Una teoría consolidada entre muchos autores es que el deseo nunca es ‘propio’, sino que se va construyendo al imitar modelos que tenemos a nuestro alrededor. Y las redes sociales, con su ventana abierta a infinitas vidas en apariencia idílicas, pueden añadir un extra de confusión a este complejo proceso.
Una de las diferencias entre el hombre y el resto de animales es que el primero no sabe qué desea en realidad. Los animales tienen respuestas instintivas, pero el ser humano, además de estas, alberga también todo un universo de deseos abstractos. Cómo estos se construyen es objeto de estudio habitual y algunos investigadores ya advierten sobre la posible influencia de la hiperconectividad.
¿Qué es el deseo mimético?
Si un animal tiene hambre, come; si tiene frío, busca abrigo. Como es obvio, los seres humanos también poseen estos instintos, pero el mecanismo del deseo es una fuerza igual de poderosa con un origen un tanto complejo de desentrañar. Elegir qué deseamos es una tarea casi imposible que requeriría de una gran capacidad de introspección.
A este respecto resulta muy interesante la conocida como ‘teoría mimética’ de René Girard. El pensador francés planteaba una correspondencia entre el deseo mimético y el proyecto identitario de los individuos, identificándola como una posible impulsora de la violencia contra los otros derivada de una necesidad de autoafirmarse.
El acelerado mundo actual propondría un escenario de crisis en el cual se alimentan y potencian los deseos de manera continua. Para Girard, alcanzar un ideal de autenticidad podría ser responsable, al menos en parte, de que se hayan agudizado las manifestaciones de lo que el autor define como “violencia sacrificial”.
Cómo se construyen los diferentes modelos del deseo mimético
Según esta teoría, el deseo humano es imitativo. Desde la niñez buscamos modelos para desear y a personas que nos mostrarán qué es tan valioso como para que merezca la pena desearlo. ¿Quiénes podrían ser estos modelos? Por ejemplo, nuestros padres, amigos de la adolescencia y profesores que nos hayan inspirado.
Reconocer que somos en un gran porcentaje un producto del deseo de otros requiere de esfuerzo y humildad, pero también puede ser beneficioso. Sobre todo porque este deseo mimético continúa también en la etapa adulta, aunque en esta época se transforme en una sensación menos identificable.
Para Luke Burgis, el deseo mimético se puede diferenciar en dos tipos distintos. El definido como deseo ‘grueso’, como las capas que solidificadas conforman una roca, se va construyendo al imitar actitudes de nuestros padres, familiares y amigos. Suele tener relación con cualidades universales como la honestidad, la belleza, la bondad y la dignidad.
El educador norteamericano plantea otro nivel inferior, el deseo ‘fino’. Serían deseos más efímeros y miméticos que los del caso anterior, como una capa de hojas que reposa sobre la roca y es sensible a cualquier cambio del viento. Si un nuevo modelo entra en nuestra vida, el viejo desaparece y pasamos a desear otras cosas.
Cómo las redes sociales modifican nuestros deseos
Un leve vistazo a una red social como Instagram muestra una infinita variedad de modelos vitales que pueden ser cercanos a nuestra vida o referencias ideales inalcanzables. Desde influencers que viven entre destinos paradisíacos a figuras públicas que encarnan las últimas tendencias en moda y belleza. Todo está a un clic: las últimas innovaciones tecnológicas y los mejores menús gastronómicos.
No es tan lógico compararse con un compañero de facultad como con una estrella de Hollywood, pero las redes sociales difuminan esa barrera. En el primer caso, hay que tener ciertas precauciones para protegernos de sentir celos o envidia. Para el segundo, lo mejor es asumir que ese modelo puede ser inalcanzable. Además, nada asegura que no pudiera hacernos miserables.
El gran cambio es que el deseo en este nuevo universo online se construye de manera continua, las 24 horas del día. La revolución que hay que asimilar es que hemos pasado de tener unas decenas de modelos a imitar a millones. No hay fin para las comparaciones y los efectos sobre nuestra salud mental todavía no han sido evaluados.
Algunos consejos para reflexionar y desear ‘mejor’
Con probabilidad, el mejor consejo para blindarse ante la posibilidad de desear modelos perjudiciales es dar un paso atrás y reflexionar. A este respecto, un pensador como Parker Palmer proponía «escuchar a la vida dictar quiénes somos, antes que decirle a nuestra vida qué queremos hacer con ella». Burgis añade otra recomendación: evaluar qué cambios nos han hecho sentir realizados a lo largo de los años e intentar encontrar un patrón común.
Un razonamiento frecuente entre varios autores es que conviene reconocer que nuestras relaciones con los distintos modelos están siempre sujetas al cambio. Ser conscientes de ello puede ayudarnos a diferenciar entre los deseos que pueden aportar plenitud y aquellos que solo proporcionan un chute instantáneo de dopamina. Desconectar por momentos de las redes, no tomárselas demasiado en serio y buscar contenido positivo será siempre una buena opción.
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Imágenes | Portada: foto de Alexis Fauvet en Unsplash. Imagen interior: fotos de Jessica Rockowitz y Kelly Sikkema, ambas en Unsplash.