Los seres humanos siempre nos hemos fiado de nuestro cerebro, de nuestra capacidad de observación, de nuestro sentido común. Y eso, a pesar de todas las malas pasadas que nos ha jugado esta estrategia. Cuánto nos cuesta darnos cuenta de que la Tierra no es plana. Cuánto nos resistimos a dejar de ser el centro del Universo.
Hoy, de hecho, seguimos viéndonos como los reyes del reino animal y vegetal. Pero parte de la investigación científica sigue empujándonos fuera de nuestra zona de confort. Los animales (y las plantas) sienten, piensan y se relacionan como nosotros; los animales han creado también sociedades complejas.
Todo empezó con los monos
Sí, los seres humanos somos primates, pero no van por ahí los tiros. Fue con nuestros parientes, chimpancés, gorilas y orangutanes, con quienes empezó a cambiar nuestra percepción del mundo. Analizando sus hábitos y su organización, se describieron a mediados del siglo XX las primeras culturas animales.
Después se fueron señalando más y más complejidades, roles, sistemas de comunicación y educación… Los primates eran capaces de usar herramientas, discurrir soluciones ante imprevistos y, lo más importante, contárselas a sus iguales y transmitirlas de generación en generación. Hoy sabemos, además, que no es algo exclusivo de nuestro orden de los mamíferos. Miremos donde miremos, encontramos rastros de sociedades y culturas animales.
En medio de esta vorágine de descubrimientos, otra teoría ha ido tomando forma. Manejar sociedades e interactuar nos cuesta mucho esfuerzo. Las relaciones y sentimientos complejos como la empatía requieren gran capacidad cerebral. Así, se ha empezado a teorizar sobre que las sociedades complejas necesitan cerebros complejos. En los 90, esta teoría tomó forma también con primates. Hoy va mucho más allá.
Las grandes sociedades submarinas
Si hay un orden de mamíferos que no ha dejado de sorprendernos en las últimas décadas son los cetáceos. Ahora, un estudio en el que colaboran la Universidad de Manchester, la Universidad de British Columbia (Canada), la London School of Economics and Political Science y la Universidad de Stanford (Estados Unidos) sugiere que los cerebros de delfines y ballenas han evolucionado de forma similar al humano.
Surcando los océanos del mundo, habrían desarrollado lo que se conoce como un encéfalo social. Para llegar a esta conclusión, la investigación, cuyos resultados se han publicado en Nature, ha analizado los comportamientos de más de 90 especies de cetáceos, incluyendo delfines, ballenas y marsopas.
La principal conclusión es que sus cerebros, como los nuestros, han evolucionado para resolver los problemas asociados a un entorno social desafiante, rico en información y dinámico. Estos son los comportamientos que los investigadores han descrito en los cetáceos, comportamientos no muy alejados de los nuestros.
- Relaciones y alianzas complejas. Trabajo en equipo para el beneficio mutuo.
- Transferencia social e intergeneracional de técnicas de caza y uso de herramientas. Vamos, un sistema educativo. Es el caso, por ejemplo, de una población de delfines nariz de botella en Australia. Han aprendido a cubrir su hocico con esponjas marinas en forma de cesta para cazar más peces y no hacerse daño con las rocas. Se pasan el conocimiento de madres a hijas, generación tras generación.
- Caza cooperativa, no solo dentro del mismo grupo, sino incluso entre especies. Las técnicas de las orcas son de las avanzadas que han sido descritas y, además, varían de población en población, adaptándose al entorno.
- Sistemas de sonidos complejos a modo de lenguaje. Se han llegado a describir los nombres propios de cada espécimen e, incluso, dialectos entre diferentes grupos separados entre sí.
- Empatía con las crías del grupo y cuidados parentales de cachorros que no son suyos, asegurando la supervivencia de la sociedad como grupo.
- Multitud de juegos sociales.
¿Van a conquistar el mundo?
Diferentes series de ficción han parodiado la inteligencia de los cetáceos en los últimos años. En un episodio de Los Simpson, los delfines incluso abandonan el mar para hacerse con el poder en la ciudad de Springfield. Si son tan inteligentes, ¿podrán dominar el mundo como los humanos?
“Los cerebros, la estructura social y el comportamiento de los mamíferos marinos ha evolucionado de una forma única, de la misma manera que los cerebros y las sociedades de humanos y otros primates han hecho. Sin embargo, nunca llegarán a imitar nuestras grandes ciudades ni nuestras tecnologías, porque no han desarrollado un pulgar oponible”, explica Susanne Shultz, bióloga evolucionista de la School of Earth and Environmental Sciences de la Universidad de Manchester.
Quizá sea esa extremidad rechoncha la que tenga la clave de la individualidad humana. Y es que, para los investigadores participantes en este estudio, sus principales consecuencias no tienen solo que ver con la biología marina, sino con la antropología.
Al fin y al cabo, aceptar que un chimpancé se comportaba como nosotros, dado su obvio parecido, quizá no haya sido tan difícil. Ahora bien, pensar que las marsopas tienen sociedades tan complejas como las nuestras es otra historia. Quién sabe si algún día descubriremos complicadas culturas en el mundo de las amebas. Quizá entonces todavía podamos consolarnos con nuestro pulgar oponible.
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