El sexto de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU busca garantizar la disponibilidad de agua limpia y saneamiento para todos. Para conseguirlo, uno de los pasos es lograr el acceso a servicios de higiene adecuados para poner fin a la defecación al aire libre antes de 2030.
Una tarea complicada si tenemos en cuenta los números: casi el 30% de la población mundial no tiene acceso a instalaciones de saneamiento óptimas. Y cerca de 900 millones de personas de 47 países diferentes se ven obligadas a defecar al aire libre. Algo que acarrea numerosos problemas de salud y conflictos sociales a personas de todas las edades.
Un problema de soluciones globales
ONG como We can’t wait u organizaciones como World Toilet Organization trabajan para poner fin a esta situación. Esta última se estableció con el objetivo de romper el tabú en torno a los inodoros y la crisis de saneamiento. Una sus primeras líneas de actuación es, por increíble que parezca, conseguir que se hable del tema.
Muchos países en vías de desarrollo establecen políticas de acceso a agua potable. Sin embargo, por tratarse de un asunto ‘delicado’, dejan de lado el tema de los inodoros. Desde 2001, los integrantes de World Toilet Organization han presionado a gobiernos y la comunidad internacional para priorizar el saneamiento en la agenda de desarrollo.
Su impacto en la salud
Contar con servicios de saneamiento inadecuados causa unas 280.000 muertes al año por diarrea. También contribuye a la transmisión de numerosas enfermedades (en muchos casos, mortales) como la disentería, la fiebre tifoidea, el cólera o la hepatitis. Además, y en parte como consecuencia directa de todas estas enfermedades, contribuye a la malnutrición.
Los más perjudicados son, a menudos, los niños. Según datos de la propia World Toilet Organization, la diarrea provocada por un mal saneamiento se cobra cada año la vida de más menores que el sida, la malaria y el sarampión (juntos). En 2013, tan solo la diarrea causó la muerte de 1.000 niños al día.
Las cifras son tan altas y las soluciones (aparentemente) tan sencillas que cada dólar invertido en agua y saneamiento genera un ahorro de 4,3 dólares en sanidad.
Consecuencias sociales
Sin embargo, el problema no termina una vez que se instala un váter. La ausencia de mantenimiento y limpieza provoca también numerosas enfermedades. Y entra en juego, también, la exclusión social.
Familias sin acceso a sistemas de saneamiento adecuados en sus viviendas se ven expuestas a la marginación o limitadas a la hora de conseguir un buen trabajo. El problema es especialmente grave para mujeres y niñas una vez que alcanzan la pubertad. De hecho, en algunas regiones del mundo, la ausencia de inodoros en las escuelas supone una de las mayores causas de abandono escolar entre las menores.
Esta carencia aumenta, además, la brecha de género y expone a muchas mujeres a otros problemas. Por ejemplo, en el estado de Delhi, en India, el 70% de las agresiones sexuales se da cuando las mujeres salen a hacer sus necesidades a la calle o al campo.
Dos vías: educación e infraestructura
Según un estudio realizado por WHO/Unicef, entre 1990 y 2015 el uso de inodoros creció del 54 al 68% a nivel mundial. Detrás de estas mejoras está el apoyo de los gobiernos de cada país, pero también el de organizaciones no gubernamentales.
World Toilet Organization, por ejemplo, trabaja con varias iniciativas. Con ellas (y según sus propias palabras) continúan movilizando una red internacional de socios, donantes y gobiernos, entre otros, para asegurar la salud, la dignidad y el bienestar de todos.
Una de las más significativas es World Toilet College. Esta tiene como objetivo educar en el correcto uso de los sistemas sanitarios. Lo consiguen formando a los operarios de limpieza y mantenimiento, educando en medidas de higiene y fomentando políticas públicas y de emprendimiento social. Desde 2005, han formado a más de 5.000 personas en India, China, Indonesia y Singapur.
Esta organización es también la creadora de SaniShop, una iniciativa social que capacita a empresarios locales para mejorar las condiciones de saneamiento de sus comunidades. Su actividad genera la demanda de inodoros y promueve su instalación por parte de albañiles locales. Se han centrado en Camboya, India y Mozambique.
Hueco para la tecnología
A la hora de encontrar soluciones entra en juego, también, la tecnología. La ONG We Can’t Wait hace referencia a un informe de Wasrag para señalar que un sistema de saneamiento sostenible debe ser “económicamente viable, socialmente aceptable y técnica e institucionalmente adecuado”. Además, debe ser respetuoso con el medioambiente y los recursos naturales.
Existe la posibilidad de usar tecnologías de saneamiento sostenibles como los sistemas sanitarios basados en biodigestores. Estos producen una mezcla que se puede usar para producir electricidad para cocinar. Es solo un ejemplo de tecnología que se adapta a las necesidades propias de cada lugar. La propia ONU recomienda aquellas soluciones basadas en la propia naturaleza y que aprovechan los ecosistemas para tratar los desechos.
Para cumplir los objetivos de las Naciones Unidas, habría que hacer llegar sistemas sanitarios seguros a casi 2.500 millones de personas en tan solo 11 años. Una tarea complicada en un planeta en el que más personas cuentan con un teléfono móvil que con un váter. Pero seguramente posible.
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