La COVID-19 ha cambiado nuestra relación con las enfermedades. Conocemos mejor cómo funcionan las epidemias y hemos entendido de la peor forma posible la importancia de la prevención.
Aunque ahora parezca imposible, hay riesgos más allá de la COVID-19. En España, los casos de dengue, zika y chikunguña importados han aumentado en la última década y se han registrado unos pocos casos de transmisión autóctona. Y el brote de fiebre del Nilo Occidental en Andalucía nos ha vuelto a recordar que el mundo es tan nuestro como de los virus, y también de los mosquitos.
Frederic Bartumeus, experto en ecología teórica y computacional e investigador del CEAB-CSIC, está detrás de Mosquito Alert, una plataforma de ciencia ciudadana que sigue el rastro de los mosquitos o, mejor dicho, de los vectores que hacen posible el contagio de muchas enfermedades. No en vano, el mosquito sigue siendo el animal más peligroso para el ser humano.
– La actualidad manda y, en el caso de los mosquitos, nos hace empezar por la fiebre del Nilo Occidental. ¿Qué tipo de condiciones se tienen que dar para que surja un brote como el de Andalucía?
El virus del Nilo Occidental [WNV, por sus siglas en inglés] circula en España desde hace años, tanto en aves como en caballos y, en particular, en Andalucía y en la zona de Doñana. Además, contamos con el mosquito común que es transmisor de este tipo de virus. Así que hace tiempo que el riesgo de enfermedades por este tipo de arbovirus en España no es nulo.
Además, tenemos presencia de mosquito tigre desde 2004 y con él existe riesgo de propagación de arbovirus como el dengue, el chikunguña o el zika. Algunas son enfermedades que históricamente han existido en la cuenca mediterránea. El dengue, por ejemplo, estuvo presente hasta los años cincuenta del siglo XX. enMás recientemente, en 2018, ha aparecido el mosquito del Japón en el norte del país. Es un transmisor de enfermedades menos potente, pero que hay que vigilar.
«En el dengue, el riesgo de contagio aumenta por la presencia de un nuevo vector, un mosquito invasor, y el incremento de los viajes internacionales y las probabilidades de que se importe el virus»
– Pero llevaban muchos años desaparecidas.
Se logró erradicar el riesgo, pero ahora reaparece con casuísticas muy distintas. En el dengue, por ejemplo, el riesgo de contagio aumenta por la presencia de un nuevo vector, un mosquito invasor, y el incremento de los viajes internacionales que disparan las probabilidades de que se importe el virus.
El caso del virus del Nilo Occidental es muy diferente. Tenemos dos especies de mosquito común autóctono, Culex pipiens y Culex perexiguus, que conviven en Andalucía y que son las potenciales transmisoras de la enfermedad a humanos. Además, el ser humano funciona como un callejón sin salida para el WNV; las personas no pueden seguir infectando.
Una cosa es un virus que se controla vigilando los reservorios animales y una especie común de mosquito y otra un virus importado de zonas endémicas por personas y que se transmite a través de un mosquito que está colonizando nuevos territorios. Son dos escenarios muy diferentes.
– En el caso del WNV, este año se han registrado varios brotes de la enfermedad en Europa. ¿Existe alguna razón concreta?
Es muy difícil estimar la densidad de población de las especies de mosquitos. Parece biología básica, pero es una tarea de muestreo y análisis ingente, plagada de sesgos. Por eso es complicado establecer qué está pasando con los mosquitos en Europa, pero podemos hacernos una idea.
Ha aumentado la urbanización, un entorno en el que el mosquito común y el tigre están muy bien adaptado. El cambio climático y el aumento de las temperaturas también son un factor importante, sobre todo, en el centro de Europa. En España lo que está pasando es que los ciclos de los mosquitos son cada vez más largos porque los inviernos no son tan fríos.
Lo mismo podría suceder con la lluvia, ya que los mosquitos necesitan entornos húmedos y agua encharcada. Sin embargo, estas especies urbanas han logrado ser más independientes del clima. Son capaces de completar sus ciclos en pequeños puntos de agua generados por el hombre, como tiestos, bidones, tuberías…
Los Aedes tienen origen en el Sudeste Asiático y África Subsahariana, pero han sustituido los bosques tropicales por la jungla de asfalto. Han cambiado los pequeños mamíferos arborícolas a los que pican por los seres humanos.
«El mosquito tigre es capaz de viajar con el ser humano, por ejemplo, en los coches, y coloniza el territorio de forma mucho más rápida de lo que su biología le permite»
– Por cerrar el tema del Nilo Occidental, ¿solo se considera como vector el mosquito común o también se están considerando otras especies?
En Andalucía se están teniendo en cuenta dos especies autóctonas, el Culex pipiens y el Culex perexiguus. Son los principales candidatos para la transmisión de este virus. El mosquito del Japón, un invasor del género Aedes, también es transmisor del WNV, aunque no es tan competente. No todas las especies tienen la misma capacidad de contagiar una enfermedad.
Además, el Aedes japonicus está identificado en el norte de España, pero el virus del Nilo Occidental está presente en el sur, así que el brote no puede estar relacionado con el mosquito del Japón. La presencia de japonicus en el sur está descartada.
– Con el Aedes japonicus, detectado en 2018, ¿cuántas especies invasoras de mosquito tenemos en España?
Son dos, el mosquito tigre y el mosquito del Japón. El tigre ya se puede considerar residente, está muy asentado en toda la costa este. Apareció en 2004 y en gran parte de España ya es un residente, más que invasor. Es un insecto que, además, sigue progresando hacia el norte y el centro de la Península. Es capaz de viajar con el ser humano, por ejemplo, en los coches, y coloniza el territorio de forma mucho más rápida de lo que su biología le permite.
En 2018 aparece el mosquito del Japón. Por ahora se trata de poblaciones pequeñas que han ido asentándose en Asturias y Cantabria y es muy probable que pronto se detecten en el País Vasco y en Galicia. Es un insecto más rural que se da en temperaturas algo más frías. Es el mosquito que más preocupa en el centro de Europa, donde está su mayor población.
– ¿La presencia del mosquito de la fiebre amarilla no se considera estable?
Este mosquito, el Aedes aegypti, fue detectado en Canarias en 2017. Esto puso en alerta al Ministerio de Sanidad. Es un mosquito que está en África y España es su vía natural de entrada a Europa. En Canarias se detectó a tiempo y se erradicó, eliminando el foco de cría. Por eso es una especie que hoy forma parte de Mosquito Alert para detectar de forma temprana su posible presencia.
A ningún entomólogo se la habría ocurrido ir a buscar Aedes japonicus al norte de España. Pero gracias a la ciencia ciudadana de Mosquito Alert se detectó y los científicos lo pudieron confirmar. A través de la ciencia ciudadana se ha estimado que podemos detectar la llegada de especies invasores hasta dos años antes.
– ¿Cuáles son los riesgos reales de contar con poblaciones de mosquitos invasores?
Vivimos en un mundo globalizado. Creo que la COVID-19 nos lo ha hecho entender mejor. En el caso de las enfermedades transmitidas por mosquitos, para que haya un brote necesitas densidad de seres humanos, densidad de insectos y densidad de virus. Si se unen estos tres elementos, se incrementa el riesgo de contagio.
Si hablamos de mosquitos muy adaptados a entornos urbanos, ya nos juntamos con dos de los factores. De momento, la gran ventaja es que los arbovirus como el dengue o el zika no circulan en España, prácticamente todos los casos son importados a través de viajeros. Digamos que la enfermedad llega a cuentagotas desde zonas endémicas y es fácil de controlar limitando los contactos entre personas infectadas y mosquitos.
«En orden decreciente de peligrosidad, nos preocupan el mosquito de la fiebre amarilla, el tigre y, por último, el del Japón»
– Mientras que otros mosquitos, como el tigre, suelen morir en invierno frenando la transmisión autóctona de las enfermedades, el japonicus resiste mejor las bajas temperaturas. ¿Esto conlleva un riesgo mayor de epidemia?
Ahora mismo, si viajamos a un país con dengue en diciembre y volvemos infectados, no existe riesgo de transmisión en España porque no hay mosquito tigre. Con el mosquito del Japón es diferente. Resiste mejor el frío, pero es no es un transmisor muy efectivo de enfermedades. En orden decreciente de peligrosidad, nos preocupan el mosquito de la fiebre amarilla, el tigre y, por último, y a distancia, el del Japón. De hecho, sabemos que Aedes japonicus tiene la capacidad de contagiar porque lo hemos visto en laboratorio, la evidencia en campo es sólo para WNV y encefalitis japonesa, pero no existe constancia de que haya causado ningún brote. El riesgo vectorial se estima ciertamente bajo y hay otras especies autóctonas más competentes en la transmisión de virus.
Antes de la COVID-19 estábamos esperando un brote de dengue. Era lo más probable por la acumulación de factores de riesgo, como hemos comentado. El pasado invierno hubo un gran brote de dengue en el Sudeste Asiático. Esto multiplicaba las probabilidades de sufrir un brote aquí este verano. Pero luego llegó la pandemia y se acabaron los viajes internacionales. El riesgo de dengue se redujo mucho.
– Aedes japonicus se detectó en primer lugar gracias a la app de Mosquito Alert. ¿Cómo funciona esta plataforma de ciencia ciudadana?
Mosquito Alert empezó con una idea sencilla: ayudar a identificar el mosquito tigre. Se trataba de generar datos de la presencia de una especie muy característica, urbana e invasora. En 2014, en un contexto de financiación muy escasa para los programas de vigilancia, se nos ocurrió que podíamos utilizar los móviles de la gente para controlar el Aedes albopictus. Vimos que funcionaba, que la gente sacaba buenas fotos de mosquitos y que los datos eran de calidad.
Después llegó el caso de Canarias y añadimos a Mosquito Alert el mosquito de la fiebre amarilla. Un día, en 2018, empezaron a llegar fotos del norte de España de un insecto que se parecía mucho al mosquito tigre. Cuando la revisaron los expertos entomólogos de la plataforma, confirmamos que era el mosquito del Japón.
«El problema no es la especie invasora en sí, sino la presencia de un vector de dengue, zika o chikunguña»
– ¿Cómo ha evolucionado el proyecto desde 2014?
Con el tiempo, Mosquito Alert se ha convertido también en una plataforma de información sobre las enfermedades. Hemos conseguido hablar de un tema preocupante y delicado. El problema no es la especie invasora en sí, sino la presencia de un vector de dengue, zika o chikunguña. El riesgo grave es sanitario.
Ahora estamos trabajando para extender Mosquito Alert más allá de España, para que sirva para hacer un seguimiento de todas las presencias invasoras y transmisoras de enfermedades que preocupan a nivel europeo. Así, haremos seguimiento de mosquito tigre, mosquito de la fiebre amarilla, mosquito del Japón, Aedes koreicus (mosquito de Corea) y el mosquito común, Culex pipiens. Son las cinco especies que más preocupan por ser vectores de arbovirosis.
– ¿De qué manera complementa Mosquito Alert el trabajo de los sistemas públicos de vigilancia?
La idea, desde el principio, ha sido integrar Mosquito Alert en el trabajo de vigilancia y gestión que ya se hacía. En este caso, no sirve de mucho hacer ciencia, crear mapas de distribución o estudiar la interacción de la especie con los factores climáticos si no se involucra la parte de gestión, el trabajo de los técnicos capacitados para hacer un control efectivo de las poblaciones de mosquitos.
Esta integración no ha sido sencilla. Primero tuvimos que convencer a los entomólogos de que su trabajo era esencial para el buen funcionamiento del proyecto. Después tuvimos que demostrar que generábamos datos de calidad para los gestores, convertir fotos sacadas por personas, puntos de datos sesgados, en una imagen completa de la presencia de mosquitos en el territorio.
«Mosquito Alert suma el poder de la tecnología móvil y el análisis de datos masivos para reforzar la vigilancia y el control de los mosquitos»
En estos años, Mosquito Alert también ha servido para que los gestores no trabajasen a ciegas; para que las trampas de muestro de los diferentes organismos de control se colocasen de forma más efectiva. En los dos primeros años de implementación, el 50% de nuevos descubrimientos de mosquitos se produjo gracias a la plataforma de ciencia ciudadana.
Por último, la plataforma ha servido para que los organismos competentes hagan una gestión más eficiente de las plagas. Hemos generado conocimiento para la toma de decisiones a partir de los datos de los ciudadanos. En resumen, Mosquito Alert suma el poder de la tecnología móvil y el análisis de datos masivos para reforzar la vigilancia y el control de los mosquitos.
– En Barcelona habéis dado un paso más para lograr un control inteligente del mosquito tigre. ¿Qué tecnologías integráis en este sistema?
Contamos con una red de trampas inteligentes que son capaces de contar los mosquitos que capturan e identificar su género y su especie. Estos datos se envían a una plataforma en línea de forma automática, lo que nos permite visibilizar la información en tiempo real. Se trata de un proyecto piloto en colaboración con la Agencia de Salud Pública de Barcelona que se suma al muestreo tradicional y a la información que nos envían los ciudadanos a través de Mosquito Alert.
Gracias al análisis de big data podemos integrar todos estos datos con fuentes de datos ambientales y elaborar mapas dinámicos. Creo que la COVID-19 nos ha señalado también la importancia de hacer ciencia en tiempo real, la relevancia de los datos para responder de forma rápida a los problemas y minimizar los riesgos.
– Cuando observamos los mapas de distribución de mosquitos del Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades (ECDC), vemos que para la mayoría de regiones no hay datos. ¿Qué hace falta para mantener un control real de la presencia de estos vectores de enfermedades?
Los mapas del ECDC son el mejor ejemplo de los mapas estáticos, mapas elaborados en base a datos del pasado, que no aportan información actualizada. Mantener así un control real de los mosquitos es muy complicado.
Por un lado, hay que invertir dinero en prevención. Por ejemplo, invertir en sistemas de alerta temprana que se anticipen a la llegada del mosquito de la fiebre amarilla. Si lo gastamos ahora, quizá tengamos controlada esta especie invasora y la incidencia de la enfermedad durante 10 años. Cualquier herramienta que nos permita anticiparnos al problema será útil.
Por otro lado, creo que es necesario apostar por los datos abiertos. Lo hemos visto con la COVID-19. La epidemiología abierta e integrada sirve de verdad para los gestores y para preparar a las personas ante situaciones excepcionales. Se trata de incorporar ciencia, gestión directa, acciones y ciudadanos, con la ayuda de la tecnología.
– Suena bien, pero, ¿es factible a corto plazo?
En un futuro creo que podremos llegar a tener predicciones de epidemias como hoy tenemos de meteorología. Hubo un tiempo en que se entendió que los mapas del tiempo eran útiles para todos. Para mí, la visión epidemiológica del futuro es esta, poder hacer predicciones sobre la incidencia del dengue, sobre la presencia de un mosquito o sobre los riesgos de determinadas zonas.
Esa sería la verdadera innovación, generar sistemas que son útiles para todos. Y en lugar de la gestión y flujo actual de datos en el contexto de COVID-19, de estar enviando datos en formato PDF, crear sistemas de generación de datos anonimizados y abiertos de forma más automatizada y que sirviesen de verdad tanto para los científicos, como para los que toman decisiones y los ciudadanos.
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Imágenes | Mosquito Alert/J.L. Ordóñez, Pixabay