La arquitectura bioclimática suele aplicarse en vivienda nueva. ¿Significa esto que no tiene cabida en edificación existente?
Teniendo en cuenta que la edad media del parque de viviendas en venta ronda los 45 años (en Barcelona llega hasta los 69 años), lo óptimo sería restaurar la vivienda ya construida, que es donde estará el grueso de consumo. ¿Es posible adaptar estas construcciones?
¿Qué es la arquitectura bioclimática?
Para resolver esta pregunta lo primero que tenemos que saber es en qué consiste este tipo de arquitectura y dónde puede aplicarse. La arquitectura bioclimática es un conjunto de técnicas constructivas que buscan aprovechar al máximo recursos tales como la luz, la temperatura y la humedad con el objeto de reducir el consumo de energía.
El prefijo ‘bio’, usado en castellano (en inglés se usa el término “diseño sostenible” o “diseño ecológico”), no tiene que ver con la vida. Se trata de una adaptación poco fiel al término original. Así, una vivienda totalmente artificial e inanimada puede cumplir todas las condiciones de la arquitectura bioclimática, que suele suelen trabajar en varios ámbitos: orientación, soleamiento, aislamiento, ventilación, energías renovables,…
Si bien esto no es exclusivo de la vivienda nueva, sí es más fácil tener en consideración todos estos elementos antes de ponerse a construir. Como ejemplo, la orientación de la fachada es uno de los puntos clave en arquitectura bioclimática óptima y un factor que no podremos cambiar en una casa que tenga unas décadas de vida. Dicho esto, se puede trabajar con vivienda construida.
Trabajando en la protección solar
El toldo de tela o fibra de toda la vida es un ejemplo perfecto de complemento bioclimático. En esencia, ‘aplasta’ la curva de irradiancia solar directa sobre fachada, reduciéndola de forma notable y ahorrando aire acondicionado. Pero hay lugares donde se aconseja soleamiento fijo como aleros horizontales, marquesinas, lamas o brise-soleil.
Las imágenes de arriba muestran dos tipos de brise-soleil. En esencia, consiste en una serie de parasoles permanentes que evitan que la radiación del sol llegue a la fachada. Son muy usados en ambientes cálidos, y pueden instalarse décadas después de terminar la edificación.
A la derecha podemos ver un tipo de brise-soleil que, de ser macizo, constituiría un alero horizontal. Este es particularmente útil en verano, cuando el sol permanece alto a mediodía y los rayos caen sobre el alero y no sobre la fachada (ver la imagen de abajo).
En arquitectura residencial, este tipo de protección puede realizarse cubriendo la fachada del edificio con una segunda capa, con la salvedad de las ventanas. Esta solución es aún más fácil si la fachada está cubierta de terrazas, ya que esta capa toma la forma de un cerramiento. Por supuesto, es perfectamente viable en arquitectura construida, aunque algo costoso. Algo menos viable en esta edificación es el trabajar con la vegetación externa.
En fachadas al sur descubiertas, por ejemplo, es recomendable cubrir parte del frontal con vegetación frondosa de hoja caduca. ¿Por qué? Porque en invierno la hoja no estará, y el árbol pelado dejará pasar la irradiancia solar; mientras que en verano las hojas absorberán buena parte de esa irradiancia directa. Contar con este tipo de vegetación puede suponer un ahorro importante, pero con frecuencia depende del plan urbanístico, y mudarnos a una vivienda unifamiliar es lo opuesto a la arquitectura bioclimática.
Mejorar el aislamiento térmico
El aislamiento térmico es uno de los puntos clave de una edificación. A mayor aislamiento de la envolvente (capa externa del edificio), menor será la energía perdida por ella y mayor el ahorro energético. Nos interesa un aislamiento elevado, con una salvedad: aquellas viviendas ubicadas en climas fríos que usen la fachada como captador solar. En el resto, aumentar el aislamiento es bueno.
Como norma general, en edificación existente no podremos trabajar aumentando el grosor del muro para aumentar su inercia térmica (lo que tarda el calor en entrar y el frío en salir), y tampoco podemos jugar con el nivel del terreno para soterrar parte del edificio y trabajar con la oscilación térmica del suelo. Aún así, hay algunas formas de aislar mejor.
Invertir en buenas ventanas que no dejen pasar el aire suele ser uno de los puntos más socorridos y eficaces, seguido de la creación de cámaras de aire en el techo. Esto último se realiza con falsos techos, y se convierte estas cámaras en un espacio que amortigua los cambios de temperatura. Además, reducen el espacio y por tanto el volumen a climatizar.
Otra solución muy usada es inyectar poliestireno expandido (EPS) en los muros que contengan una cámara de aire. Esto a veces es imposible porque el muro es de mala calidad y no hay cámara, pero aún así podemos recrecer el muro añadiendo una capa interior o exterior (arriba, amarillo), usándose de nuevo el poliestireno expandido, esta vez en láminas. Soluciones, hay.
El papel de la ventilación y el muro trombe
Es cierto que la ventilación cruzada es un apoyo importante. En verano es interesante para no depender del aire acondicionado. Sin embargo, depende de la arquitectura previa y es difícil de lograr una vez construido el edificio. ¿Podemos crear diferencias de presión que favorezcan la ventilación? Lo cierto es que sí.
Los extractores eólicos son una solución barata que no depende del consumo eléctrico. Básicamente, el viento exterior hace girar el extractor y este succiona el aire caliente del interior del hogar. Si el tubo del extractor es exterior, usar en su pintura el color negro ayudará a calentar el aire de su interior, que subirá más rápido por el tubo, aspirando con más fuerza.
Este es el principio del muro trombe, una solución de consumo nulo que aporta confort térmico. En verano, la irradiancia solar calienta una cámara de aire que escapa por la abertura superior, convirtiéndose en un tiro vertical que succiona el aire caliente del interior. En invierno, el mismo tiro de aire añade calor al interior. Durante la noche el muro irradia calor lentamente.
Lo interesante de este tipo de muros es que pueden ser instalados tras ventanales amplios, por ejemplo, en terrazas o en ampliaciones de ventanales, y que además pueden ser anulados con facilidad usando toldos, lamas y otros mecanismos. Una vez instalados son una fuente de energía gratuita, de ahí que sea una pieza básica de la arquitectura bioclimática.
energías renovables y arquitectura bioclimática
El muro trombe, el alero o colocar vegetación delante de la fachada sur son fuentes de calor o frío pasivas. No usan energía para trabajar. Para complementarlas, usamos la climatización forzada como calderas de gas o bombas de calor. Estas últimas son preferibles por varios motivos: son más eficientes y no liberan emisiones de gases de efecto invernadero.
La arquitectura bioclimática está muy ligada a la instalación de fuentes renovables de autoconsumo. La idea es hacer la vivienda, en líneas generales, menos dependiente de la energía de la red eléctrica y completamente dependiente del gas y otras fuentes combustibles.
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Imágenes | Valentin, Imagens AMB, Emilio, iStock/urfinguss, S.Rudincova, Marcos Martínez