En octubre de 1957, la Unión Soviética conseguía poner en órbita su primer satélite espacial. EE.UU no lo hizo hasta tres meses más tarde, con el lanzamiento del Explorer I. Daba comienzo así la carrera especial entre las dos potencias, que terminaría casi 20 años después.
Esos tres meses de diferencia habían dado a la URSS ventaja en la carrera. Y generaron presión a los científicos norteamericanos, que veían con frustración cómo sus cohetes no conseguían despegar con la fuerza suficiente como para ponerse en órbita. Hasta que entró en juego Mary Sherman Morgan: la científica que ideó el hydyne, el propulsor que envió al espacio el Explorer I.
Química durante la II Guerra Mundial
La historia de Mary Sherman Morgan comienza en 1921 en una granja de Dakota del Norte. No hay mucha información sobre sus primeros años de vida, ya que, como escribió su hijo George D. Morgan muchas décadas después, “los Sherman nunca fueron buenos preservando sus memorias”.
Sí se sabe que durante su infancia dedicó mucho tiempo a trabajar en la granja. De hecho, sus padres no la enviaron a la escuela hasta que los servicios sociales les obligaron a hacerlo. En aquel momento, Mary tenía ya ocho años. Sin embargo, este retraso no pareció afectar a su rendimiento ni a su motivación: tras la educación secundaria, se inscribió en la Minot State University de Dakota del Norte para estudiar química.
El primer trabajo de Mary Sherman fue en la fábrica de municiones Plum Brook Ordnance Works. Allí estuvo encargada de la fabricación de material explosivo como trinitrotolueno (TNT), dinitrotoluenes (DNT) y pentolitas, durante los años que duró la II Guerra Mundial. Consiguió este empleo como tantas otras mujeres durante esos años: muchos hombres habían salido del país para luchar en Europa u otras partes del mundo, y escaseaba la mano de obra. El dueño sabía que Mary tenía conocimientos de química y la contrató.
El puesto marcó su vida: por un lado, tuvo que dejar sus estudios de química en la universidad. Por otro, le daría la experiencia necesaria para lograr otro en la North American Aviation con el que cambiaría la historia aeroespacial norteamericana.
La división Rocketdyne
Una vez terminada la guerra, ya no tenía tanto sentido seguir produciendo explosivos. Mary Sherman solicitó un trabajo en North American Aviation, una importante empresa de fabricación de aviones. A pesar de no contar con un título universitario, lo consiguió y se mudó a Canoga Park, California. Allí pasó a formar parte de la División Rocketdyne, con un objetivo principal: calcular matemáticamente el rendimiento esperado de los nuevos propulsores para cohetes.
Estaba en el sitio adecuado en el momento adecuado. La agencia espacial estadounidense no conseguía dar con la clave para impulsar sus naves al espacio. La cuenta atrás había empezado y la presión crecía: necesitaban mejorar sus propulsores. Una tarea que encomendaron a la División Rocketdyne de la North American Aviation, y que pasó a liderar Mary Sherman Morgan.
Tras semanas de investigación dieron con el resultado: el hydyne. Una mezcla formada por un 60% de dimetilhidracina asimétrica (UDMH) y un 40% de dietilentriamina (DETA). Probaron el potente propulsor en varios vuelos antes de realizar el definitivo: el 31 de enero de 1958, a las 22:48 horas, los norteamericanos lanzaron el Explorer I a bordo del cohete Juno I. Estuvo en órbita hasta el 31 de marzo de 1970, fecha en la que se precipitó al océano Pacífico.
Mary Sherman consiguió ser la líder técnica de la investigación y marcar un antes y un después en la historia norteamericana, a pesar de ser la única mujer entre 900 ingenieros y la única sin una carrera universitaria. Sin embargo, sus logros cayeron en el olvido. O, más bien, nunca llegaron a recibir el reconocimiento merecido.
‘Top secret’
La primera científica de cohetes murió el 4 de agosto de 2004 en California. Tras su fallecimiento, su marido (un ingeniero que trabajó con ella en la división Rocketdyne) pidió al hijo de ambos, George D. Morgan, que escribiese un obituario para el ‘Times’. Y George D. se puso manos a la obra.
Comenzó a escribir lo que sabía sobre la historia y el trabajo de su madre. Que era poco: Mary Sherman desarrolló gran parte de su trabajo durante los años del mandato del senador McCarthy y la Guerra Fría. Fue clasificado como «altamente secreto”, y, si algún empleado daba detalles de lo que hacía, podía ser acusado de traición. Por este motivo y, según sus familiares, su modestia, Mary Sherman nunca quiso dar a conocer su trabajo y sus logros personales.
Por ello, cuando su hijo envió el obituario al ‘Times’, recibió una respuesta negativa: no podían publicarlo, ya que los datos no se podían contrastar. Era cierto: “El registro histórico en las partes no aeronáuticas del sector aeroespacial ha sido extremadamente malo”, escribió George D. Morgan tiempo después. Motivo por el que comenzó, él mismo, a estudiar la carrera de su madre.
Años después, escribió una obra de teatro, ‘Rocket Girl’, que se ha interpretado en el California Institute of Technology (Caltech). Publicó también un libro, ‘Rocket Girl: the story of Mary Sherman Morgan, America’s first rocket scientist’, que puede encontrarse en Google Books o en Amazon, sin ir más lejos. En él cuenta la historia de la mujer que cambió el rumbo de la historia espacial norteamericana (y, en consecuencia, del mundo entero).
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Imágenes | WikimediaCommons/George Morgan, WikimediaCommons/NASA, Unsplash/SpaceX