“Tienen la capacidad de extender información incorrecta o las teorías más descabelladas […], lo que ha acelerado la polarización de la sociedad y el electorado”. Habla Barack Obama, en una entrevista con The New Yorker, poco antes de entregarle las llaves de la Casa Blanca a Donald Trump. Las redes sociales no solo son terreno de bulos y fake news, sino que nos permiten escuchar solo lo que queremos oír. Nuestras redes sociales son una burbuja ideológica y estamos tardando en pincharla.
Una cámara para escuchar nuestro eco
Seamos honestos. A la mayoría no nos gusta que nos contradigan. Mucho menos que nos digan que llevamos toda una vida equivocados. Por eso nos caen mejor aquellos que ven el mundo como nosotros. No nos importa la objetividad tanto como creemos, preferimos pensar que tenemos la razón. Vale, no siempre es así, pero en mayor o menor medida, a todos nos pasa un poco.
Si te defines como progresista, probablemente tu perfil de Facebook no esté lleno de noticias de periódicos conservadores ni sigas en Twitter a representantes de partidos de derechas. Un estudio publicado en Nature en 2015, llevado a cabo por Eytan Bakshy, Solomon Messing y Lada Adamic, científicos sociales de Facebook, ya señalaba que solo uno de cada cinco usuarios que se identificaban como progresistas consultaban enlaces que desafiaban su forma de pensar. Del lado conservador, lo mismo.
Así empezamos a construir nuestra burbuja, una habitación cerrada en la que nos gusta escuchar el eco de nuestros propios pensamientos. Pero quizá la culpa no sea solo nuestra. Los algoritmos de posicionamiento de contenido en las redes sociales y las técnicas de marketing y publicidad tienen también su parte de responsabilidad.
La personalización y la hiper-segmentación no ayudan
Facebook, Instragram, YouTube y compañía se han hecho fuertes, en parte, gracias a su gran capacidad de recomendación. ¿Para qué entrar en YouTube si no te interesan los vídeos que te propone? ¿Por qué pasar tu tiempo en Facebook si no encuentras contenido y eventos que te motiven?
Así, los algoritmos se ponen manos a la obra. Con sus diferencias entre plataformas, escanean todo lo que tu red de contactos publica, los usuarios que sigues o los contenidos con los que interaccionas para darte más de lo mismo. Bien, ¿no? El problema es que, allí donde es necesario fortalecer el pensamiento crítico y recibir puntos de vista diferentes, estos algoritmos patinan (de momento).
Este fenómeno es lo que se conoce como el filtro burbuja, descrito por el ciberactivista Eli Pariser en su libro El filtro burbuja. Cómo la red decide lo que leemos y lo que pensamos. Básicamente, lo que Pariser dice es que Internet ha hiper-segmentado la información de tal manera, en aras de la personalización, que ha creado burbujas en las que solo tienen cabida artículos que coinciden con nuestras preferencias.
El poder de la opinión
La mayoría de artículos, posts y vídeos compartidos en las redes sociales no recibe apenas likes. Muy pocos son compartidos por una mayoría amplia de usuarios. Desafiando muchas de las reglas del marketing online, solo parece existir una receta para la viralidad: opiniones controvertidas. Vamos, que, si se genera el típico debate de “Y tu más…”, mejor que mejor.
La agencia MOZ analizó a finales de 2015 más de un millón de artículos para poner números a eso del engagement. Querían saber cómo reaccionaba la gente a cada post. La mitad de los artículos compartidos tenía menos de cuatro likes. Los que superaban los 1.000 shares eran una pequeña fracción. Curiosamente, entre esos que alcanzaban la viralidad, muchos eran artículos de opinión de publicaciones de prestigio como The New York Times o The Atlantic.
El estudio no entra en la ideología de cada texto, pero resalta que las piezas o posts que generan debate triunfan entre la audiencia. Así, los artículos polémicos, hiper-segmentados o no, se han ganado el favor de community managers y expertos en SEO.
¿Estamos mejor que antes?
La burbuja ideológica que nos rodea a cada uno de nosotros es un hecho. Existen opiniones muy críticas al respecto, como la de Eli Pariser o la de Bill Gates, y otras más positivas, como la de Zuckerberg, pero casi nadie duda de su existencia. Precisamente el fundador de Facebook, en el manifiesto Building a Global Community, publicado el año pasado, señala la necesidad de pinchar los filtros burbuja.
“Las redes sociales aportan puntos de vista más variados que los medios tradicionales. Comparado con ver las noticias en dos o tres canales de TV o leer el mismo periódico cada día, Facebook nos presenta una mayor diversidad de contenido”, sostiene Zuckerberg. “Aun así, nuestro objetivo debe ser mostrar una imagen del mundo lo más completa posible, no solo una alternancia de perspectivas”.
Suena bien. El sueño eterno de una Internet que se convierta en una herramienta para reforzar la democracia y la transparencia de nuestra sociedad. Pero, ¿y si estamos tan a gusto en la burbuja que no queremos sacar la cabeza para ver lo que hay fuera?
No eres tú, Facebook, soy yo
El debate sobre los filtros y las burbujas en las redes sociales está abierto. La sociedad, sobre todo alrededor de determinadas cuestiones espinosas, parece estar cada vez más polarizada. Algunos han querido culpar a Facebook, Twitter y sus burbujas de ello. Como siempre recibimos el mismo tipo de input ideológico, los bloques, los bandos, se consolidan.
Sin embargo, un estudio del año pasado publicado por Levi Boxell y Matthew Gentzkow, de la universidad de Stanford, y Jesse M. Shapiro de la universidad de Brown, deja la puerta abierta a la duda. Quizá la tendencia a la polarización y el confort de la burbuja fuesen reales antes de las redes sociales. Quizá estén fomentadas también por otros factores.
Según su investigación, la polarización ideológica en Estados Unidos, de la que Obama culpaba a las redes sociales, había sido mucho mayor en la última década entre grupos de edad que apenas las usaban, como los mayores de 65 años. ¿Su explicación? Otros factores transversales, como el aumento de la pobreza y el paro, estaban detrás de este fenómeno.
Aun así, los investigadores reconocen que les faltan datos para respaldar sus nuevas hipótesis. Eso sí, creen que no se puede culpar solo a las redes de la polarización ideológica del mundo.
Así se pincha una burbuja
Vivimos tiempos de polarización, de debates que solo buscan consolidar nuestra opinión, de discusiones en las que no cabe un “Oye, pues tienes razón”. No te prometemos que vaya a ser fácil, pero el mundo necesita de gente (cuanta más mejor) que se atreva a abandonar la burbuja. Al fin y al cabo, es allí fuera donde se construyen nuestras sociedades.
Así que, para acabar, por si te estás planteando pinchar tu burbuja, aquí te dejamos unos consejos rápidos, señalados por la periodista británica Amelia Tait (The Guardian, New Statesman), para salir de tu zona de confort.
- Dale un like a páginas con las que no estás de acuerdo
- Prepárate para leer informaciones que te hagan estar incómodo
- Intenta comprobar los artículos antes de compartirlos, acaba con los bulos
- Prueba a crear cuentas alternativas en Twitter o listas de gente con la que no estás de acuerdo, así podrás ver lo que publican solo cuando te sientas con fuerza, sin llenar tu timeline con sus opiniones
- Recupera esos contactos que eliminaste porque no te gustaba como pensaban. No decimos que esté bien ser racista o machista, pero observar y llegar a entender otros puntos de vista puede ser útil
- Vuelve a comprobar los artículos, esta vez los que comparte tu álter ego, puede que encuentres cosas que te sorprendan
- Si quieres profundizar, puedes usar Reddit para seguir comunidades de las que nunca serías parte, como los defensores de Donald Trump, los tierraplanistas o cualquiera de los extremos del conflicto catalán
- Debate y desafía los puntos de vista de otros, siempre desde el respeto. Entre todos podemos hacernos pensar de forma un poco más crítica
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