‘Al filo de lo imposible’ es uno de los programas de documentales más longevos de la televisión española. Con sus cámaras subimos a la cima de los 14 ochomiles. Cruzamos los Andes en globo y buceamos a través del túnel lávico de la Atlántida, en la isla de Lanzarote. De la mano de Ramón Larramendi, pusimos pie en el polo norte y en el sur. Ahora, el que probablemente sea el mayor explorador polar español, vuelve a mirar a la Antártida. Quiere volver a surcar sus planicies a bordo de un trineo eólico; y no lo hará solo.
El origen de un sueño
“Durante el invierno, en la llanura helada, cuando los trenes se ven detenidos por las nieves, esos vehículos hacen travesías muy rápidas, de una a otra estación. Están, por lo demás, muy bien aparejados, quizá mejor que un balandro, que está expuesto a volcar, y con viento en popa corren por las praderas, con rapidez igual, si no superior, a la de un expreso”. En 1872, Julio Verne soñaba ya con un trineo de viento para su vuelta al mundo en 80 días.
Inspirado o no por Willy Fogg, el explorador polar noruego Fridtjof Wedel-Jarlsberg Nansen tardó pocos años en llevarlo a la práctica. Instaló un mástil y una vela en los trineos tradicionales inuit. Un siglo después, en el invierno del año 2000, Ramón Larramendi y Javier de la Puente construían sobre la misma idea el primer prototipo de su trineo de viento. Pero enseguida se dieron cuenta de que había mucho que mejorar.
Hoy, 10 prototipos y 18 años más tarde, los mismos protagonistas construyen en Aranda de Duero un nuevo trineo de viento. Es un convoy de 14 metros de largo por tres de ancho, capaz de recorrer miles de kilómetros y trasladar hasta dos toneladas de peso. Su velocidad media es de 15 kilómetros por hora, pero puede alcanzar picos de 60.
Un trineo de viento
El próximo mes de noviembre, el proyecto trineo de viento afrontará su décima expedición polar. Será la tercera en la Antártida y la primera con un objetivo eminentemente científico. Por delante tendrá 2.000 kilómetros de hielo y nieve a través de territorio inexplorado. Durante dos meses, el viento polar será su único aliado.
El trineo de viento está configurado en cuatro módulos independientes, cada uno con cinco rieles y más de dos centenares travesaños. El llamado módulo locomotora va en cabeza y está equipado para el trabajo de los pilotos. A continuación, siguen dos módulos de carga para el equipo científico y de supervivencia. Ambos cuentan también con paneles fotovoltaicos y una serie de baterías para producir y almacenar energía. En último lugar se coloca el módulo habitable, la vivienda y laboratorio para pilotos y científicos.
Al frente, la potencia eólica. El trineo lleva 20 cometas de entre cinco y 100 metros cuadrados, que se utilizarán en función de las condiciones del viento. Las líneas que enlazan las cometas con las poleas tendrán hasta 500 metros de longitud. En el otro extremo se sitúa el piloto, cuya tarea principal es que no se caiga la cometa. Esta no puede dejar de moverse.
Una base móvil para hacer ciencia
“Uno de los dos grandes objetivos de esta expedición es demostrar que se puede hacer ciencia con el trineo de viento”, explica Rosa M. Tristán, portavoz del proyecto. El otro es poner a prueba la idea de un laboratorio móvil en la Antártida. España no tiene presencia en el continente (sus dos bases están en las islas Shetland del Sur). “Muchos proyectos ni se plantean por los costes que tiene llegar al continente. El objetivo último es que el trineo de viento pueda considerarse una infraestructura más del programa antártico español”, añade la periodista y divulgadora.
La mayor parte de proyectos científicos a bordo del trineo de viento aún no están concretados. La Agencia Espacial Europea está interesada en el programa de satélites de navegación Galileo. También es probable que haya una investigación centrada en la detección de contaminantes. Estos días, Ramón Larramendi está llevando a cabo una serie de entrevistas con instituciones científicas de Estados Unidos, como la Universidad de Princeton o la de Wisconsin-Madison, donde se encuentra el Center for Climatic Research.
De momento, estos son los dos proyectos que sí están confirmados:
- Microairpolar. El proyecto dirigido por Antonio Quesada, secretario técnico del Comité Polar Español e investigador de la Universidad Autónoma de Madrid, busca recoger muestras de aire para ver qué tipo de microorganismo están llegando a las zonas polares y si su proliferación tiene que ver cambio climático o no.
- Detección de muones. Este proyecto de la Universidad de Alcalá de Henares busca estudiar estas partículas elementales producidas por los rayos cósmicos y una de las formas naturales de radiación a la que estamos expuestos. Aunque quizá nos suenen poco, los muones ocuparon portadas cuando se utilizaron para radiografiar las pirámides de Egipto.
¿Y quién financia la aventura?
Las nueve expediciones anteriores fueron financiadas a través de Tierras Polares, la agencia de viajes de aventuras de Ramón Larramendi. “No nos resulta fácil encontrar patrocinadores. Una expedición tiene muchos costes, alguno de ellos intangibles. Hay que presentar una garantía para un posible rescate, los vuelos son carísimos…” Por eso, explica Rosa M. Tristán, para la décima aventura se han decidido por el crowdfunding.
A través de una campaña en Verkami, ya han recaudado 25.000 euros de la mano de más de 300 mecenas. Aunque el objetivo mínimo eran 21.000, creen que con unos 31.000 podrán financiar la construcción de la estructura del trineo. A partir de ahí, el resto de la recaudación iría destinada a las cometas, las placas solares y la logística. El dinero es gestionado por la Asociación Polar Trineo de Viento, una organización sin ánimo de lucro.
un verano en la Antártida
El 21 de diciembre empieza el verano en el hemisferio sur. En el continente helado, aunque suben las temperaturas, el verano austral registra hasta menos 50 grados centígrados. En invierno, una expedición al interior antártico sería impracticable. Así, entre finales de noviembre de 2018 y enero de 2019, cuatro aventureros recorrerán 2.000 kilómetros entre la base rusa Novolázarevskaya, la base Plateau, hoy inactiva, y el domo Fuji, a algo más de 1.000 kilómetros del polo sur.
El equipo estará formado por Ramón Larramendi, que ejercerá de director de la expedición; Hilo Moreno, miembro del equipo de la Base Antártica Española Juan Carlos I desde el año 2008; Manuel Olivera, ingeniero industrial en Ferrovial y participante de anteriores expediciones, quien se encargará de documentar la expedición; e Ignacio Oficialdegui, experto en renovables y responsable del departamento de recursos energéticos de Acciona.
Tradición inuit y nuevas tecnologías. Ciencia limpia y aventura. La imaginación de Julio Verne al servicio (una vez más) de la investigación y la exploración. Casi dos décadas desde el primer prototipo y más de 20.000 kilómetros surcando los hielos. El trineo de viento quiere hacer historia en el desierto polar. Innovación y ciencia al servicio del mismo espíritu aventurero que empuja al ser humano a superar todo tipo de barreras.
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Imágenes | Trineo de viento – Tierras polares