«Ser que presenta anomalías o desviaciones notables respecto a su especie». «Cosa excesivamente grande o extraordinaria en cualquier línea». «Persona muy cruel y perversa». Así, y de otras cuantas maneras más, define la Real Academia la palabra monstruo. Lo de extraordinario y grande a Facebook no se lo podemos negar. ¿De verdad se ha convertido la red social en un monstruo?
Más de un cuarto de la población global tiene perfil en Facebook. Si le añadimos los de Messenger, WhatsApp e Instagram, las redes sociales de Mark Zuckerberg suman más de 4.000 millones de usuarios. Hace tiempo que el mundo se dio cuenta de que no todo lo que relucía en Silicon Valley era oro. Facebook, ¿en qué te hemos convertido?
¿Es Facebook un monopolio?
Lo primero es definir en un monopolio, cosa que varía de país a país. En Estados Unidos, hasta que una única compañía controla el 50% de un mercado, no se denomina monopolio. La Unión Europea es algo más estricta al respecto. Aun así, ¿qué hay de malo en ser un monopolio?
“Lograr una posición de monopolio gracias a un producto superior o a una gran dirección de empresa es considerado como una recompensa”, explica el analista de Bloomberg David McLaughlin. “Otra cosa muy distinta es intentar mantener el monopolio de forma ilegal eliminando a los competidores que amenacen el dominio”.
No nos vayamos por las ramas. Facebook es una de las 10 mayores compañías del planeta. Junto a Google, domina la mitad de la inversión digital publicitaria a nivel mundial (y no para de crecer). Solo YouTube representa una amenaza a su dominio de las redes sociales (Twitter tenía 328 millones de usuarios en junio, Facebook 2.010 millones).
Entendido de forma tradicional, el principal problema de un monopolio es dejar poco espacio a la competencia y poder manejar los precios de los servicios a su antojo. Pero en el caso de Facebook, los servicios son gratis. ¿Por qué nos iba a preocupar entonces si la red social de Palo Alto tiene una posición dominante?
Amenazas contra la competencia… ¿y la privacidad?
La Comisión Europea se toma en serio lo de la competencia. Para muestra, la multa de 2.400 millones de euros que le cayó a Google por favorecer sus propios servicios frente a los de la competencia. Con Facebook, sin embargo, todavía no han mostrado una decisión tan clara.
Sin embargo, el regulador alemán de la competencia, el Bundeskartellamt, ha dejado ver por dónde podrían ir los tiros. Facebook basa su poder en los datos de los usuarios. Como tal, el regulador alemán entiende que Facebook fuerza a los usuarios a aceptar términos y condiciones que pocos entienden. ¿Cómo? O aceptas y me das tus datos, o te quedas fuera de la mayor comunidad online que existe. Así, sin términos medios.
Otro de los puntos calientes es WhatsApp o, más bien, su fusión con Facebook. La Comisión Europea multaba en mayo a la compañía de Zuckerberg con 110 millones de euros, no por prácticas anticompetitivas, sino por saltarse las reglas de la Unión. Vale, no tiene que ver con el monopolio, pero sí con la privacidad.
El problema es que Facebook, cuando comunicó la compra de WhatsApp en 2014, dijo que iba a ser imposible relacionar los usuarios de cada servicio. Sin embargo, hace ahora un año, Facebook anunciaba la posibilidad de vincular todas las cuentas. El asunto sigue en el aire, pero las intenciones están claras: la compañía de Zuckerberg quiere que sus dos principales redes sociales compartan datos. Información de más de 3.200 millones de perfiles de usuarios.
Follow the money
La publicidad es el combustible de los medios de comunicación, así ha sido desde sus orígenes. Ahora es, también, otro de los sectores donde Facebook está haciendo valer su posición dominante. Más de 2.000 millones de personas son una audiencia demasiado jugosa como para dejarla escapar.
Así, Facebook es la segunda empresa que más ingresa por publicidad a nivel mundial. Con Google, controla el 20% del presupuesto global, contando todos los formatos, de vallas publicitarias a vídeos online. En Internet, ambas se comen alrededor del 50% del gasto, según datos de la agencia Zenith Media.
En números algo más reales, esto significa que Facebook ingresó el año pasado 26.900 millones de dólares. Para comparar, en España, el mismo año, todo el dinero invertido en publicidad sumó, al cambio, 14.000 millones de dólares, según el último informe de Infoadex. Hablando de tanta pasta, toca ya tratar otro de los grandes punto de conflicto con el gigante de las redes sociales.
Un medio de medios
Los datos varían de país a país, de encuesta a encuesta, pero alrededor del 50% de los usuarios de Facebook lee, ve y escucha las noticias a través de la red social. Facebook, al igual que Google, nunca ha escondido su intención de convertirse en un medio de medios, una plataforma agregadora de noticias.
Ahora, en 2017, está centrado en el vídeo y en la televisión en directo. Varios canales de noticias, sobre todo estadounidenses, emiten en directo a través de la red social. En España, algunos medios hacen live videos e incluso se han podido seguir partidos en tiempo real (legalmente, no a través de plataformas piratas).
¿Y dónde hemos dejado la publicidad? Donde estaba, en manos de Facebook. La red social controla cada céntimo que entra en forma de anuncios gracias al contenido de terceros, por el momento. Sin embargo, no crea apenas nada.
El peso de la creación de textos, vídeos, audios y demás, con la inversión que requiere, sigue en los hombros de los medios digitales. Aunque suene un poco paradójico, los medios crean contenido para que Facebook (no solo, otras plataformas digitales funcionan parecido) haga dinero. Mientras tanto, estas empresas se lamentan de sus bajos beneficios.
La nueva censura
Dejando el dinero a un lado, Facebook se ha enfrentado a otro problema creciente en los últimos años: ¿Cómo regulo mi comunidad? ¿Cómo consigo que 2.000 millones de personas se porten bien, no se insulten, ni sean racistas, ni inciten al odio, ni muestren contenido sexual, ni…?
“A lo largo de la última década, la compañía ha desarrollado cientos de reglas, diseñando elaboradas distinciones acerca de qué permitir y qué no, con la intención de convertirse en un lugar seguro para 2.000 millones de personas”, señalan los periodistas Julia Angwin y Hannes Grassegger, de la web de investigación ProPublica.
El negocio de Facebook está en los usuarios y, como tal, cuantos más, mejor. Así, tiene que ser un sitio agradable para todos y al mismo tiempo asegurar su presencia en países no democráticos. No es ninguna invención, Facebook censura contenido. Con mejores o peores intenciones, la red social decide qué contenido borrar y qué contenido permitir.
Básicamente, la compañía ha definido una serie de categorías y subcategorías a proteger: orientación sexual, religiosa, origen, identidad de género, raza o grupo étnico y minusvalías físicas o psíquicas. Cada vez que detecta un ataque ligado a estas categorías, lo suprime. Eso, en teoría.
También se borran contenidos con incitación a cualquier tipo de violencia, incluido el terrorismo. Sin embargo, no se eliminan ataques que tengan que ver con la edad, con la apariencia física, la clase social o la ideología. Y los propios moderadores de Facebook reconocen que el sistema cae continuamente en contradicciones.
El informe de investigación publicado en ProPublica señala que el algoritmo anti-odio de Facebook, tal como está diseñado hoy, favorece claramente a ciertos grupos de personas sobre otros. Además, cuando ciertos grupos de poder utilizan la red social para emitir ataques a terceros, apenas existe censura. Merece la pena echarle un ojo.
Acepta mis reglas o atente a las consecuencias
Si no te gusta cómo es, siempre puedes dejarlo. Es el típico argumento de discusión entre cuñados aplicado a cualquier cosa inabarcable, como un país o un sistema. El mismo argumento podría aplicarse también a Facebook. Pero, si sus reglas no te gustan, si no te parece bien la censura del contenido o su política de privacidad, ¿qué alternativa te deja?
Casi un tercio del planeta está en Facebook. Todos tus amigos y tu familia están en Facebook. ¿En serio vas a dejarlo? Como empresa, seas un autónomo o una gran corporación, pasa lo mismo. ¿Estás dispuesto a abandonar el mayor medio de comunicación del planeta Tierra? Es más, probablemente, ni te leas las condiciones del servicio, porque sabes que las vas a acabar aceptando.
El monopolio en el sentido tradicional de la palabra parece ahora el menor de nuestros problemas. Facebook presenta desviaciones notables respecto a su especie. Es extraordinario, es – ¿excesivamente? – grande. ¿Es cruel y perverso? Vale, lo de monstruo quizá sea demasiado subjetivo, pero los hechos y los números están ahí.
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