En pleno verano, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, anunció la intención de abolir el cambio de hora. La decisión de adoptar la hora solar o legal todo el año estaría a cargo de los Estados miembros. Por si no estuviera claro, la hora legal es la de verano. La que nos permite cenar al atardecer.
La declaración de Juncker llegó tras una encuesta a ciudadanos europeos. El 84% de los 4,6 millones de participantes dijo estar en contra del cambio de hora. En caso de abolición, la mayoría preferiría quedarse con el horario de verano. Finlandia y Lituania están entre los países más favorables. Pero también Estonia, Suecia y Polonia, así como Alemania y Austria. De hecho, tener una hora más de luz parece ser una preocupación sobre todo nórdica. Portugal, por su parte, ya ha asegurado encontrarse muy cómodo con el cambio de hora.
La introducción de la hora legal se remonta a principios del siglo XX y la idea se debe a Benjamin Franklin. El objetivo principal era el ahorro energético. Fue experimentada por primera vez en 1916 por Gran Bretaña. La duración del horario de verano ha cambiado con el tiempo. Hasta 1980, duraba de mayo a septiembre. De 1981 a 1995, aumentó de cuatro a seis meses. Desde 1996 dura siete. Comienza el último domingo de marzo y termina el último domingo de octubre.
Los efectos del cambio de hora sobre la salud
La abolición del cambio de hora es un tema largamente debatido. Para muchos, los beneficios económicos no compensan los desequilibrios que sufren las personas. El horario de verano sería culpable de hacernos vivir durante meses según ritmos diferentes a los circadianos. Los ritmos naturales del cuerpo. Sin embargo, la comunidad científica nunca ha condenado la hora legal de forma definitiva. En cambio, los efectos del cambio de hora sobre la salud son bastante evidentes.
Nuestro cuerpo tarda alrededor de una semana en normalizarse tras mover las manecillas del reloj. Por tanto, el cambio entre hora solar y legal puede provocar insomnio, ansiedad y nerviosismo. También se nota un mayor cansancio, menos concentración y rapidez de reflejos, pérdida de apetito e incluso problemas cardiacos. Según varias estadísticas, en los días posteriores al cambio, aumentarían incluso los accidentes de tráfico y en el trabajo.
Por otro lado, algunos investigadores afirman que los beneficios de tener una hora de luz solar adicional al día superan con creces las contraindicaciones. El sol tiene efectos positivos en el estado de ánimo. Especialmente en la capacidad del cuerpo para producir vitamina D. Un componente esencial también para el sistema inmunológico.
Hay que decir también que los efectos fisiológicos del cambio entre hora solar y legal se reabsorben bastante rápido. Más problemas tienen aquellos que viajan con frecuencia. O que residen en países donde la política obliga a vivir según un horario que no corresponde al natural.
Las mayores rarezas de los husos horarios en el mundo
La Unión Europea abarca tres husos horarios. Sin mencionar las posesiones francesas u holandesas en ultramar. La forma más lógica de establecer las zonas horarias sería la de cortar la Tierra en 24 rebanadas iguales. Cada sector representaría una hora del día.
Sin embargo, la realidad es que reina la confusión. Es el resultado de compromisos y necesidades políticas. En Europa, el caso más absurdo es precisamente el español. Un territorio ubicado más al oeste de Gran Bretaña, pero con la hora de París, Milán y Berlín. Como es bien sabido, se trata de un ‘regalo’ del dictador Francisco Franco que, en 1940, quiso tener el mismo horario que la Alemania nazi.
En un mundo ideal, China cubriría más o menos cinco zonas horarias diferentes. Pero, por decisión política, todo el país vive según el reloj de Beijing. Una forma de mantener unida a la nación, pero con consecuencias desagradables para quienes viven en las regiones occidentales. Es suficiente cruzar la frontera con Afganistán para encontrarse de repente tres horas y media antes.
Sin embargo, la mayor monstruosidad se produce a lo largo de la línea de cambio de fecha. Los que salieran un lunes de Hawái hacia las islas de Kiribati, un poco más al sur, de repente se encontrarían ya en pleno martes. Si bajaran un poco más al sur, en la Polinesia Francesa, volvería a ser lunes otra vez. Hay momentos en que se dan tres días diferentes en la Tierra. Cuando son las seis y media de la mañana de un sábado en Nueva York, son las 11:30 del viernes en la Samoa Americana. Y es pasada la medianoche del domingo en las islas Kiribati.
Remedio definitivo contra el jet lag
Por cada hora de diferencia, el cuerpo tarda un día entero en recuperarse. Si viajando de Londres a Madrid solo hace falta un día, para llegar hasta Beijing el organismo tardará seis días en reponerse. Algunos viajeros expertos aconsejan comenzar unos días antes a vivir según el horario del país de llegada. Otros prefieren cambiar los horarios de las comidas. Ahora también la ciencia se ha planteado el problema.
Un grupo de investigadores de Stanford ha desarrollado una tecnología para vencer el problema del jet lag. Se basa en el control de la exposición lumínica, que regula el ritmo circadiano. En un experimento, los investigadores sometieron a algunos individuos, mientras dormían, a una serie controlada de flashes y resplandores. El objetivo era engañar a los ritmos naturales del organismo y reprogramarlos con horarios diferentes. Funcionó.
Por tanto, cualquiera que desee mitigar los inconvenientes del cambio de hora puede someterse a esta lluvia de señales luminosas el día antes de partir. A su llegada, estará tan fresco como una rosa. Sin embargo, esta solución no parece estar al alcance de todos.
¿Cómo hacer entonces? Algunas aerolíneas han experimentado con un método similar. Airbus ha implantado unas luces led que pueden producir alrededor de 16.700 tonos de color diferentes. Las luces imitan la evolución de la irradiación solar a lo largo de un día. Así, la luz interior del avión se modifica y se adapta a la que el viajero encontrará a su llegada. Si aún así llegáramos cansados a nuestro destino, es porque viajar es hermoso, pero agotador.
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