Como individuos, debemos enfrentarnos a un devenir vital no exento de problemáticas. Pero, como miembros de una masa social, nuestra responsabilidad no es menor. Vivimos en comunidad y esperamos contar el apoyo y la empatía de otros si nos sucede cualquier complicación. El efecto espectador, el fenómeno del que vamos a hablar hoy, pone en peligro todo esto.
¿Qué es el efecto espectador?
También llamado difusión de la responsabilidad. Se trata de un fenómeno de gran interés para la psicología social. Y lo que viene a decir, en pocas palabras, es que, cuando sucede una emergencia, hay más probabilidades de que nadie haga nada por socorrer a la víctima cuantas más personas haya observando ese suceso. En cambio, si sólo hay una persona contemplando la escena, las posibilidades aumentan.
¿De verdad nos comportamos así? ¿No somos capaces de ayudar a alguien que vemos que lo necesita? En 1968, conocimos ‘La intervención de los espectadores en emergencias: la difusión de la responsabilidad‘, un estudio que trató de demostrar el efecto espectador en un laboratorio.
Lo llevaron a cabo los doctores Darley y Latané y en él intervenían diferentes personas aisladas en habitaciones, que conversaban unas con otras a través de un micrófono y un altavoz. En un momento dado, uno de los interlocutores «sufría» un ataque de epilepsia. El tiempo que tardaban el resto de personas en avisar del problema variaba mucho si era un solo individuo quien estaba en conversación con la «víctima» o si eran varios los que escuchaban. Cuando sólo había una persona, el 85% de los sujetos reaccionaba pidiendo ayuda. Pero cuando hubo hasta seis individuos participando, ese porcentaje bajó hasta el 31%.
Pero, ¿por qué sucede esto? Hay varias explicaciones al fenómeno. Una de ellas es que, como espectadores, pensamos que otras personas intervendrán, quizá más capacitadas que nosotros, y su ayuda será más efectiva que la que nosotros pudiéramos dar. Esto es precisamente por lo que se le llama «difusión de la responsabilidad», pues esa obligación que sentimos como seres humanos de echar una mano a otro se difumina entre el grupo social con el que estamos. Otra explicación es que las personas nos dejamos llevar por lo que hacen lo demás, imitamos sus comportamientos para no llamar la atención y no destacar. Así, si nadie está interviniendo, lo más fácil es que nosotros tampoco lo hagamos, siguiendo la corriente general.
La era de Internet
la revolución tecnológica nos permite grabar a las víctimas en vez de ayudarlas, esta es nuestra evolución? #Barcelona
— ? (@drugaddictkid) 17 de agosto de 2017
El efecto espectador no es algo nuevo pero, desde luego, con las nuevas tecnologías y la llegada de las redes sociales sus efectos se han multiplicado. Cada vez más a menudo nos asaltan casos en los que, a una desgracia, un suceso, un atentado, una catástrofe meteorológica, se une la pasividad de los espectadores. Espectadores, eso sí, que no han dudado en grabar las imágenes y compartirlas a través de Internet.
Al efecto espectador se suma la necesidad que parecen tener ciertas personas por grabarlo todo, por registrar cada momento de su vida. Si somos capaces de compartir en nuestro perfil de Instagram hasta el café con leche que estamos tomando, ¿cómo resistirnos a grabar un terrible accidente que estamos presenciando? En este caso, el espectador sí siente que actúa. Ahora, gracias esos dispositivos, nosotros mismos podemos convertirnos en periodistas, difundir informaciones e imágenes de impacto. Ser relevantes para que otros vean lo que ha sucedido, pero no para las personas que sufren en ese momento, desde luego.
El efecto espectador genera constante debate público y, de hecho, ante los últimos casos conocidos, cada vez son más las voces que censuran a las personas que, ante un hecho grave, permanecen impasibles. Muchos son los que piden que no se compartan imágenes sobre catástrofes o accidentes pues pueden generar morbo e incluso alarma social en lugar de resultar informativas como a algunos les gustaría pensar.
Algunos ejemplos
De forma generalizada, se considera que el primer caso de efecto espectador se vivió en 1964. Kitty Genovese moría a manos de un asesino en serie mientras los vecinos y aquellos transeúntes que pasaban por la zona, no hacían nada por ayudarla. Fue un caso que impactó profundamente en la opinión pública e incluso fue el germen del estudio de Darley y Latané del que ya hemos hablado. Aún hoy se sigue recordando y usando como ejemplo en escuelas o universidades. De hecho, se ha convertido en una especie de «mito» legendario que investigaciones posteriores han tratado de desentrañar, desvelando que los hechos no fueron tal y como se contaron y que se ha fabulado una parte del relato.
No importa que el caso de Genovese se haya exagerado. La actualidad nos deja, cada vez con más frecuencia, más y más casos que nos hacen plantearnos qué pasa por la cabeza de aquellos que sufren el efecto espectador.
Uno de los sucesos más recientes se vivió este mismo verano. A principios de julio, en el festival de música Mad Cool, fallecía uno de los acróbatas que se encontraba trabajando en el espectáculo. Por supuesto, había mucho público asistiendo al evento y la reacción de muchos de ellos fue la de grabar con su móvil y colgar las imágenes en Internet. Muchos criticaron este comportamiento.
Otro caso que ha impactado a la opinión pública es el protagonizado por Akbar Ali, quien se desangró en plena calle (llevaba dos cuchillos clavados en las costillas) mientras los transeúntes miraban (o grababan con su móvil) sin hacer nada para socorrerlo. El hombre murió poco después en el hospital. Este caso es de finales de agosto.
Tan sólo unos días después, hemos sido testigos de un nuevo ejemplo. En este caso, además, se daba la circunstancia de que las víctimas del suceso son dos populares exconcursantes del reality show chileno ‘Doble tentación’. La pareja sufría un accidente de coche. El vehículo se incendió y provocó quemaduras en los chicos. Unas quemaduras que habrían sido menos graves si, como atestiguan quienes finalmente les echaron una mano, las primeras personas que llegaron al lugar del suceso hubieran tratado de ayudar a las víctimas en lugar de limitarse a grabarles en vídeo.
El efecto espectador ha existido siempre, sólo que ahora, las nuevas tecnologías evidencian su lado más cruento. Personas que prefieren grabar un suceso antes de intervenir para ayudar a una víctima. Un fenómeno social que nos horroriza pero que también nos hace preguntar: ¿qué haríamos nosotros en su lugar?
Imagen | Pixabay
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