La industria de la música ha encontrado en los conciertos masivos una buena fuente de ingresos que contrarresta la caída acusada de las ventas de CD en la última década. Organizarlos no es fácil, pero el big data y las tecnologías de localización están aquí para ayudar.
Hoy no hay músico que se precie que no recurra a una gira veraniega para reencontrarse con sus seguidores y redondear sus ingresos. Las notas de cientos de artistas se pueden disfrutar en las plazas de los pueblos, en la playa o en festivales en el centro de cualquier ciudad. Este año, los fans tienen la ocasión de reencontrarse con ‘Taburete’, Rosalía, Bisbal, Malú, ‘Los Secretos’…
Según datos de Spain Live Music, nuestro país se ha convertido en un potente destino del turismo musical y el sector ha crecido a un ritmo del 70% anual en el último trienio. Llegan sobre todo británicos, pero también franceses, irlandeses o estadounidenses, y se gastan una media de 300 euros.
A escala mundial, el negocio de la música en directo también se ha disparado. De acuerdo con un informe de la consultora PwC, se estima los ingresos de los conciertos generarán 31.000 millones de dólares en 2022, de los cuales 24.000 millones corresponderán a la venta de entradas.
El caos de Woodstock hoy es evitable
Este año se cumple medio siglo de la celebración del mítico festival de Woodstock, que reunió en las proximidades de Nueva York a gigantes como Joan Baez, Janis Joplin, Joe Cocker, ‘The Who’, Jimmy Hendrix o Carlos Santana, entre otros muchos. Woodstock se convirtió en un momento cumbre de la contracultura, pero también en un buen ejemplo de improvisación y una guía de cómo no se debe organizar un concierto.
Porque fue un fiasco económico para sus promotores y un memorable caos protagonizado por cientos de miles de fans que que se bañaron en el barro, dejaron coches abandonados y obligaron a los artistas a trasladarse en helicóptero.
Hoy el desbarajuste y la improvisación de Woodstock no tienen razón de ser. Las aglomeraciones de los festivales y conciertos musicales son una gran fuente de datos que ayudan a los organizadores a conocer mejor a sus audiencias y a montar mejores espectáculos. La tecnología también ayuda a conocer con tiempo el impacto que tendrán estos eventos en las poblaciones que las acogen.
El Sónar recurre a la tecnología RFID
Un ejemplo de avance tecnológico es el del Sónar, uno de los grandes festivales de música que se celebran en Barcelona. Cada verano acoge a decenas de artistas y más de 100.000 seguidores del techno, el trap o el rock futurista.
En 2018, este evento distribuyó unas 60.000 pulseras para formalizar pagos sin efectivo basados en Radio Frequency Identification (RFID). La opción de asociar la pulsera a un número de cuenta corriente y pagar sin utilizar tarjetas de crédito ni efectivo, implantada en festivales como Sónar o el Cruïlla (que también se celebra en Barcelona), hace que los usuarios gasten un 15% más, según fuentes del sector.
Gracias a la tecnología RFID, los festivales pueden obtener una valiosa información sobre sus clientes basada en los datos de lo que consumen, por dónde se mueven y sus preferencias durante el acontecimiento. Xavier Vilajosana, profesor de la UOC, recuerda que la tecnología RFID solo funciona en un rango de unos 10 metros, por lo que sirve para registrar el paso por un lugar concreto. Sin embargo, se trata un sistema barato y con toda la autonomía energética, puesto que las etiquetas RFID (en realidad un chip con un identificador y una pequeña antena) no necesitan batería para funcionar.
Pastel y cava para los fans que cumplen años
En los espacios abiertos de los conciertos, el wifi también puede ser de gran ayuda. La conexión de los fans a una red inalámbrica habilitada en la sala de conciertos o en estadio permite saber dónde se encuentran en cada momento. En espacios muy grandes, también puede ser interesante la geolocalización vía GPS.
Con la información personal que se obtiene de los asistentes a los conciertos, festivales como el Cruïlla personalizan la atención, invitando por ejemplo a pastel y cava a los asistentes que celebran su cumpleaños o aplicando un descuento a los que han estado en anteriores ediciones. Eso sí, en sistemas de este tipo se requiere que el fan acepte expresamente la cesión de sus datos y que siempre tenga la opción de no dar esta información, siguiendo las directrices de la legislación en materia de protección de datos.
Adiós a la intuición y al recuento a ojo
Antfluence es un partner de Orange especializado en marketing de proximidad y location intelligence. Esta compañía ha trabajado en festivales como Dreambeach, uno de los más importantes de música electrónica y que se celebra en el municipio de Villaricos, en Almería.
Sus soluciones (que mezclan tecnologías GPS, wifi, 4G y bluetooth) permiten al organizador ver lo que no es tan evidente. Por ejemplo, el seguimiento de cada músico y escenario en cada momento, la reacción del público ante una actuación o el consumo en las barras. De esta manera, los promotores del concierto pueden ver el rendimiento de cada acción, elegir mejor los emplazamientos y los músicos, y dar informes muy detallados a los patrocinadores.
Antes, todo esto se hacía de forma visual e intuitiva. A ojo de pájaro, prácticamente. Además, gracias a la tecnología de Antfluence, los organizadores también pueden dar servicios personalizados a los fans a través de una app, como promociones atendiendo a su perfil de cliente.
Como se ve, el big data y la geolocalización están sustituyendo a la intuición y los datos históricos a la hora de plantear un concierto o un festival. Y todo indica que esta tendencia se reforzará en el futuro. Al fin y al cabo, se trata de una industria que se la juega a una carta en unos pocos días cada año y que no se puede permitir errores.
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