La atención de todo el mundo se centra en cómo contrarrestar la pandemia de COVID-19, pero ¿qué hacemos con los miles de millones de mascarillas que se utilizan en todo el mundo?
Sabemos que deben tirarse en el contenedor general. De hecho, de momento no son reciclables y pueden agravar la invasión de plástico que sofoca el planeta. Sin embargo, quizás se haya encontrado una forma de dar a estas mascarillas una segunda vida, convirtiendo el plástico en biocombustible.
El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés) habla de más de ocho millones de toneladas anuales de material que acaba en el mar, y que termina en las cadenas alimenticias. Si el 1% de las mascarillas utilizadas no se desecharan correctamente, significaría diez millones de ejemplares en el medioambiente. Gran parte de los equipos de protección personal están diseñados para un solo uso y contienen varios tipos de plástico. Polipropileno y polietileno en mascarillas y batas, o nitrilo, vinilo y látex en los guantes.
Sin embargo, hace solo unas décadas, se empleaban soluciones reutilizables. Las cosas cambiaron en los años 80, cuando la industria se dio cuenta del potencial de los productos desechables. Por otro lado, la directiva de la UE para prohibir los plásticos de un solo uso no cubre los equipos de protección personal. La prioridad hoy es la lucha contra la pandemia.
El reciclaje de guantes y mascarillas es muy complicado. Más allá de las dificultades técnicas, se debe considerar el riesgo asociado con la manipulación de dispositivos potencialmente infectados. Los polímeros plásticos, de hecho, son materiales sobre los que el virus de la COVID-19 puede resistir durante mucho tiempo. Dicho esto, una vez solucionado el problema sanitario, será imperativo encontrar una solución alternativa a la incineración. Una opción podría ser convertir las mascarillas en biocombustible.
Biocombustible, un recurso precioso
Un estudio publicado en la revista ‘Biofuels’ del grupo Taylor & Francis parece haber encontrado una forma de obtener biocombustible a partir del plástico contenido en los dispositivos de protección. La investigación fue realizada por la University of Petroleum and Energy Studies (India).
Los investigadores analizaron la composición de las mascarillas. Las quirúrgicas y las FFP2 están hechas de polipropileno, un polímero utilizado en muchos objetos comunes. Por ejemplo: recipientes para alimentos, tapas y etiquetas de plástico para botellas, parachoques de automóviles, cápsulas de café y mucho más. Se requieren métodos químicos y físicos específicos para reciclar este polímero. Pero tratado este material podría convertirse en biocombustible para medios de transporte.
El método más utilizado es el de la pirólisis. El material se descompone calentándolo a altas temperaturas, pero en ausencia de oxígeno. De esta manera, pasa de un estado sólido a uno líquido y se transforma en biocrudo o bioaceite, es decir, biocombustible o aceite de pirólisis. Es un combustible sintético que se estudia como una opción para reemplazar el petróleo. Los científicos observaron que los mejores resultados se obtienen con la pirólisis manteniendo las mascarillas entre 300 y 400 ° C durante una hora.
Según el coautor del trabajo, Bhawna Yadav Lamba, este método es de los más prometedores y sostenibles en comparación con otras opciones para la eliminación de las mascarillas. Esto también se debe a que se produciría un biocombustible altamente biodegradable. «Los desafíos en la gestión de los equipos de protección personal y el aumento de la demanda de energía podrían abordarse simultáneamente», explica la investigadora. «El biocombustible líquido generado a partir del plástico es limpio y tiene propiedades similares a los combustibles fósiles», concluye.
La invasión del plástico
Estos nuevos residuos son solo la punta del iceberg de los desechos plásticos tóxicos que hemos ignorado durante años. Un estudio publicado el 23 de julio por SystemIq, una empresa que se ocupa de sostenibilidad, predice que el flujo de plástico en los océanos casi se triplicará en 2040. Llegará a 29 millones de toneladas por año si no se toman medidas estrictas por parte de gobiernos y empresas.
En muchos países occidentales, los desechos médicos peligrosos se incineran donde se utilizan. Se hace para evitar la propagación de enfermedades infecciosas, pero también puede provocar la emisión de contaminantes tóxicos. Varios gobiernos han pospuesto la prohibición de los plásticos desechables para contrarrestar la propagación de la COVID-19. Además, el confinamiento global ha creado problemas en los sistemas de gestión de residuos en todo el mundo.
Según los expertos, encontrar una solución a la invasión de plástico durante y después de la pandemia requerirá un esfuerzo conjunto entre fabricantes y políticos. Y el objetivo final debe ser el de repensar todo el ciclo de vida de los productos. Ahora, sin embargo, la prioridad es defendernos del virus. Por ello, la posibilidad de obtener biocombustible a partir de estos residuos, que inevitablemente se producirán en grandes cantidades durante algún tiempo, podría ser fundamental.
Siempre hay que recordar que cuando hablamos de la salvación del planeta, en realidad estamos hablando de la salvación de nosotros mismos. De hecho, el planeta sobrevivirá, nosotros no. Siempre es bueno recordar esto, especialmente durante una pandemia como la de la COVID-19, cuya génesis tiene mucho que ver con el comportamiento humano. Es mejor empezar a adelantar soluciones, para no encontrarse en una situación dramática cuando, con suerte, todos tendremos la vacuna en el cuerpo.
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Imágenes | Mika Baumeister/Unsplash, Juan Fernandez/Unsplash, Brian Yurasits/Unsplash