A finales de octubre de 2017, el portal web de la Universidad de Cambridge quedó colapsado debido a las más de 670.000 visitas recibidas. No era un ataque DDoS, ni trolls, ni una advertencia de Anonymous, sino usuarios reales en busca de un documento de 1966. Buscaban conocimiento “obsoleto”.
Este documento era la tesis doctoral de Stephen Hawking, físico teórico, astrofísico, cosmólogo y divulgador, titulada Propiedades de universos en expansión. A pesar de que el copyright lo sigue teniendo Hawking, el documento fue liberado al mundo, y los internautas demostraron la querencia actual hacia la ciencia libre.
Una elevada demanda de ciencia libre
Hay una alta demanda de ciencia libre por parte de la ciudadanía, conjunto entre el que se encuentran los internautas, comunidad algo más activa en sus peticiones. Esto se demuestra con el crecimiento y rápida aparición de programas divulgativos en forma de audio (podcast, programas de radio, radio por Internet) o vídeo (canales de YouTube, programas de televisión).
Hace unos días, Antonio Martínez Ron (le mencionamos por su estrategia de hilos tuiteros), Javier Peláez y Javier Álvarez, divulgadores científicos, recibían el Premio Ondas Nacional de Radio al Mejor programa, Radio o Plataforma Radiofónica de Emisión Online gracias a su podcast sobre ciencia y divulgación Catástrofe Ultravioleta.
Este programa lleva varias temporadas en antena (iVoox) y, como Coffee Break: Señal y Ruido o Radio Skylab, no dejan de acumular seguidores en las redes sociales. Estos dos últimos programas, junto a Catástrofe UV, arrancaron como modestos programas de una hora de duración, pero debido a la alta demanda algunos episodios (suelen ser semanales) se han especializado y llegan a las tres horas.
Hilando a Stephen Hawking, la actualidad y estos podcast, dejamos el último de Radio Skylab sobre el asteroide Oumuamua, un cuerpo espacial extraño por sus dimensiones del que se sabe que viene de otro sistema solar y del que Hawking pretende demostrar que no es un artefacto artificial alienígena.
¿Qué supone la ciencia libre para los ciudadanos?
Hemos hablado en alguna ocasión sobre la ciencia abierta, la posibilidad de inclusión de la ciudadanía en el proceso científico (incluso cuando no dispongan de una formación técnica avanzada). La ciencia libre tiene muchos puntos en común con esta ciencia abierta, al menos aquellos que buscan hacer a los ciudadanos más críticos y razonables.
Si la hemos representado adrede como una bola blanca de algo que parece energía en la cabecera del artículo es porque la ciencia libre representa posibilidades y va más allá de herramientas científicas más tangibles, como microscopios y batas de laboratorio. La ciencia libre busca dejar disponibles tantos estudios publicados (papers) como sea posible a la ciudadanía.
Solo cuando una gran cantidad de textos estén a disposición de los lectores, estos disponen de herramientas para comprender el mundo que les rodea. Y es que la mayoría de los estudios científicos (muchos de ellos pagados a través de las universidades públicas con dinero de todos) acaban en revistas especializadas de costoso acceso.
En el caso de la tesis doctoral de Hawking, hemos visto cómo casi 700.000 personas –entre las cuales algunos son investigadores y periodistas, pero cuya mayoría son ciudadanos “de a pie”– descargaban la documentación durante la primera semana. A estas alturas, es probable que se hayan superado las dos millones de descargas debido al efecto llamada.
¿Cómo cambiará la ciencia libre y abierta la educación?
La UE lanzó en 2016 un comunicado en el que solicitaba a todos los países miembros que hiciesen libre y abierta su ciencia. Aunque no era una ley, ni una orden, se espera que para 2020 alguno de los países haya dado el paso, en busca de tres puntos que los ministros de Ciencia, Innovación, Comercio e Industria de la Unión Europea consideran claves y de los que dejan constancia en Horizon 2020:
- Compartir el conocimiento libremente
- Conseguir un acceso abierto
- Lograr una reutilización de los datos de investigación
La educación lleva años cambiando gracias al ecosistema digital, con objeto de adaptarnos no solo a un sistema laboral que muta y se transforma cada pocos años en busca de nuevos profesionales, sino también a las demandas del cerebro de científicos con el que nacemos. A la curiosidad y el afán de aprendizaje, que las redes han demostrado creciente.
La innovación abierta y la ciencia libre son necesarios en este nuevo modelo de educación porque ofrecen posibilidades, y cerramos con un ejemplo futurible sobre una tarea de universidad:
Frente a la clásica tarea en la que todos los alumnos leen el mismo texto y realicen trabajos casi clónicos sobre la temática, el profesorado podría acceder a una biblioteca con tantos papers como alumnos hay en la clase; distribuyendo un artículo científico consolidado a cada alumno, y formando grupos para que realicen limitados (aunque interesantes) estudios relacionales, haciendo partícipes de la creación de cultura científica a los propios alumnos.
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