Mucho antes de Spotify, Apple Music y otros servicios de streaming en la nube hubo un programa creado para compartir música que llegó a sacudir los cimientos de la industria. Fue Napster, una de las primeras redes P2P (peer to peer) popularizadas a nivel global.
Durante aquellos primeros años de internet se vivieron muchas historias parecidas. Proyectos innovadores creados por jóvenes programadores que se atrevían a desafiar todo lo establecido. Y de entre ellos el caso de Napster es uno de los más sorprendentes. Una historia de éxito, fracaso, renacimiento… Y hasta un juicio contra ‘Metallica’.
la historia de Napster
Todo comenzó en un chat del IRC donde tres usuarios fantaseaban con crear una comunidad online que les permitiera compartir archivos. Estos tres colegas ‘virtuales’, Shawn Fanning, Sean Parker y Ali Aydar, no anticiparon en aquellos momentos que, sin quererlo, cambiarían para siempre la industria musical.
La idea no era tan ambiciosa. En junio de 1999 Fanning subió a internet la primera versión de Napster, una de las primeras redes P2P. En esa época las conexiones eran lentas, pero el uso de la compresión MP3 convirtió pasarse música a través de ese protocolo en un proceso un poco menos tortuoso.
Inicialmente Napster albergaba un servidor central donde se indexaba el contenido compartido por los ‘pares’ y luego las transferencias de archivos se hacían de ordenador a ordenador. La forma en la que Fanning y sus colegas habían conseguido simplificar el intercambio de música era tan brillante que llegaron a alcanzar los 80 millones de usuarios.
Los problemas legales de Napster
Obviamente fue un éxito inmediato. A pesar de estar concebido como una comunidad, con salas de chats, canales temáticos y listas de éxitos, lo que la hizo popular fue cómo universalizó el concepto de ‘prestarse’ un disco digital. La idea fue tan buena que se les fue de las manos.
Su primer encontronazo serio con el establishment discográfico fue cuando apareció en su red una canción inédita de ‘Metallica’, ‘I disappear’. A la banda de metal no le hizo gracia y lanzó un ataque en julio de 2000. Su batería, Lars Ulrich, demandó a Napster por infringir el copyright estimando el perjuicio en 10 millones de dólares.
A este pulso legal se sumarían el icono del hiphop Dr. Dre y el sello A&M Records, apoyados por la RIAA (versión norteamericana de nuestra SGAE). Mientras los jueces debatían si compartir entre pares era o no legal, la actitud beligerante de los demandantes, solicitando listas de usuarios infractores, tuvo un efecto contrario: atraerlos más a la plataforma.
La industria consigue forzar el cierre de Napster
El forcejeo en los tribunales daría para el guión de una telenovela. La compañía se alió con el sello alemán Edel Music para distribuir canciones legalmente. ‘Dave Matthews Band’ fue el primer grupo en hacerlo. Otra maniobra para evitar el descalabro fue pedir a los artistas listas de material protegido, que bloqueaban con filtros.
También intentaron avanzar hacia el modelo de suscripción que luego han estandarizado Netflix o Spotify. Pero nada lo salvó: tras abonar 26 millones de dólares a la industria como compensación, Napster tuvo que cerrar en julio de 2001. Y como el intento de compra por parte de Bertelsmann por 94 millones de dólares fue denegado por un juez, en junio de 2002 se declaraba en bancarrota.
A los usuarios tampoco les importó demasiado que la industria hubiera ganado este primer asalto. Habían descubierto las ventajas de compartir de manera libre y, a falta de jugosas ofertas legales, no iban a dejarlo escapar. Napster murió, pero de la nada surgieron propuestas como SoulSeek, también enfocada a la música, u otras como KaZaA o eMule que también permitían compartir películas con el formato de compresión DivX.
Los sucesivos renacimientos de Napster
A pesar del batacazo económico y judicial, la marca Napster era sólida. En el mismo año de su bancarrota ya fue adquirida por Roxio, que la transformó en una tienda musical online. Seis años más tarde, en 2008, la venden a Best Buy por la friolera de 121 millones de dólares. De 80 millones de usuarios se habían quedado en ‘solo’ 700 000, pero la cadena buscaba competir con propuestas tan ambiciosas como iTunes.
A finales de 2011 vuelve a renacer al fusionarse con el servicio de streaming Rhapsody. Tras sucesivos rebrandings y acuerdos con diversas operadores internacionales, a día de hoy es básicamente una plataforma de música en formato digital. Tiene que competir con gigantes como Spotify, Apple Music, Amazon Music o Tidal, en un sector ya de por sí saturado.
Napster cambió la industria musical y sus creadores se han convertido en figuras esenciales del desarrollo tecnológico de las últimas décadas. Shawn Fanning se involucró en proyectos como Snocap (donde también coincidió con Ali Aydar), Ruptura o Path, además de invertir en startups. Y Sean Parker, uno de los principales accionistas de Spotify, hasta tuvo el privilegio de ser interpretado por Justin Timberlake en la película sobre Facebook ‘La red social’.
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Imágenes | Portada: foto de Tanner Boriac en Unsplash. Imágenes interiores: pantallazo de Napster por De Njahnke y retrato de Shawn Fanning, ambas en WikiMedia Commons.