El agua de mar no es solo hidrógeno y oxígeno. Otros elementos químicos, como el sodio, le dan su salinidad característica. Además, contiene microorganismos, restos orgánicos y sedimentos. Todo imperceptible a simple vista. Ahora, cuenta también con una buena dosis de microplásticos, restos de drogas y medicinas y compuestos de cosméticos.
La lista de estudios que confirman el impacto químico de nuestras sociedades en el mar es larga. Uno de los últimos lo firma un equipo de investigadores de la Universidad del País Vasco. Han encontrado antidepresivos, antibióticos y restos de crema solar en varios estuarios de Bizkaia y en poblaciones de peces costeros. Son todas sustancias que se escapan a los procesos de las depuradoras. ¿Qué sabemos de esta nueva generación de fauna marina marcada por nuestros residuos químicos?
La contaminación de las aguas
Desde que el ser humano decidió dejar de vagar y asentarse en pueblos y ciudades, los ríos y los mares le han sido de gran ayuda. Medio de comunicación. Fuente de alimento, agua e higiene. Y, también, basurero. Aunque hoy en día muchas localidades limpian y depuran sus aguas residuales, la realidad es que las aguas del planeta Tierra están cada vez más contaminadas.
Cada año, 8.000 millones de kilos de plástico acaban en los océanos. Se descomponen en partículas diminutas que pasan a formar parte de la cadena alimenticia. Los estudios más recientes estiman que una persona ingiere entre 39.000 y 52.000 partículas de microplásticos al año. Es decir, nuestra propia basura se ha convertido ya en parte de nuestra alimentación.
Pero si las botellas y bolsas acaban llegando al mar, qué pasa con todas aquellas sustancias que son, ya en origen, microscópicas. Cada vez hay más residuos de fármacos y de productos de cuidado personal en los ecosistemas acuáticos. El problema actual no es tanto que hayan llegado al mar, sino que no sabemos qué efectos secundarios puede tener su consumo, tanto en la fauna marina como en los humanos.
El caso del golfo de Bizkaia
“La falta de conocimiento en torno a la transformación y la biodegradación de los fármacos y de los productos de cuidado personal puede llevar a infravalorar los verdaderos efectos de la exposición de los peces a estos contaminantes”, señala Haizea Ziarrusta Intxaurtza, investigadora de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU). “Estos subproductos [derivados de las transformaciones y los metabolitos] pueden ser tanto o más peligrosos que sus precursores”.
Dentro de las investigaciones realizadas para su tesis doctoral en la Departamento de Química Analítica de la UPV/EHU, Haizea Ziarrusta ha detectado que el antidepresivo amitriptilina, el antibiótico ciprofloxacin y el filtro ultravioleta oxibenzona, componente habitual de las cremas de sol, pueden acumularse en los peces. Y que estos contaminantes tienen efectos secundarios en el plasma, el cerebro y el hígado de, al menos, una especie animal (los efectos solo se analizaron en la Sparus aurata, comúnmente conocida como dorada).
Los resultados, publicados en la revista ‘Environmental Toxicology and Chemistry’, indican la presencia de estos contaminantes en varios estuarios de la provincia vasca de Bizkaia y cómo estos han pasado a formar parte del día a día de los ecosistemas marinos y se han acumulado en algunas especies.
¿Doradas tanoréxicas?
Entre los individuos de Sparus aurata no está de moda estar moreno. Para las doradas, el sol es (solo) fuente de luz, calor y alimento. Sin embargo, cuentan con altos niveles de un bloqueador solar acumulado en sus tejidos. El problema no es la oxibenzona en sí misma. Ni la amitriptilina ni el ciprofloxacin, sino cómo se descomponen y reaccionan entre sí y con el metabolismo del animal.
“Primero debemos entender las cosas por separado, para luego poder entender qué ocurre en términos generales. En realidad, en el agua no hay solo un contaminante, y los peces están en continua exposición”, explica Haizea Ziarrusta. Para ella, el principal problema sigue siendo el desconocimiento. En sus experimentos con un grupo de doradas en la Estación Marina de Plentzia, se detectó la bioacumulación de estos contaminantes y se constató que tenían un impacto en los tejidos de los animales. Pero no se lograron detallar los efectos concretos en el organismo.
“Es preocupante la concentración de este tipo de contaminantes, porque el consumo está aumentando y en las depuradoras no conseguimos eliminarlos, llegan hasta los peces y están cambiando su metabolismo. No sabemos hasta qué punto influirá eso a nivel de individuo, y el problema podría llegar a niveles poblacionales. A medida que aumentan los contaminantes, la situación empeora, y es preciso saber si existe el riesgo de que los contaminantes que acumulan los peces lleguen hasta los humanos”, concluye la investigadora vasca.
El del golfo de Bizkaia es solo uno de los casos documentados. Otro estudio publicado en el mes de febrero señaló la presencia de 14 fármacos y nueve drogas en aguas de las rías gallegas. En el lugar donde están los mayores productores de mejillones Europa. Algunas de ellas, en concentraciones nunca antes registradas.
La literatura científica alrededor de la contaminación de los ecosistemas marinos empieza a acumularse, pero la realidad es que aún sabemos poco sobre los efectos reales de estas sustancias. Eso sí, la mayoría de papers coinciden en la necesidad de llevar a cabo estudios a lo largo de periodos de tiempo más largos y sobre más poblaciones.
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