Bacterias y virus ancestrales que se liberan para asolar la Tierra. Emisiones de metano descontroladas que recalientan el planeta hasta hacerlo inhabitable.
Las teorías que rodean el derretimiento del permafrost, una capa de suelo que permanece siempre congelada cerca de las zonas polares, son variadas. Puede que tengan un punto de exagerado y tremendista, pero casi siempre cuentan con una base científica. El deshielo del Ártico se está acelerando y, con él, el del permafrost. Si desaparece ese hielo protector, todo lo que hasta ahora había permanecido dormido ahí abajo podría liberarse, incluyendo inmensas cantidades de gases de efecto invernadero.
Un frigorífico estropeado
No sabemos cuánto tiempo hace que hay CO? en la atmósfera. Algunos estudios han señalado que ha estado con nosotros desde el principio, ayudando a que la Tierra retuviese el calor del sol. Tampoco sabemos cuándo empezaron a realizar la fotosíntesis las primeras plantas o algas, aunque se estima que fue hace al menos 3200 millones de años. Desde entonces, el ciclo de carbono, tal como lo conocemos hoy en día, está en marcha.
La fotosíntesis es una pieza central de este ciclo. Las plantas extraen el CO? de la atmósfera y se quedan con el carbono. Absorben un gas y crean vida. Cuando mueren, la materia vegetal entra en descomposición y el carbono vuelve a ser liberado. Una parte sigue su camino a través de otros organismos vivos y otra porción importante regresa a la atmósfera en forma de CO?. Y vuelta a empezar. Así ha sido durante cientos de millones de años y así seguirá siendo, con casi total seguridad, durante otros tantos.
En las regiones terrestres más frías del planeta, este proceso funciona de manera algo diferente. Bajo la superficie, en el permafrost, la descomposición de la vida se ha paralizado. Esta capa de suelo, que permanece congelada durante un mínimo de dos años (pero, por lo general, mucho más tiempo) funciona como una gigantesca nevera planetaria. Si la desenchufamos de golpe, todo ese proceso volverá a ponerse en marcha.
El impacto del deshielo del permafrost
El permafrost se concentra, sobre todo, en áreas circumpolares de Canadá, Alaska, Siberia y Noruega, aunque también se encuentra en el Tíbet y en algunas islas del polo sur. El Ártico sigue siendo una de las regiones más frías del planeta, pero es la que más se está calentando. Debido al cambio climático, la temperatura ha subido allí cuatro veces más que la media global. En algunas zonas de Siberia, los termómetros baten récords cada año y registran temperaturas medias 6?°C más altas que hace solo un par de décadas.
Una de las grandes consecuencias de ese calentamiento es que el permafrost se derrite cada vez más rápido. Un estudio reciente de la NASA ha señalado que el deshielo de este tipo de suelo está ya provocando daños en las infraestructuras, como grandes agujeros en la tierra, hundimientos de carreteras y líneas telefónicas cortadas. Y amenaza con liberar de golpe cantidades de carbono considerables, además de sustancias químicas y microbios que llevan miles de años congelados.
De acuerdo con el estudio, el permafrost ártico contiene cerca de 1,7 billones de toneladas de carbono que podrían liberarse en forma de CO? y metano, dos potentes gases de efecto invernadero. Eso es más de 50 veces la cantidad de carbono que los seres humanos generamos con nuestras actividades en 2019. Si todo ese carbono pasa a la atmósfera, crearía una especie de sistema de retroalimentación. A más gases, más calor. Y a más calor, más deshielo y más gases. ¿Es el permafrost una bomba de relojería climática?
“Los modelos actuales predicen que el permafrost liberará grandes cantidades de carbono a la atmósfera durante los próximos cien años, quizá antes”, explica Kimberley Miner, investigadora del Jet Propulsory Lab de la NASA y autora principal del estudio. Algunos escenarios contemplan una liberación gradual que ya ha empezado, mientras que otros señalan la posibilidad de que todo ese CO? y metano se expulse de golpe en poco tiempo, en unos meses. Los detalles concretos, por ahora, no los tenemos.
La respuesta está en todos lados
El trabajo de Miner se centra en qué está pasando a nivel microbiano. Mediante el análisis de la vida microscópica congelada, intenta entender qué ocurre con el deshielo del permafrost. Sin embargo, tanto ella como muchos otros investigadores polares coinciden en que es necesario tener un enfoque integral que estudie el máximo de variables posibles para entender de verdad qué pasa bajo la superficie del Ártico.
Las mediciones terrestres pueden aportar datos sobre los cambios del suelo en un punto concreto. Los estudios desde el área permiten cubrir secciones amplias en un momento determinado. Y los satélites monitorizan de forma constante los cambios en la superficie y las emisiones de gases. Integrar todas estas fuentes crecientes de datos es cada vez más complicado, pero muy necesario para entender la Tierra como un gran sistema en el que todo está relacionado. Y encontrar las respuestas para un futuro sin permafrost.
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