del futuro del periodismo, es mejor ahorrarse las lágrimas, mirar hacia adelante y tratar de adaptarse a la nueva realidad por la que transitarán los medios de comunicación en los próximos cinco años.
nuevos escenarios
De hecho, ya sabemos por dónde va a ir ese futuro que ya es presente y cuáles son los nuevos escenarios por los que nos vamos a mover. Por sintetizar, los podemos resumir en cinco ejes: la gran migración de los consumidores a los teléfonos móviles, la primacía de lo audiovisual, el traslado de la publicidad de los medios tradicionales a las grandes plataformas de distribución de contenidos (Google y Facebook), el auge de los bloqueadores de publicidad y la mudanza de la conversación ciudadana a las redes sociales, reconvertidas ya en las nuevas plazas públicas de la sociedad conectada.
De verdad, con sinceridad, ¿a alguien se le ocurre que hay otra alternativa para los medios que no sea la de adaptarse a estos cambios y a los que vayan a llegar? ¿Pueden vivir alejados de la realidad como ermitaños analógicos?
Las preguntas son retóricas. Pues claro que no pueden.
exploradores digitales
Todo esto de abrazar la innovación puede sonar a esas charlas de motivación que parecen hechas para abrirse un hueco en la selva de Youtube. Y en el peor de los casos, hasta al típico discurso relamido del gurú con ínfulas de Paulo Coelho dispuesto a ganarse la vida con cuatro eslóganes cursilones sobre el esfuerzo y la constancia, pero contiene un poso de verdad: no hay otra opción en los medios de comunicación actuales que no sea la de aprender de lo que ya han hecho los exploradores digitales que han dejado a un lado las protestas y han demostrado que lo que está en crisis no es el periodismo, sino el modelo editorial y de negocio en el que hemos trabajado.
No hablo sólo de las grandes organizaciones periodísticas como The New York Times o el The Washington Post, cuyos ejemplos de transformación digital nos estamos bebiendo como si fueran una novela por entregas o el Santo Grial que alumbrará nuestros desvelos.
Hablo también de las nuevas organizaciones periodísticas que se han desembarazado de los lamentos y se están buscando un lugar en el nuevo ecosistema del periodismo.
Por poner algunos ejemplos: en España, eldiario.es, El Confidencial, Infolibre, El Independiente, Voz Populi o Contexto. En Estados Unidos, Buzzfeed, Vice, Quartz, Politico o Huffington Post. Y en América Latina, El Faro o Animal Político.
¿Qué tienen en común todos ellos? Que, salvo un par de ellos, todos han nacido en la última década y están logrando cuentas de resultados cada vez más saneadas. ¿Y cómo lo han hecho? Ganándose la confianza de su comunidad y buscando nuevas vías de ingresos en un entorno marcado por la oferta infinita de contenidos y el parco interés de la audiencia en pagar por ellos.
Lo que estamos viviendo no es sólo una crisis; es, sobre todo, un cambio de época y de reglas del juego. Y cuanto antes se entienda en el negocio periodístico, antes acabaremos con la agonía del mundo viejo que está desapareciendo y antes nos daremos cuenta de la necesidad de adaptarnos al nuevo ecosistema si queremos seguir viviendo del periodismo y no de las relaciones públicas o cualquier otra rama de la comunicación.
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