Cada cierto tiempo en el mundo de la tecnología surgen nuevos nombres o expresiones que se convierten en protagonistas de los titulares de todos los periódicos. En muchos casos, ni el redactor, ni el lector saben bien de qué se trata. La última incorporación es la Web3. Intentemos entender qué es, al menos para poder presumir con nuestro cuñado en la próxima comida familiar.
Antes del metaverso, 2021 fue el año en el que conceptos como criptomonedas, blockchain y tokens salieron por fin de las sombras, imponiéndose en el discurso público. NFT (siglas de non-fungible token) fue elegida como palabra del año por los prestigiosos diccionarios Collins. Solo en los últimos doce meses, los venture capital invirtieron más de 27 000 millones de dólares en criptomonedas. Y ya se está ejerciendo presión en Estados Unidos para influir en la regulación de realidades virtuales que aún ni siquiera existen.
Según algunos, en definitiva, ha llegado el momento de una nueva revolución digital. Un salto hacia adelante que deja atrás el internet de las plataformas que conocemos hoy. La recién nacida sería una web muy descentralizada basada en blockchain, la Web3. Muchos experimentos en esta dirección ya están en marcha, y la fiebre del oro atrae a curiosos de todo el mundo. Defensores de la descentralización, del control compartido y, en muchos casos, gente convencida de que puede hacerse millonaria gracias a las criptomonedas.
El tema, sin embargo, conduce a la polarización por una larga serie de razones, y es cuestionado tanto por motivos ambientales y políticos como tecnológicos. La campaña ‘Keep the web free, say no to web3′ ofrece una extensa lista de argumentos por los cuales, según los autores, este llamado ‘futuro de internet’ solo creará una sociedad aún más estratificada en el aspecto social y económico.
Dudas sobre la Web3
Un tema central es el hecho de que, para mantener el valor de criptomonedas y tokens, los proyectos de Web3 imponen un sistema de escasez artificial. En contraste con un mundo, el de internet, donde los contenidos son, en teoría, infinitos. Como argumenta el programador Stephen Diehl, “estamos pasando del mundo de la abundancia en el cloud computing […] al intento contrario de imponer una escasez artificial al recurso más abundante que la humanidad jamás haya generado. Esto es regresión, no progreso”.
Desde un punto de vista técnico, argumenta Diehl, las redes basadas en blockchain terminarían pareciéndose a la Web2 en la que vivimos hoy. De hecho, no podrían crecer hasta alcanzar magnitudes de escala sin tomar la misma forma que los sistemas centralizados y plutocráticos que, en teoría, quieren reemplazar. El programador se pregunta, por ejemplo, cómo podría existir un Facebook descentralizado.
«¿Quién pagará por los servidores globales donde mantener el contenido? ¿Quién prohibirá las cuentas nazis o eliminará el contenido de pornografía infantil?», escribe. Y añade: «¿Quién restablecerá la contraseña de la abuela cuando la olvide? Dirigir un negocio global a esta escala requiere una cantidad inevitable de centralización solo por tener que existir e interactuar con el resto de la civilización”.
Además, preocupa que para comprender la Web3 se requiera un conocimiento profundo de sectores complejos como las finanzas y la tecnología. En concreto, para no caer en las muchas estafas que existen en el mercado de las criptomonedas. “En economía, este problema se llama asimetría de información. Ocurre cuando una parte tiene más o mejor información que la otra dentro de una transacción de mercado. En estas circunstancias, las personas que no tienen el tiempo, la energía, los recursos o los conocimientos para defenderse son las que salen perdiendo”, se lee en la página de ‘Keep the web free’.
¿Un nuevo oligopolio?
Que el mercado de las criptomonedas esté lleno de timos no es nada nuevo. Incluso hay un sitio que recopila todas las estafas que están haciendo perder grandes sumas de dinero a quienes invierten en proyectos de NFT y Web3. Según ‘Keep the web free’, «gran parte del bombo que rodea a la Web3 en Twitter es predatorio y sigue las líneas de un esquema piramidal«. No en vano, se centra sobre todo en los principiantes, los novatos de la Web3 y las criptomonedas, aseguran.
Diehl es aún más tajante y considera que la Web3 no es más que «un paraíso para los estafadores: un casino 24/7. Es la apoteosis del capitalismo, en el que el mercado transforma cada meme, cada celebridad, cada movimiento político y cada obra de arte en un juego financiero».
En definitiva, la aparente democratización aportada por la Web3 podría convertirse en un nuevo oligopolio, con aún menos reglas. Según Diehl, «el único objetivo es recrear el sistema que ya existe, pero con nuevos jugadores controlándolo». La misma idea parece tener Jack Dorsey, el fundador de Twitter, quien escribió hace poco: “La Web3 no te pertenece. Pertenece a los venture capital y sus sociedades limitadas. Al final será otro ente centralizado con diferente denominación”.
Por último, está el tema ambiental. El mantenimiento de blockchain requiere una potencia informática que consume enormes cantidades de energía. Hay quienes han comprado plantas de energía enteras para sustentar la minería de sus criptomonedas. Según los cálculos del Cambridge Bitcoin Electricity Consumption Index, este sector, aún en pañales, ya es más ‘energívoro’ que muchos pequeños países. Algunos proyectos están respaldados por energías renovables, pero la Web3 depende en gran parte de los combustibles fósiles. Cada nueva tecnología resuelve problemas, pero crea otros que deben abordarse.
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