A pesar de la insistencia de los científicos sobre las medidas de prevención frente a la COVID-19 y de las normas establecidas por las autoridades para asegurar su cumplimento, aún hay quien se resiste a comportarse de forma responsable para contener la pandemia.
lo mejor que podemos hacer para evitar el contagio, nuestro y de quienes nos rodean, es observar unas básicas medidas de higiene como lavarse bien las manos, no tocarse ojos, nariz ni boca, taparse con el codo al estornudar y al toser, utilizar mascarilla y mantener la distancia social. Nada que exija un esfuerzo titánico, más allá de lo que tiene que ver con un cambio en nuestras costumbres.
No nos cansamos de repetir queEl temor al castigo, en forma de sanción económica, suele resultar eficaz para generalizar estos comportamientos seguros. Sin embargo, aun así, hay personas que se resisten a adoptarlos, incluso sabiendo que se ponen en peligro. No hablamos aquí de quienes ni siquiera creen en la existencia de la COVID-19, sino de personas racionales que, aunque saben que el virus espera su oportunidad para contagiar, se muestran renuentes a cumplir con las medidas de prevención.
Más allá de las entendederas de cada cual y de lo bien o mal amueblada que esté la cabeza, hay factores psicológicos que influyen en este peligroso comportamiento, factores a los que ninguno somos ajenos.
la molestia de prevenir la covid-19
En una encuesta lanzada durante el confinamiento desde el Departamento de Psicología de la Salud de la Universidad Miguel Hernández, a la población general –1.015 participantes de todas las comunidades autónomas españolas; 37,3 % hombres y 62,7 % mujeres entre 13 y 80 años– el grado en que las medidas se consideraban molestas se asociaba a un mayor grado de incumplimiento informado.
Esto es así porque somos remisos a inhibir o controlar acciones que tenemos automatizadas, aunque sepamos que algunas de ellas nos ponen en riesgo según explican en The Conversation Rebeca Bautista y Carlos Enrique Falces, especialistas en Psicología de la Salud de la UMH.
No es el caso de esta niña que fue grabada en la puerta de un colegio y que se ha hecho tan popular, con razón, en las redes sociales.
Esta niña ha entendido todopic.twitter.com/FuMQ3ZnjHf
— Sara (@SMmad90) September 7, 2020
Otro elemento que explicaría esta resistencia sería nuestro sesgo optimista, esa forma de pensar que nos hace creer que lo malo es más probable que les pase a los demás. Bautista y Falces señalan que en multitud de encuestas y estudios realizados durante los últimos meses, las personas muestran un menor temor y riesgo percibido de que la enfermedad afecte a su salud o situación económica que a la de los demás.
“Este factor –añaden-puede contribuir a que se ignore o subestime la importancia de seguir las recomendaciones y, lo que es más problemático, a mantener la falsa percepción de que, en general, cumplimos más que el resto de la población, y que si no se mejora es debido al incumplimiento de los demás”.
contexto social
Los profesores de la UMH apuntan al contexto social como tercer factor determinante a la hora de despreciar las medidas de seguridad frente a la COVID-19. “Por ejemplo, lo que percibimos que hace la mayoría, o norma descriptiva, y lo que consideramos que es aprobado o preferido por los demás, o norma prescriptiva, afectan a nuestras decisiones”, afirman.
Por otro lado, la percepción de que los demás no cumplen con las recomendaciones o que no existe acuerdo respecto a su conveniencia abre la puerta a que nos relajemos en el esfuerzo o a que podamos justificar nuestras propias transgresiones.
En conclusión, Rebeca Bautista y Carlos Enrique Falces subrayan, en su artículo en The Conversation, la necesidad de tener en cuenta estos factores psicológicos a la hora de diseñar intervenciones que mejoren el cumplimiento de las conductas preventivas, más allá de los efectos disuasorios de las sanciones.