Como norma general, ignoramos las instrucciones de nuestros dispositivos, salvo excepciones. Simplemente lo encendemos y lo usamos, sin tener en cuenta esas extrañas combinaciones alfanuméricas que nos da el fabricante. VMAX, BSI CMOS, TºCMin, 802.11n… Pasamos bastante de todas ellas, incluido el grado de protección IP.
Así, intercambiamos cargadores de distintos dispositivos sin tener en cuenta voltaje y amperaje, ignoramos las recomendaciones del fabricante sobre la carga mínima, rara vez nos leemos la tarjeta de garantía, o sometemos al teléfono a condiciones de polvo y humedad muy por encima de lo que soporta su diseño.
Meses después, nos sorprendemos de lo poco que nos ha durado.
La protección de nuestros dispositivos
Para que un dispositivo cualquiera llegue al mercado ha tenido que superar una batería de pruebas de resistencia en un laboratorio independiente. La mayoría de esos datos de resistencia vienen indicados en el manual de instrucciones.
Algunos vídeos con gente rompiendo teléfonos móviles (como el que puede verse debajo, en el que se usa un mazo) se han vuelto virales.
Lo que el consumidor ignora es que golpear con un objeto contundente una pieza de tecnología es la prueba más suave a la que se enfrentan los dispositivos en laboratorio. Estos se prueban antes y después de haber sido sometidos a procesos terribles tales como:
Resistencia a caída: liberando el objeto una distancia del suelo, o a golpes localizados, mediante mazas o el clásico péndulo de Charpy. Muy útil para comprobar la resistencia a impactos en teléfonos móviles, cascos de moto, botellas térmicas de varias capas, piezas de vidrio…
Resistencia a altas temperaturas: mediante cámaras cerradas tipo horno que aumentan hasta temperaturas inimaginables. En ocasiones, varios miles de grados. Son necesarias, por ejemplo, para probar trajes térmicos usados por bomberos y vulcanólogos.
Resistencia a ondas electromagnéticas: se realiza un bombardeo de ondas de distinta energía para ver si el dispositivo puede funcionar a través de ellas. Son esenciales en productos como marcapasos, prótesis, o dispositivos de SOS.
Resistencia al fuego: se lleva a cabo con sopletes más parecidos a los lanzallamas de las películas de Hollywood. Son muy útiles para comprobar el comportamiento de las baterías ante su propia ignición o una fuente externa de alta energía.
Resistencia al polvo: mediante partículas de diferentes tamaños. Así se determina cómo de resistente es el objeto a las partículas en suspensión, por ejemplo, propias de un desierto o de zonas muy contaminadas
Resistencia a la humedad: desde una alta concentración en la atmósfera a sumergir el objeto en agua.
Hay más pruebas, por supuesto. Cada una de ellas sujetas a unas normas y especificaciones en función de la función que desempeñará el objeto. Por ejemplo, un tornillo que vaya a montar un mueble requerirá muchas menos pruebas que uno que sirva para la Estación Espacial Internacional.
El grado de protección IP
El grado de protección IP hace referencia a las dos últimas variables: protección ante el polvo y la humedad. En concreto, a la facilidad que tiene el polvo y la humedad en entrar dentro del dispositivo.
Suelen marcar productos tecnológicos por lo sensibles que son estos a alta concentración de partículas o humedad en sus circuitos. ¿A quién no se le ha estropeado un móvil por alta humedad, caída a la piscina incluida?
En muchos móviles aparece el marcado IP54, en algunos el IP58 y en muy pocos IP67. ¿Qué significa? El primer dígito hace referencia al grado de protección contra el ingreso de objetos sólidos, mientras que el segundo tiene que ver con el grado de protección contra el ingreso de agua.
Grado de protección contra el ingreso de objetos sólidos
El número más bajo es el cero, o ninguna protección. Por ejemplo, el nivel de protección que puede tener una placa base que no tenga cierre. Resulta fácil que objetos grandes lleguen a impactar contra el circuito y lo rompan, por lo que el dispositivo tendrá un IP0-.
Tras esto se usan esferas de distintos tamaños. Si la esfera no consigue entrar al dispositivo, se considera que pasa la prueba: IP1- para esferas de menos de 50 mm; IP2- para <12,5mm de diámetro; IP3- para 2,5 mm, y IP4- para esferas de menos de menos 1 mm de diámetro.
La protección IP5- permite la entrada de polvo, pero solo si no interfiere con el funcionamiento del dispositivo. Y la IP6- es la más estricta, ya que no permite que entre nada de polvo. Es el caso de la tecnología aplicada a medicina en quirófano, que ha de permanecer siempre sellada.
Grado de protección contra el ingreso de agua
El agua (la humedad) no se lleva demasiado bien con nuestros dispositivos. Desde oxidar elementos metálicos a provocar micro-contactos que generen cortocircuitos que frían los chips. Para evitar eso está el segundo dígito:
Al igual que el caso anterior, el cero (IP-0) quiere decir que no hay protección ninguna. El objeto está expuesto la más baja humedad, y tendremos que tener mucho cuidado con él.
Los IP-1 e IP-2 son protecciones que se consiguen cuando no entra nada de agua tras varios goteos directos sobre el dispositivo. De 3 a 5 mm3 por minuto a diferentes alturas.
Que tenga un grado de protección IP-3 significará que ha superado con éxito el agua nebulizada (spray) bajo algunas condiciones. Tras ello vienen los chorros de agua de las IP-4, IP-5 e IP-6. Se comprueba la estanqueidad a diferentes cantidades, ya medidas en litros, sobre el dispositivo.
Las IP-7 e IP-8 implican la capacidad de sumergir el dispositivo. Un metro de profundidad durante 30 minutos para la IP-7, mientras que la IP-8 se deja a lo que asegure el fabricante.
Hace tiempo estábamos acostumbrados al Water Resist 30m del CASIO, que significaba que resistía hasta 30 m de profundidad. Aquello era IP-8.
La protección IP-9K es la más complicada de obtener, ya que hablamos de agua a alta presión y temperatura. Sin embargo es necesario para, por ejemplo, equipos de buceo de investigadores que quieran acercarse a las fumarolas oceánicas, o dispositivos de plantas de generación térmica.
La mayoría de nosotros somos más o menos conscientes del grado de impermeabilidad de lo que hemos comprado. Por ejemplo, la mayoría de los teléfonos inteligentes –salvo excepciones– no lo son. Pero el CASIO de hace 20 años mencionado, sí.
Echar un vistazo a las instrucciones antes de usar el dispositivo puede ahorrarnos un disgusto a futuro, aunque solo nos sirva para saber si llevarlo a la piscina o no.
Por si alguien quiere más información, este sistema viene de la norma internacional ANSI/IEC 60529, que la Unión Europea copia sin modificación, y que España tiene explicada y adaptada en el Anexo I el REBT.
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Me gusto la explicación, muy clara. Para mi caso necesito pantalla o equipos touch en cocina que tengan un buen nivel de protección contra humedad y grasa y este artículo me ha dado claridad.