La nomofobia es el miedo irracional a no poder usar el teléfono móvil. Según datos del instituto psicológico Desconet@, es un trastorno que sufren ya casi ocho de cada 10 españoles. No poder consultar continuamente su smartphone o ponerse nervioso cuando alguien no contesta a un mensaje son algunos de los síntomas de las personas que lo padecen.
Es un mal digital extendido. Tanto es así que el diccionario de Cambridge eligió «nomofobia» (nomophobia en inglés) como palabra del año 2018 tras una votación entre los lectores de su blog y seguidores en redes sociales. “La elección seguramente responde a la necesidad de poner nombre a una situación que experimentan personas de todo el mundo”, explican en su blog.
Cuando el teléfono vibra y nadie llama
La ansiedad ante la posibilidad de quedarse sin batería o perder de vista el móvil son señales de que nuestra dependencia del teléfono móvil es excesiva. También creer que el dispositivo ha vibrado cuando no lo ha hecho. Y puede derivar en situaciones más graves.
“Dependiendo de su grado de adicción, los nomofóbicos pueden llegar a sentir pensamientos obsesivos, dolores de cabeza y estómago, taquicardias e incluso ataques de pánico”, advierte Belén Arcones, directora general de IMF Business School, donde han analizado algunas de las claves que caracterizan a quienes padecen esta fobia.
Antes de llegar a esto, unas de las principales consecuencia de la obsesión por el teléfono móvil son los trastornos de sueño. Es habitual que se sacrifiquen horas de descanso para estar conectado. De hecho, el 75% de los españoles no apaga su smartphone cuando se va a dormir, según The App Date.
“Estar pendiente del teléfono a altas horas de la madrugada repercute negativamente en el rendimiento en el trabajo o los estudios al día siguiente. Una situación que se agrava si el usuario utiliza su dispositivo cuando debería estar trabajando o prestando atención en clase”, apunta Arcones.
“Además, esta fobia puede llegar a afectar y romper las relaciones personales. Muchas veces deriva en phubbing, es decir, ignorar a una persona cuando se debería estar hablando con ella por usar el móvil”. Una situación que cada vez es más común. Según el estudio Three’s Company: Lovers, Friends and Devices, de McAfee, el 33% de los participantes afirma tener que compartir el tiempo que pasa con su pareja con un tercero: el teléfono móvil.
La información es la mejor prevención
Hasta ahora, más allá de seguir los mismos patrones de conducta, no se ha identificado un perfil de usuario más susceptible que otro a sufrir este trastorno. El sexo, la edad, el nivel de estudios o la situación social no son determinantes. Así que todos estamos expuestos a la nomofobia, en mayor o menor grado.
Para evitar esta dependencia de nuestros dispositivos móviles, o corregir la que ya tenemos, lo mejor es instaurar unas normas de uso. “Por ejemplo, acostumbrarse a no responder llamadas y mensajes de forma inmediata. También resulta muy útil establecer horarios para desconectar el móvil en comidas, reuniones y horas de sueño. Son pequeñas rutinas que no cuesta demasiado realizar, pero que ayudan mucho a reducir el tiempo que se pasa conectado”, afirma Belén Arcones.
“No obstante –añade la directora de IMF Business–, cuando la nomofobia empieza a afectar al rendimiento en los estudios o en el trabajo ya poco se puede hacer con estas rutinas. En este caso, lo mejor es buscar la ayuda médica y profesional necesaria”.
Para no llegar a esta situación, en los últimos meses se han puesto en marcha varias campañas para informar del uso adecuado de la tecnología, sobre todo orientadas a la familia. En Por un uso Love de la tecnología se hace especial hincapié en la responsabilidad de los progenitores en acompañar y orientar a sus hijos cuando acceden a internet o les dan su primer teléfono.
Los que tengan dudas sobre si realizan un consumo digital correcto, en Empantallados.com han elaborado diferentes tests que ayudan a analizar nuestro comportamiento. Con ellos es posible hacerse una idea del nivel de dependencia que se tiene de las pantallas y si existen indicios para pensar que somos nomofóbicos. Ante la duda, lo mejor es apagar el móvil de vez en cuando.
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