Los sistemas GPS son una inestimable ayuda y la tecnología que se esconde tras de ellos ha revolucionado una parcela importante de nuestras vidas. Se lo debemos a Gladys West, que pronto supo que los números debían formar parte de su día a día.
La historia está repleta de mujeres convertidas en referentes indiscutibles dentro del ámbito científico. Son los casos de la científica escocesa autodidacta Mary Somerville y la primera mujer que consiguió un Premio Turing, o ‘Nobel’ de la informática, Frances Allen. También destacan las figuras de Rosalind Franklin, que dedicó su vida al estudio del ADN, y Mary Sherman, la primera científica de cohetes. Hay que añadir a este listado el nombre de Gladys West: las aportaciones de esta matemática afroamericana, que este año ha soplado las velas de su 91 cumpleaños, han sido claves en el desarrollo de los sistemas de posicionamiento global, más conocidos por las siglas GPS (Global Positioning System).
DE ORÍGENES HUMILDES
West nació en una localidad rural del estado de Virginia (Estados Unidos) llamada Sutherland. En concreto, en el seno de una familia de agricultores dentro de una comunidad de aparceros. Mientras que el padre alternaba su labor de granjero con otras funciones para la empresa del ferrocarril de la zona, la madre trabajaba en una fábrica de tabaco. Ya desde niña, supo que si quería cambiar la vida para la que a priori estaba predestinada, debía hacer algo al respecto. Halló en la educación la única salida posible.
Desde que entró en la escuela, sus profesores comprobaron que era una buena estudiante. Además, su familia siempre le apoyó. Sin embargo, como los recursos económicos de que disponía no eran suficientes, tuvo que esforzarse para conseguir una beca que le abriría las puertas a la Virginia State College, la actual Universidad de Virginia en 1948. Decidió especializarse en matemáticas, una materia que sobre todo estudiaban hombres, y mientras completaba sus estudios trabajó como niñera para pagarse todos los gastos a los que hacer frente. Se graduó en 1952 con una Licenciatura de Matemáticas y ejerció un par de años como docente para luego regresar a la universidad y completar un máster.
PRIMEROS PASOS EN EL MUNDO LABORAL
Su gran oportunidad le llegó poco tiempo después de concluir esta formación académica. Era 1956, tenía 26 años y fue contratada para el Campo de Pruebas Naval del Centro de Guerra de Superficie Naval de Dahlgren de Virginia. Empezó ejerciendo como programadora de ordenadores a gran escala para luego desempeñar otras funciones, lo que le permitió sumergirse en el desarrollo de sus primeros proyectos vinculados al análisis de datos de satélites. Nuestra protagonista, en el mismo instante de empezar a trabajar en estas instalaciones, se convertiría en la cuarta persona negra en forma parte de la plantilla. Otra de estas personas era el también matemático Ira West, que más tarde se convertiría en su marido.
Coincidiendo con los primeros años de la década de los sesenta, West participó en una importante investigación relacionada con la astronomía que demostró la regularidad del movimiento de Plutón en relación con Neptuno. Sus avances en materia de análisis de datos de satélites no se detuvieron y este esfuerzo se vio recompensado. Así, fue nombrada directora del proyecto Seasat, el primer satélite diseñado para observar y monitorizar los océanos, además de disponer de información de los mismos. Para ello, se diseñaron diferentes elementos como un radar de apertura sintética; sensores para reconocer el agua, las nubes y las superficies terrestres, así como otros específicos encargados de medir la temperatura del mar, y un altímetro por radar que mediría la altura del satélite. Seasat se convirtió en el primer proyecto que demostró que los satélites se podían utilizar para observar datos oceanográficos útiles.
GEOSAT, un proyecto clave
La experiencia adquirida en el proyecto Seasat fue muy importante. Permitió que West y su equipo ‘dieran forma’ a Geosat, un satélite programado para crear modelos informáticos de la superficie de la Tierra. Al enseñarle a una computadora a tener en cuenta la gravedad, las mareas y otras fuerzas que actúan sobre la superficie de la Tierra, idearon un programa que podía calcular con precisión las órbitas de los satélites. Estos cálculos ayudaron a determinar un modelo para la forma exacta de la Tierra llamado geoide. Es este modelo, y sus actualizaciones posteriores, el que permite al sistema GPS realizar cálculos precisos de cualquier lugar de la superficie terrestre. A lo largo de este proceso, Gladys West tuvo que emplear diferentes algoritmos complejos que tuviesen en cuenta tanto las fuerzas gravitaciones como mareomotrices y otras que ‘distorsionan’ la forma de la Tierra.
Aunque todos los hallazgos que realizó se publicaron en una guía de 51 páginas en 1986, la labor de West no fue redescubierta hasta que un miembro de Alpha Kappa Alpha, la hermandad a la que pertenececió en su época universitaria, leyó una breve biografía que la matemática envió con motivo de un acto organizado años más tarde.
RECONOCIMIENTOS
Todas las horas de trabajo, la dedicación y el empeño que puso han sido reconocidas públicamente. Uno de los actos más significativos provino del Comando Espacial de la Fuerza Aérea, que incluyó a Gladys West en el Salón de la Fama de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. Asimismo, la BBC incluyó su nombre como parte de la lista de las 100 mujeres de 2018. Esto es ahora, porque a lo largo de su trayectoria laboral tuvo que afrontar diversas dificultades. No solo por su condición de ser mujer, sino por el color de su piel.
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Imágenes | US Air Force/Wikimedia Commons, U.S. Navy/Wikimedia Commons y Edgar Moran/Unsplash