Es una de las preguntas que más se hacen ahora los ciudadanos, y sobre todo los que han pasado la enfermedad. ¿Hasta qué punto alcanzamos la inmunidad si hemos desarrollado anticuerpos contra la COVID-19?
Lo primero que hay que decir es que existe mucha incertidumbre en torno a ella porque los investigadores y médicos que la tratan han tenido muy poco tiempo para analizar sus síntomas y consecuencias. Para establecer certezas sobre una enfermedad, por lo general se necesitan años o décadas. Sin embargo, la urgencia en este caso está obligando a la comunidad científica mundial a adelantar hipótesis en cuestión de semanas o meses.
¿Cuánto dura la inmunidad natural que proporcionan los anticuerpos que generan los pacientes de la COVID-19? Como decimos, no hay una verdad absoluta, pero los estudios empiezan a dejar claras algunas evidencias.
En general, confirman que la inmunidad natural dura menos de lo que se esperaba cuando se desató la pandemia. Y también sugieren que el nivel de gravedad de la infección puede estar relacionado con la magnitud de la respuesta de los anticuerpos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) es cauta, y dice que no ha transcurrido suficiente tiempo para saber con certeza cuánto tiempo dura la inmunidad. En realidad, los expertos de la organización confiaban en que el coronavirus causante de la COVID-19 se comportara como otros coronavirus del pasado, como el MERS o el SARS, que generaban en los pacientes una inmunidad de un año o más tiempo.
los carnés de inmunidad no son muy eficaces
Sin embargo, los últimos estudios no dan pie a mucho optimismo. Uno reciente del King’s College de Londres realizado entre más de 90 pacientes asegura que los niveles de anticuerpos contra el virus alcanzan su máximo a las tres semanas del inicio de los síntomas.
Pero también señala que a los tres meses desaparecen. Esto significa que una persona que haya pasado la enfermedad puede volver a infectarse. Además, el estudio británico confirma niveles de anticuerpos más altos y duraderos en las personas que habían estado graves.
Otro estudio elaborado por investigadores chinos y publicado en la revista ‘Nature’ a finales de junio confirma que los anticuerpos solo están presentes los dos o tres primeros meses desde que se supera la infección. Estos hallazgos ponen todavía más en duda los llamados “carnés de inmunidad”, con los que algunos países quieren permitir a las personas que dan positivo por anticuerpos volver a trabajar y a viajar.
Los expertos indican que más que “carnés de inmunidad”, lo más conveniente es seguir con las medidas habituales de distancia social, higiene personal, aislamiento de grupos de alto riesgo, pruebas generalizadas y rastreos.
Además, estas investigaciones meten presión a la industria farmacéutica y a los muchos equipos y laboratorios que ahora están desarrollando una vacuna contra la COVID-19. El problema es que si la inmunidad dura tan poco, se necesitarán protecciones más fuertes o una administración reiterada de la vacuna, lo que complica el escenario.
Muy lejos de la inmunidad de grupo
Raquel Yotti, directora del Instituto de Salud Carlos III, el principal organismo investigador del sistema de salud en España, ha afirmado que cualquier inmunidad “puede ser incompleta, transitoria y luego desaparecer”.
Hay que recordar que en España se ha realizado el mayor estudio de seroprevalencia de Europa, que involucró a 61.000 participantes. Se hizo para calibrar, a través de análisis de sangre, la manifestación general de la COVID-19 entre la población. El resultado fue que solo el 5% de las personas tiene anticuerpos contra el virus, y demostró también que la inmunidad disminuye después de unas pocas semanas.
Además, dejó claro que estábamos muy lejos de la llamada inmunidad de grupo o de rebaño, imprescindible para frenar la enfermedad y que requería que al menos un 60% estuviera o hubiese estado infectada.
La otra inmunidad: la celular
Por último, hay otro factor que añade más incertidumbre a la cuestión de la inmunidad natural ante la COVID-19. Pero que también da más esperanzas. Y es que para descubrir nuestra inmunidad no nos vale sólo con medir la cantidad de anticuerpos que hemos generado. Esto es así porque hay una inmunidad que proviene de esos anticuerpos, que en realidad son proteínas que nuestro organismo produce para combatir las infecciones, pero hay otra que es celular.
La llamada inmunidad celular es la que ejercen las células inmunes de memoria: los linfocitos B y T, que se originan en la médula ósea. Estas células pueden entrar rápidamente en acción para iniciar una nueva respuesta del organismo si se reencuentran con el virus. Estos linfocitos son capaces de reconocer secuencias de un virus, de una bacteria o de un agente infeccioso, incluso cuando llegan por otras vías.
En este sentido, un trabajo colgado en el servidor bioRxiv muestra que muchas de las personas con COVID-19 leve o asintomático logran su inmunidad gracias a las células T, incluso después de haber dado negativo en la prueba de anticuerpos. De hecho, hay investigaciones que indican que las personas que han desarrollado inmunidad gracias a las células T doblan a las que lo han hecho gracias a los anticuerpos.
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