¿Alguien podría imaginar un ecosistema tan perfecto que pueda albergar especies tanto de agua dulce como salada y esté capacitado para resistir condiciones tan adversas como las inundaciones? Esos entornos existen y se llaman manglares.
Se trata de hábitats pantanosos situados en zonas de costa y desembocaduras de los ríos. Están presentes en 123 países, en las zonas tropicales y subtropicales del planeta. En la Unesco definen este bioma como “único, especial y vulnerable que en virtud de su existencia, biomasa y productividad aporta importantes beneficios a los seres humanos”.
Y, sobre todo, advierten del peligro de su extinción. Amenazas como la deforestación y el cambio climático han acabado en los últimos 40 años con la mitad de los manglares de todo el mundo.
Manglares, esenciales para EL HOMBRE
Los manglares son fuente de biodiversidad. Sus ramas y raíces enredadas y sumergidas se presentan como un espacio único para que peces, crustáceos y moluscos desoven en ellas. Sus características de ecotono (un lugar a medio camino) terrestre y acuático conforman el hogar de reptiles y anfibios. Además, miles de aves los usan como refugio durante el invierno.
Por otro lado, son una barrera natural para la costa. Suponen un dique de contención inigualable contra inundaciones, tsunamis, tormentas o la propia erosión natural del terreno. Un informe del Banco Mundial y The Nature Conservancy asegura que un muro de manglares de 100 metros de ancho reduce la altura de las olas hasta un 66%. Si los manglares desaparecieran, 18 millones de personas sufrirían cada año por las inundaciones.
Sin olvidar el concepto de carbono azul. Los manglares poseen mucha más capacidad que los bosques terrestres para absorber CO2, uno de los máximos culpables del calentamiento global. Y se convierten en grandes reservorios de carbono. Más de la mitad del carbono que se encuentra en las zonas naturales procede de terrenos intermareales.
Beneficios económicos y sociales
Asimismo, resultan básicos para la economía de las regiones. En primer lugar, nutren de pesca a los habitantes de las zonas costeras, para su propio sustento y para la comercialización.
De igual modo, la madera del manglar es un material de primera calidad para las viviendas y la construcción de embarcaciones, puesto que es capaz de resistir a las humedades mucho mejor que la leña de otras plantas.
Del árbol del manglar se aprovecha cada pequeño elemento. Por ejemplo, el mangle rojo tiene propiedades antiinflamatorias, antioxidantes y antivirales. Además, de él se obtiene una miel muy apreciada.
El peligro de la sobreexplotación
Precisamente, algunas de estas cualidades son las que ponen en peligro a los manglares. Al ser áreas de transición entre aguas dulces y saladas, se convierten en zonas valoradas para la acuicultura, en las que, especialmente, la cría del camarón genera grandes rendimientos económicos, pero también una sobreexplotación de los recursos. Un caso parecido es el de la producción de sal. Miles de árboles son talados para conseguir zonas abiertas en las que la extracción del mineral sea más sencilla.
El desarrollo urbanístico es otro de los grandes causantes de la deforestación. De un lado, una industria turística masificada que, en demasiadas ocasiones, no tiene en cuenta la sostenibilidad. Del otro, la construcción de puertos para la explotación de aguas profundas que trabajan con minerales, gas natural o carbón. Lo que debería ser desarrollo económico para la zona se puede convertir en su fin si no se equilibran los procesos que aseguren la vida del ecosistema manglar.
Salva el manglar, salva el mundo
Afortunadamente, la concienciación ecológica supone un cambio de ciclo. El 26 de julio se celebra el Día Internacional de los Manglares, en recuerdo a la muerte del activista Hayhow Daniel Nanoto en un acto de protesta contra la despoblación del manglar ecuatoriano. Una fecha que quiere reivindicar la trascendencia que estos humedales tienen para la vida en el planeta. Y que nos lleva a recordar la multitud de proyectos que surgen para salvar estos humedales.
México posee el 5% de la superficie total de bosques de manglar que hay en el mundo. En apenas 40 años, había perdido casi 100.000 hectáreas. Para revertir esta situación, en 2005 se aprobó el Sistema de Monitoreo de Manglares de México (SMMM).
Se basa en la observación de los cambios de las zonas naturales y la identificación de peligros, por lo que supone un método de prevención y actuación muy eficaz, que, en tan solo cinco años, consiguió recuperar más de 10.000 hectáreas de manglares.
Otro ejemplo de buenas prácticas es República Dominicana. La isla caribeña está especialmente expuesta a inclemencias climáticas como huracanes. No en vano, se encuentra entre los diez países del mundo más expuestos al cambio climático.
Como hemos explicado, los manglares suponen una protección natural para la costa, por lo que el gobierno del país trabaja seriamente en la recuperación de estos espacios. Iniciativas como la creación de viveros de mangle en zonas de Montecristi y San Cristóbal para repoblar las zonas más deforestadas han conseguido el restablecimiento de 50 km² de humedal en cuatro años.
Por último, está el Proyecto de Bosques de Vanga Blue Kenia, un plan avalado por ONU Medio Ambiente. Se basa en el intercambio de bonos de carbono propuesto en el Protocolo de Kioto. Se espera reforestar más de 4.000 hectáreas de manglares mientras se aporta sustento económico a más de 8.000 personas de la zona de Kwale.
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