Las cifras dramáticas que deja a su paso la COVID-19 lo ocupan todo. Pero el resto de virus no desaparece solo porque no estemos mirando.
6.600 niños han muerto en la República Democrática del Congo en un brote de sarampión que dura ya algo más de un año. En el país africano, que está a punto de dar por controlada la última epidemia de ébola, más de 300.000 personas se han contagiado de sarampión en los últimos 12 meses a pesar de que existe una vacuna efectiva desde los años 60 del siglo pasado. Y todo esto mientras la pandemia de COVID-19 llama a sus puertas.
Con tres brotes epidémicos en marcha al mismo tiempo, la situación en la República Democrática del Congo es excepcional. Pero la incidencia del sarampión, según los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), es también elevada en buena parte de África y Europa, el Sudeste Asiático y Brasil y Venezuela. Puede que esta realidad esté hoy desplazada de los grandes titulares que ocupa el nuevo coronavirus, pero cada vez más voces advierten de los riesgos de olvidarse de las otras enfermedades.
Un enemigo casi erradicado
2020 era un año señalado en el calendario de la lucha contra las enfermedades. A principios de la década de 2010, la OMS era optimista. Si las campañas de vacunación seguían marchando a buen ritmo, el sarampión estaría a estas alturas prácticamente erradicado. Pero algo se torció. En 2018, 140.000 personas (la mayoría, menores de cinco años) murieron por culpa de alguna de las cepas de sarampión que circulan por el planeta.
Las 90.000 muertes registradas en 2016 han sido el dato más bajo hasta el momento, un número que destaca frente a las más de dos millones de muertes anuales que se registraban antes de las primeras campañas de vacunación. Los datos definitivos de 2019 todavía no se conocen, pero todo apunta a que las cifras de muertes subirán. La OMS estima que ha habido alrededor de 800.000 personas infectadas en todo el mundo.
La realidad es que la lucha contra uno de los virus más letales para los humanos (fallecen entre el 15% y el 25% de los infectados) se ha visto frenada por diferentes motivos (entre los que se encuentra el auge de los antivacunas o el colapso del sistema sanitario de algunos países). A día de hoy, la enfermedad provocada por el morbillivirus del sarampión sigue siendo una de las principales causas de mortalidad infantil en el mundo.
Enfermedades que recuerdan otros tiempos
El sarampión había dejado de ser una causa de preocupación en Europa hasta que los brotes recientes de Italia, Francia o Ucrania lo volvieron a colocar entre las prioridades de salud pública. El riesgo a que lo contagios sigan aumentando en todo el mundo es real, sobre todo teniendo en cuenta que la lucha contra la COVID-19 acapara ahora mismo todos los esfuerzos.
Pero el del sarampión no es el único virus que preocupa a la OMS. Enfermedades que en Occidente nos recuerdan a otros tiempos siguen suponiendo serias amenazas en otras regiones del mundo.
La polio es quizá el mejor ejemplo. Hace 30 años, la enfermedad era endémica en 125 países y 350.000 personas se contagiaban cada año. Los números se han reducido en un 99% desde entonces (en España el último caso se registró en 1988). Pero en Pakistán y Afganistán sigue siendo endémica. La mayor parte de casos se dan en la frontera entre ambos países.
El cólera es otra de las enfermedades que más preocupa a la OMS. Cada año se registran entre 1,5 y cuatro millones de casos en el mundo que provocan entre 21.000 y 143.000 muertes. En esta caso, la culpable es la bacteria Vibrio cholerae, que sigue causando estragos en parte del África Subsahariana, la India, Afganistán y el Sudeste Asiático.
El ébola, el VIH o algunas cepas del virus de la gripe también podrían engrosar esta lista de enfermedades que no debemos dejar de lado. Sobre todo porque las conocemos bien y tenemos las herramientas necesarias para mantenerlas bajo control.
The world’s response to #COVID19 is as strong as the weakest health system.
As health services are stretched by coronavirus, it’s more important than ever to invest in and protect life-saving maternal, newborn and child health services. #ForEveryChild
— UNICEF (@UNICEF) April 13, 2020
Aislamiento, financiación y vacunas
El sarampión, la polio y el cólera son enfermedades que no pueden compararse con la COVID-19. Al contrario que esta última, llevan toda la vida con nosotros y hace tiempo que encontramos la solución para combatirlas en forma de vacuna. El problema es que la situación que ha provocado la pandemia amenaza con echar por tierra los esfuerzos de inmunización de los últimos años.
El caso de la República Democrática del Congo es paradigmático. La debilidad del sistema sanitario del país, la falta de fondos y la elevada tasa de natalidad hacen muy complicado mantener el ritmo de vacunación necesario para controlar el sarampión. En la actualidad se estima que menos del 60% de los niños del país han recibido una dosis de la vacuna. El sarampión es tan contagioso (cada enfermo contagia a entre 12 y 15 personas) que necesita que la tasa de población inmune sea superior al 93% para frenar la expansión de la enfermedad.
La OMS y la ONU han señalado que millones de niños en al menos 37 países no han recibido las vacunas correspondientes desde el inicio de la pandemia. ¿Las razones? Las medidas de confinamiento, la limitación de la movilidad y la paralización de las campañas de vacunación para redirigir la financiación del área sanitaria a la contención del nuevo coronavirus.
La COVID-19 suma más de tres millones y medio de contagios y 250.000 muertes. Es imposible mirar para otro lado. Sin embargo, olvidarnos del resto de virus que llevan siglos amenazando nuestra salud quizá no sea la mejor idea.
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