Para muchos, prometer que pasarán menos tiempo en las redes sociales ya es como los propósitos para el año nuevo. Son cosas que se dicen. Los mil escándalos que involucraron, involucran e involucrarán a todas las plataformas no han servido de nada. El robo de datos personales en Facebook, la instigación a la violencia que circula por WhatsApp, la propaganda extremista en YouTube, el narcisismo de Instagram o las peleas absurdas en Twitter. Seguimos allí como si nada.
La idea de que las redes sociales pueden causar efectos psicológicos negativos no es nueva. Sin embargo, ahora parece que esas consecuencias dañinas llegan más allá de la depresión y la ansiedad. Como si eso no fuera suficiente, por cierto.
El uso compulsivo de las redes sociales también podría alterar nuestra capacidad para tomar decisiones. El mismo efecto provocado por las drogas y el juego. Una alteración en nuestra fuerza de voluntad y libre albedrío. Aún no hay respuestas definitivas, pero cada vez más estudios están avanzando en esta dirección.
Las redes sociales conducen a malas decisiones
El último trabajo que analiza esa posibilidad es una investigación realizada por la Universidad estatal de Michigan (EE.UU.) y publicada en el ‘Journal of Behavioral Addictions’. Según sus colusiones, el uso compulsivo de teléfonos inteligentes y ordenadores para echar un vistazo a las notificaciones de Facebook y actualizar la cuenta de Instagram podría hacernos dudar en el momento de tomar una decisión.
Se trata de una evidencia preliminar, que invita a «considerar seriamente cuáles pueden ser las consecuencias del uso excesivo de las redes sociales», según comentan los investigadores en la presentación del estudio. Y dada la difusión de las plataformas digitales, no se puede pasar por alto la hipótesis de conexión entre su uso intensivo y la toma de decisiones arriesgadas y deficientes. El mismo comportamiento que se desata en los cerebros de las personas con problemas de dependencia.
El experimento
El experimento involucró a 71 personas. Los participantes respondieron a una encuesta para medir el tiempo empleado en Facebook y su correlación con la capacidad de tomar decisiones. Este último elemento fue verificado a través del Iowa Gambiling Test. Un instrumento utilizado por los psicólogos desde hace mucho tiempo para estudiar las capacidades de una persona en diferentes condiciones.
Las personas reciben cuatro barajas de cartas: dos ‘buenas’ y dos ‘malas’. Cada baraja contiene cartas que conducen tanto a un premio como a una pérdida. En las barajas ‘buenas’ el premio es bajo, pero la pérdida es menor. En las otras, ante posibles ganancias mayores, existe el riesgo de sufrir pérdidas aún más grandes. Al cruzar los datos, surgió una correlación entre el aumento del tiempo invertido en la red social y la toma de peores elecciones.
Se trata de una evidencia que los psicólogos cognitivistas llevan años contrastando en el tratamiento de drogadictos y jugadores patológicos. Es una consecuencia de un déficit neurológico en la corteza prefrontal, que se traduce en la incapacidad de recordar las emociones relacionadas con eventos pasados. Así que incluso las experiencias negativas, como la pérdida de dinero o el dolor, no enseñan nada. Y no se aprende de los errores.
Lo riesgos de un uso excesivo
Es la primera vez que la comunidad científica saca conclusiones de este tipo, que obviamente necesitan más estudios para ser confirmadas. Y puesto que una de cada tres personas en el mundo usa al menos una red social, el mensaje debe ser prudente.
«No hay duda de que pueden traer un beneficio a nuestras vidas. Sin embargo, no debemos pasar por alto el lado oscuro que puede ocultarse cuando no somos capaces de distanciarnos”, avisa Dar Meshi, neurocientífico cognitivo y primer autor de la publicación. “Este aspecto debe investigarse a fondo, para comprender si eso de las redes sociales también puede considerarse una adicción”, añade.
Las posibles consecuencias, especialmente en lo que concierne a los más jóvenes, van desde la alteración del ciclo de sueño-vigilia, a la mutación de las relaciones sociales en el mundo real. Puede incluso provocar la modificación de algunos rasgos del carácter, como en el caso de los llamados ’retirados sociales’. Es decir, aquellas personas que se cierran en su casa y que, en los casos más graves, terminan aislándose incluso con respecto a su vida virtual.
¿El deber de dejarlo?
Después de todo, incluso el propio equipo de Facebook admitió que las redes sociales pueden ser dañinas. Lo hizo a través de un largo post publicado el año pasado por sus investigadores David Ginsberg y Moira Burke.
Hay que decir también que desde hace unos meses la plataforma de Mark Zuckerberg encuentra dificultades para atraer nuevos usuarios en los Estados Unidos. Y en Europa ha llegado incluso a perderlos. Esa desafección afecta principalmente a las personas más jóvenes que se dan de baja o no se registran directamente. Muchos prefieren canales de comunicación menos agresivos como Instagram. Sin embargo, tampoco estas plataformas, que además pertenecen a la misma empresa, son libres de riesgos.
El filósofo S. Matthew Liao, en un artículo publicado en el ‘New York Times’, se pregunta si existe incluso el deber moral de darse de baja de Facebook. Hacia uno mismo, por la sensación de inseguridad e insatisfacción que se puede llegar a experimentar al compararse con la vida que muestran los otros usuarios. Y hacia los demás, por el papel que ha desempeñado la red social en el debilitamiento de los valores democráticos.
Igual que en el caso del alcohol y las drogas, el prohibicionismo difícilmente funciona. Las herramientas pueden ser útiles si se sabe cómo manejarlas. Así que mejor invertir en educación. Tal y como nos dijo la joven profesora Valeria Cagnina: “Con la tecnología, a partir de las redes sociales, es necesario ser conscientes. Y para crear generaciones más conscientes se necesita una educación digital que empiece en la escuela”.
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