El mundo gira alrededor de una idea. La del trabajo como motor para producir más, ganar más y consumir más. Mientras tanto, el planeta se desgasta y empieza a mostrar síntomas, cada vez más frecuentes, de que no llevamos el ritmo adecuado.
Al mismo tiempo que numerosas fuerzas económicas se centran en aumentar la capacidad de trabajo, otros miran hacia otro lado. Y contemplan la idea de trabajar menos horas para reducir el impacto que nuestra actividad tiene en el medioambiente.
LA CARA menos sostenible de nuestro trabajo
Cuanto más trabajamos, mayor es nuestra huella de carbono. Cada jornada laboral nos desplazamos de nuestros hogares a las oficinas, utilizamos transportes públicos o privados y hacemos uso de fuentes de energía. En otras palabras, consumimos recursos y generamos bienes y servicios destinados, también, a ser consumidos.
El estudio ‘The Ecological Limits of Work: on carbon emissions, carbon budgets and working time’ analiza la conexión entre las horas de trabajo y las emisiones de gases de efecto invernadero. Todo para responder a una pregunta: teniendo en cuenta los niveles actuales de productividad y de intensidad de carbono de nuestras economías, ¿cuánto trabajo podemos realizar de forma sostenible?
Detrás del estudio están Autonomy, un think tank o laboratorio de ideas británico centrado en el trabajo, y Philipp Frey, un investigador alemán adscrito al suizo Centro de Políticas Investigadoras y contribuyente al Foro Económico Mundial.
A la hora de calcular hasta qué punto habría que reducir las horas de trabajo para salvaguardar el medioambiente, este investigador tomó como referencia las emisiones de dióxido de carbono que se envían a la atmósfera por hora trabajada, utilizando datos de las Naciones Unidas y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Otra de las referencias es la señalada por O’Neill en ‘A good life for all within planetary boundaries’: para mantener el calentamiento planetario en dos grados (en comparación con los niveles preindustriales) es necesario limitar las emisiones de CO2 en 1610 kg per capita al año.
Seis horas… semanales
El estudio de Philipp Frey analizó la situación de tres países europeos: Suecia, Reino Unido y Alemania. Los resultados indican que, teniendo en cuenta la intensidad de carbono de sus economías y los niveles actuales de productividad, todos deben reducir drásticamente sus jornadas laborales. Suecia a 12 horas semanales, Reino Unido a nueve y Alemania a seis.
“Estos hallazgos implican que, a menos que se logre un enorme progreso en la eficiencia del carbono, el hecho de reducir la semana laboral solo un día, por ejemplo, no lograría disminuir las emisiones de carbono a un nivel sostenible por sí solo”, señalan en el estudio.
Algo que lleva a otra de sus conclusiones: reducir las horas de trabajo no debe plantearse como una política aislada, sino como complemento a otras que faciliten una transformación económica. Por ejemplo, cambiar los empleos en sectores como la manufactura y la extracción de combustibles fósiles por otros en servicios y sectores verdes.
la utopía del siglo xxi
Ya en 1883, Paul Lafargue sostenía en el libro ‘Derecho a la pereza’ que las jornadas laborales deberían ser de un máximo de tres horas. Este autor, primo de Karl Marx, lo veía como una solución para reducir la saturación de los mercados. Sostenía que el sistema capitalista terminaría provocando una crisis de superproducción que no beneficiaría (más bien, todo lo contrario) a la clase trabajadora. Una reducción de la jornada la laboral y el uso de mejores máquinas garantizaría una mejor calidad de vida.
En 1930, el economista británico John Keynes profetizaba un siglo XXI con semanas laborales de 15 horas. Un avance, señalaba en ‘Las posibilidades económicas de nuestros nietos’, resultado del aumento de la riqueza y los beneficios del progreso.
Ambas ideas están lejos de convertirse en realidad. En la mayoría de los países desarrollados, las semanas laborales rondan las 40 horas. En el resto del mundo, estas pueden extenderse mucho más, resultado en gran medida de la desigualdad que genera el sistema actual.
Políticas de cambio
En la última Conferencia Internacional del Trabajo, varios líderes mundiales realizaron propuestas para garantizar un futuro del mercado que ataje la creciente desigualdad. El político ruso Dmitry Medvedev hizo referencia a la reducción de la semana laboral a cuatro días.
“Es muy probable que sea la base de un nuevo contrato social y laboral”, declaró. “Hace 100 años, Henry Ford decidió reducir la semana laboral de 48 a 40 horas y recibió un impresionante aumento en la productividad laboral. Hay ejemplos más recientes. Una empresa de Nueva Zelanda ha introducido una semana laboral de cuatro días. (…) Como resultado, el aumento de la productividad en términos de una hora de tiempo de trabajo fue de alrededor del 20%. Además, el nivel de estrés de los empleados ha disminuido considerablemente”.
La reducción de las horas de trabajo es una solución que se contempla desde hace años para mejorar la conciliación laboral y familiar, el nivel de satisfacción de los empleados y la productividad. El análisis de Philipp Frey añade una nueva perspectiva: la posibilidad de reducir la emisión de gases de efecto invernadero. Una estrategia más para realizar los cambios estructurales que parecen necesarios para mantener en buen estado el planeta.
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