Internet y YouTube, el gran mundo digital en el que todo es posible. En el que cualquiera puede hacerse con una cámara (la de su móvil, mismamente) y generar todo tipo de contenido. Y colgarlo en la red y compartirlo con toda la humanidad. Pero esa libertad creativa, ¿hasta dónde llega? En YouTube, uno de los contenidos más populares son las bromas con cámaras ocultas, un género que en inglés se llama prank y que triunfa pero que mucho entre los más jóvenes. Ahora bien, algunos de estos vídeos han causado verdaderas polémicas que, como sociedad, nos hacen reflexionar. ¿Hasta qué punto es lícito usar cierto tipo de recursos?
Las bromas en los medios de comunicación
Hacer bromas no es un invento de YouTube aunque algún millennial lo pueda creer así. Desde que los medios de comunicación existen, se ha apostado por este tipo de contenido. No en vano, una de las actividades favoritas el 28 de diciembre es descubrir las bromas falsas de periódicos e informativos. Los programas de televisión de cámara oculta o las bromas radiofónicas han causado furor entre la audiencia.
La diferencia con muchos de los vídeos que podemos ver ahora es que estos programas están sujetos (o deberían de estarlo) a una línea editorial por parte de su grupo de comunicación. Tratan de ser divertidos y humorísticos, pero nunca ofensivos o denigrantes. Las empresas audiovisuales tienen mucho cuidado con emitir cualquier tipo de contenido que traspase ciertos límites y que, inmediatamente, pueda identificarse con su forma de trabajar. Pero, ¿quién pone los límites cuando es un adolescente el que, por cuenta propia, decide generar este tipo de vídeos?
A la caza de un «like»
Recientemente, se ha hecho popular un caso que hasta causa sonrojo relatar. Así que lo haremos muy rápido. Un youtuber llamado ReSet dio de comer a un indigente galletas con pasta dentífrica. Y lo grabó para luego colgarlo en su canal, claro. ReSet recibe peticiones de sus seguidores que le animan a practicar retos difíciles, comprometidos o extravagantes y él los lleva a cabo para contentar a sus fans. Porque éste es uno de los grandes causantes de la proliferación de estos contenidos. Algunos chicos, atraídos por la popularidad que les da YouTube, son capaces de llegar a cualquier extremo para conseguir más likes, más reproducciones, más comentarios…
Antes nos preguntábamos quién ponía el límite a este tipo de cosas. Pues, afortunadamente, la sociedad. El vídeo de ReSet se hizo popular pero no por los motivos que él hubiera deseado. Los comentarios negativos respecto a su acción lo convirtieron en viral. Los internautas lo criticaron y le dieron voz a la acción, para evitar que comportamientos así queden impunes y que alguien que humilla a otra persona pueda pensar que eso es divertido. Tales han sido las críticas, que el chico se vio obligado a pedir perdón hace un par de días. Eso sí, no es la primera vez que este youtuber se ve envuelto en la polémica. En su afán por ganar seguidores, también ha sido acusado de maltrato animal, pues no duda en hacer a sus gatos protagonistas de sus vídeos, aunque éstos consistan en producirles descargas eléctricas.
El famoso «caranchoa»
Aunque, seguramente, el caso más famoso de los últimos meses fue el protagonizado por el youtuber MrGranBomba. Sí, todos sabéis que nos referimos al «caranchoa». Este youtuber también es popular por los vídeos de bromas con cámara oculta que protagoniza y comparte en su canal. O deberíamos decir «era» porque después ese popular suceso, el chico borró todos sus vídeos en YouTube y su cuenta de Twitter.
Ya sabréis de que irá el vídeo pero os lo comentamos brevemente, por si alguien acaba de aterrizar en este planeta. El chico se acerca a una persona de la calle y le insulta (esto, supuestamente, es el germen de la gracia). La cosa se complicó para MrGranBomba cuando el transeúnte no reaccionó muy bien que digamos y le propinó un tortazo. Pero aún se complicó más cuando el youtuber hizo público el vídeo pensando que la comunidad internauta compartiría su indignación contra la persona que protagonizaba el vídeo. No tuvo la respuesta popular que esperaba. Los internautas se posicionaron, sí, pero, mayoritariamente, de parte de la víctima de la broma. Lo que se llama, comúnmente, salir el tiro por la culata.
Denuncias y tribunales
Y es que estas «bromas» que para sus protagonistas pueden ser totalmente inocentes, pueden causar más de un problema a los autores de esos vídeos. En 2015, los youtubers del canal TrollStation, de origen británico, decidieron jugarse el todo por el todo con una broma en la que cometían un robo y un secuestro falso tanto en la National Portrait Gallery como en el museo Tate Britain de Londres. En mayo del año pasado, un tribunal condenó a estos chicos a penas de prisión de entre cuatro y cinco meses por «intento de crear pánico social» y «provocación de violencia fuera de la ley».
Otra tendencia viral en una línea parecida es la de los llamados «payasos asesinos». Se trata, ni más ni menos, de gente que se disfraza de payaso terrorífico y, con un arma en la mano, como puede ser un cuchillo, se dedica a pasear por las calles para provocar miedo en la gente. La cosa es que los imitadores de los payasos se han multiplicado por muchos países del mundo y algunos casos han tenido serias repercusiones. En octubre, un joven sueco era apuñalado por uno de estos payasos. El pasado Halloween, el pánico cundió en algunas ciudades, como Londres, ante las imprevisibles acciones de unos sujetos que se esconden tras una máscara. Se extremaron las medidas de seguridad ante el temor de que sucedieran más incidentes relacionados con esta moda.
Un momento para la reflexión
¿Vivimos en la sociedad de la banalización? ¿Estamos tan engachados a la cultura de lo viral que perdemos de vista los límites morales? ¿Tiene alguien derecho a hacer protagonista de una broma pesada a un individuo inocente y ajeno sólo para tratar de ganar más visitas en su cuenta? Visitas que luego espera monetizar, claro está.
El mundo de Internet es una maravillosa jungla llena de creatividad, originalidad, entusiasmo y talento. Muchos son los artistas, humoristas, autores, cantantes… que hemos conocido y que han salido del anonimato a cuenta de un perfil en redes sociales. Pero nunca podemos confundir irreverencia con un recurso fácil que consista en ofender a otros. Netiqueta o, como hemos aprendido desde bien niños, un poco de sentido común, puede ser suficiente.
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