Se cumplen 50 años de la llegada del hombre a la Luna, y el gran salto que significó para la humanidad sigue siendo una fuente inagotable de anécdotas. Algunas tan ignominiosas como saber que la NASA valoró, antes de lanzar al espacio el módulo lunar Eagle, reducir su peso sustituyendo la escalerilla por una cuerda con nudos para que bajara por ella Neil Armstrong.
Tras años de investigación, Rafael Clemente ha recopilado la historia desconocida de la conquista de la Luna en ‘Un pequeño paso para [un] hombre’ (Libros Cúpula). Ingeniero industrial, escritor y divulgador científico en importantes medios de comunicación, Clemente fue el fundador y primer director del Museu de la Ciencia de Barcelona, la actual Cosmocaixa. Y aún sigue vinculado a la fundación bancaria: ha sido el asesor técnico de la exposición ‘Tintín y la Luna’, inaugurada el pasado 11 de julio en CaixaForum Sevilla para conmemorar el medio siglo de la histórica misión Apolo 11.
«MÁS DE TRES DÍAS SEGUIDOS DE TELEVISIÓN»
¿Cómo y dónde vio usted la llegada del hombre a la Luna?
Tenía 24 años y lo viví de primera mano en Austin (Texas, Estados Unidos), donde estaba estudiando. Recuerdo que tres cadenas de televisión nacionales ofrecieron entre setenta y noventa horas seguidas de programación exclusiva. Me empapé bien de todo aquello hasta el punto de que la exploración espacial se convirtió en mi hobby, si bien la vida me la he ganado principalmente como ingeniero informático.
¿Realmente había tantos problemas de exceso de peso en el módulo lunar como para sopesar sustituir la escalerilla por una cuerda con nudos?
Me he enterado de eso hace relativamente poco tiempo. Lo de la cuerda fue una de las opciones extremas que se plantearon. Hay que tener en cuenta que ya antes habían quitado las sillas para reducir peso. Los astronautas iban de pie dentro del módulo y uno de los problemas que surgieron fue a la hora de dormir. Aldrin durmió en el suelo, acurrucado, y Armstrong, sentado en la cubierta del motor de ascenso, ambos con las escafandras y los cascos puestos para evitar el polvo lunar que flotaba en la atmósfera, que es muy abrasivo.
LA PRIMERA IMAGEN: UNA BOLSA DE BASURA
No fue, en cualquier caso, tan engorroso como el hecho de que a Aldrin se le rompiera la bolsa de recogida de orina, que ya había utilizado en parte, justo cuando le tocó el turno de poner el pie en la Luna. ¿A qué se debió?
El salto desde el último escalón era más alto de lo previsto. El impacto hizo que se rompiera la bolsa y el contenido cayese por dentro de la pernera. Pero así se escribe la historia, con estos detalles tan humanos.
«Estoy seguro que en la actualidad también encontrarías a valientes como ellos. Lo único que hoy no encontrarías es a políticos dispuestos a correr esos riesgos»
Tristemente humana es también la primera foto tomada desde la Luna, en la que ya aparece una bolsa de basura.
Es así. Pero es curioso, porque aunque lleva tiempo consignada la anécdota en el libro, el otro día, en un programa de radio catalán, un técnico de los que hicieron el seguimiento del módulo lunar desde Robledo de Chavela (Madrid) aseguró que la bolsa contenía los excrementos de los astronautas. Y así lo consignó también Quim Monzó en una reciente columna de ‘La Vanguardia’. Pero yo nunca he dicho que tuviera mierda. Dudo que los astronautas, en el poco tiempo que estuvieron en el módulo lunar, hubieran defecado. Me inclino más bien por la posibilidad de que hubiera toallas de papel, envoltorios de plástico y objetos de higiene personal, entre otros desperdicios. Antes de bajar Aldrin por la escalerilla se la entregó a Armstrong y esté la dejó debajo del módulo. Y así salió en la primera foto tomada en la Luna. Desde luego, es toda una metáfora.
‘BENDITA’ LUNA
También se ha titulado en otro diario que la primera comida en la Luna fue una hostia.
Fue una oblea, pero debieron pensar que era más llamativo titular hostia. Y también se tomó vino en la Luna. Aldrin era presbiteriano y llevó la oblea y el vino para bendecirlos y tomarlos dentro del módulo lunar, como hizo.
«A Trump aún le faltarían noventa y nueve mil millones más [para volver a la Luna]. Y otro detalle, nada menor: ¿dónde están actualmente el cohete, la cápsula, el módulo lunar…?»
¿En lo que respecta a cuestiones gastronómicas, qué tal le fue a la tripulación del Apolo 11?
No estaba tan mal, aun sabiendo que todo era liofilizado. Se tuvieron en cuenta las preferencias de los astronautas. Y a todos les encantaba el cóctel de gambas.
En algunos medios se puede leer que los astronautas advirtieron que había un olor raro en el módulo lunar. ¿A qué podía deberse?
Según dicen olía como a pólvora. Podría ser el olor propio del regolito, el polvo lunar, que es el resultado de millones de años de bombardeo de meteoritos. Y es un polvo no erosionado, muy abrasivo. Es decir, que tiene aristas microscópicas. Si respiras eso, eres un candidato fijo a tener silicosis. Respecto al olor, en lo que sí hubo quejas fue por parte de los astronautas de posteriores misiones encargados de quedarse en el módulo de mando, como Collins. Algunos pilotos del módulo de mando eran muy celosos de su nave y no les permitían entrar a los que volvían en el módulo lunar, para que no se la ensuciaran.
«OK, MOTOR PARADO»
Cuenta en el libro que, técnicamente, las primeras palabras que se pronunciaron en la Luna fueron: “Ok, motor parado”.
Y las dijo Buzz Aldrin. Tenía su motivo: el objetivo era parar el motor en cuanto las sondas tocaran el suelo. Si esperaban, se exponían a que las patas cediesen demasiado y la campana del motor se apoyara en el suelo, con el consiguiente riesgo de explosión. De hecho, no pararon el motor en el momento que debían, sino que prácticamente lo hicieron cuando el módulo lunar ya estaba posado. Pero hay que reconocer que el alunizaje de Armstrong fue muy suave.
«Armstrong no pronunció, o no llegó a entendérsele, la ‘a’ (un, en inglés) de “one small step for a man”»
¿Sería imaginable hoy día un alunizaje manual como el que terminó haciendo el comandante Armstrong?
Imposible. Incluso en el caso de Armstrong, el computador, que era dos mil veces más lento que un teléfono móvil actual, junto con las indicaciones del radar altimétrico seguía controlando la velocidad vertical. El astronauta solo tenía la posibilidad de desplazarse horizontalmente y, si acaso, ganar o perder un pie por segundo de descenso accionando un interruptor.
¿Eran conscientes de los riesgos que corrían?
Eran muy conscientes, y estoy seguro que en la actualidad también encontrarías a valientes como ellos. Lo único que hoy no encontrarías es a políticos dispuestos a correr esos riesgos.
REGRESO PRECIPITADO A LA LUNA
Sin embargo, Trump ya se vanagloria de que los estadounidenses volverán a la Luna en 2024, como paso previo para ir a Marte.
Es una boutade propia de Trump. El planteamiento era ir a la Luna en 2029. Él ha puesto mil millones de dólares sobre la mesa, algo que ninguno había hecho hasta ahora, pero con la condición de que lleguen en 2024. Pues aún confiaría en estar terminando su segundo mandato y ser así el presidente con el que se volvió a la Luna. Frente a esta megalomanía, hay que aportar datos. El proyecto Apolo entero costó cien mil millones de dólares a precio actual. A Trump aún le faltarían noventa y nueve mil millones más. Y otro detalle, nada menor: ¿dónde están actualmente el cohete, la cápsula, el módulo lunar…? No hay nada disponible a día de hoy.
¿Pero es necesario volver a la Luna para llegar a Marte?
En mi opinión, no. En esto soy un tanto lego, pero no le veo mucha ventaja. Quizá fuera más factible una estación orbital alrededor de la Tierra o de la Luna, tal como propuso en su día Von Braun, el ingeniero alemán nacionalizado estadounidense que participó activamente en el proyecto Apolo. Algo parecido a la actual Estación Espacial Internacional.
Los rayos ultravioleta han terminado por blanquear todas las banderas que pusieron los estadounidenses en sus respectivas misiones. Sin embargo, la del Apolo 11 pudo haberse salvado de la decoloración. ¿Por qué?
Es una teoría mía, y no tiene ninguna base científica. Al despegar el módulo lunar para regresar a la Tierra, la propulsión hizo que se cayera la bandera, pudiendo quedar tapada por el polvo. Eso podría haber hecho que no le afectara tanto la radiación solar.
CÓMO ENCAJAR «UN» HOMBRE
¿Y fue realmente un pequeño paso para el hombre o para un hombre?
Armstrong no pronunció, o no llegó a entendérsele, la ‘a’ (un, en inglés) de “one small step for a man”. De hecho, en la transcripción oficial de la NASA, parece como si hubieran encajado la “a” en el texto. Y para colmo, muchísima gente terminó diciendo “un pequeño paso para el hombre y un gran salto para la humanidad”, lo cual es una incongruencia. Debería ser para ‘un’ hombre, él, Armstrong. Y así lo he consignado en el título del libro, para llamar la atención a la gente que ha repetido mal la frase durante cincuenta años.
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Imágenes | Rafael Clemente, CaixaForum, NASA