El CES 2019 en Las Vegas nos abrió el apetito de tecnología con un invitado único. El 8 de enero IBM presentó el IBM Q System One, su primer ordenador cuántico comercial. Eso significa que cualquiera puede comprarse uno. Al menos si tiene el dinero que cuesta adquirirlo y mantenerlo. Y también necesitará un enorme espacio refrigerado.
El coste del producto no ha sido especificado, y ya se sabe que los precios omitidos no son precisamente bajos. Pero aunque pocos puedan acceder a este nuevo ordenador de 20 cúbits, su mera creación y diseño auguran un futuro en el que la cuántica dominará la informática. Este es solo uno de los muchos pasos necesarios para hacer esta visión una realidad. Pero ¿para qué sirve?
“Creo que hay mercado mundial para, quizá, cinco computadoras”
En 1950, Thomas Watson, presidente de IBM, jamás pronunció la frase de arriba. Sin embargo, ha quedado como parte de la mitología informática y aún puede leerse en presentaciones. Lo que realmente dijo en aquella junta de accionistas de 1953 fue que el IBM 701, un armatoste que quemaba tubos de vacío como si nada, “no es el tipo de artículo que pueda venderse en cualquier lugar”. Ahora, IBM repite su propia historia.
El System One tiene muchas similitudes con el IBM 701. Es grande, pesado, requiere de mano de obra especializada y es caro. Muy caro. Como punto a favor, parece hacer menos ruido que su hermano mayor y es probable que destroce muchos menos componentes. Eso sí, el gasto eléctrico necesario para refrigerar sale por un pico.
Es decir, que no todo el mundo podrá acceder a él, y, de hecho, está pensado para empresas. Las primeras interesadas podrían ser grandes multinacionales… con mucho espacio en el recibidor. En este punto es imposible ignorar aquella frase en la película ‘Yo, robot’ (2004). “No bastaba con un termostato, le han puesto cerebro al edificio”. Esto lleva a la pregunta: ¿qué se puede hacer con un ordenador cuántico?
¿Para qué quiere una empresa un ordenador cuántico?
Un tipo va a comprar un ordenador y en tienda pide el más potente, el que tiene la mejor pantalla. Uno con un lag inexistente y capaz de descargar información a velocidad de vértigo. Lo usará para escribir en Word.
Este chiste plasma una realidad cotidiana en el uso de la tecnología. Pero los ordenadores cuánticos quedarán, al menos por un tiempo, al margen de los caprichos personales. Una marca que invierta en uno necesitará sacarle partido para poder amortizar su coste. La pregunta es: ¿en qué lo usará?
Aunque suene muy genérico, en aplicaciones específicas que requieran velocidad de cálculo. Los cúbits son estructuras informáticas muy útiles a la hora de trabajar con inteligencia artificial y machine learning. La NASA y la Asociación de Investigación Espacial de Universidades de Estados Unidos (USRA) ya instalaron en su momento el sistema D-Wave 2000Q, también cuántico.
La investigación es uno de los usos más probables porque este tipo de ordenadores soportan algoritmos más complejos que los de uso normal. Como se muestra en el propio anuncio promocional de IBM, hay áreas en las que su aplicación resulta apropiada. Nuevos materiales, medicamentos, mercados financieros e inteligencia artificial. Si somos una pyme, igual no.
Un cubo refrigerado de 20 metros cúbicos
El System One es un ordenador interesante. Como tal, requiere de un entorno controlado más allá de lo convencional. Si un ordenador doméstico no soporta pasar más de media hora al sol, el System One no puede ni encenderse a temperatura ambiente. Necesita operar a temperaturas gélidas. Es por eso que buena parte del volumen que ocupa este ordenador cuántico comercial sea espacio para aire seco y frío.
Seco para que la humedad no dañe los circuitos, y frío para que los chips funcionen. La tecnología cuántica hace uso de fenómenos físicos que requieren la ausencia de otras partículas pululando. La temperatura es, de hecho, la medida de la energía de las partículas en un determinado lugar. A más energía, mayor movimiento y más dificultades para operar.
Esto exige que el ordenador cuántico sea construido in situ en una caja cúbica transparente y aislada de 2,7 metros de longitud. Es como una habitación pequeña. Sin este aislamiento, el prodigio de la tecnología que ocupa un lugar central en el cubo se convierte en un pisapapeles extraordinariamente caro. En otras palabras, que no es portátil. El System One no entra en la categoría de laptop.
20 CÚBITS es poco, hablando en CÚBITS
Este primer ordenador cuántico comercial de la marca tiene 20 cúbits. Pueden parecer pocos comparados con el ordenador cuántico Bristlecone, de Google, con 72 cúbits. Y sí, IBM se queda en este sentido muy por detrás del diseño de Google. Sin embargo, la empresa de Alphabet no vende ordenadores cuánticos, de momento.
Cuando los inventos llegan por primera vez al público empresarial, las aplicaciones comerciales distan mucho de los resultados de laboratorio. En laboratorio, la velocidad de fibra es mucho mayor que la que llega a los clientes, por ejemplo. Esto es así porque en condiciones ideales la capacidad es mucho mayor. Lo mismo ocurre con la cuántica.
Que en un laboratorio con un coste multimillonario se hayan logrado 72 cúbits no significa que las empresas vayan a poder acceder, al menos de momento, a esta capacidad. Tenemos 20 cúbits, y con eso podemos darnos con un canto en los dientes. Aun así, las ventas iniciales se realizarán a cuentagotas. Quedan años para que podamos usar esta potencia a nivel particular.
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