Animación por ordenador, inteligencia artificial, robótica… Estamos habituados a constantes noticias sobre sus nuevos logros. Pero ¿qué pensarías si te contamos que existen avatares cuya imagen está valorada en 125 millones de dólares? Bienvenidos a la era de los influencers virtuales.
Se trata de personajes creados por CGI y se están convirtiendo en iconos de moda y estilo de vida. Viven en redes sociales como Instagram, en la que muestran sus acciones diarias y han comenzado a acumular miles de seguidores.
Las marcas los aman
Experimento social, reto tecnológico o, básicamente, instrumento de marketing. Porque las marcas como Diesel, Prada o Adidas tienen buenas razones para adorar a los influencers virtuales:
- Son especímenes nuevos, resultan llamativos y generan curiosidad en los usuarios. Dan a la marca una imagen más fresca.
- Conectan con los más jóvenes, acostumbrados a los eSports en los que crean su propio avatar e interactúan con otros personajes virtuales.
- Permiten crear un mundo idealizado, acorde con la imagen que quiere vender la marca. Una vida de lujo, de aventuras, de diversión…
- Pueden hacer cualquier acción (y todas hacerlas bien). Desde tirarse en paracaídas a practicar surf.
- El desarrollo tecnológico ha abaratado los costes. Crearlos no es demasiado difícil. Por ejemplo, una app como Toonstar permite diseñar personajes virtuales personalizados.
- Lo más importante. Los influencers virtuales nunca se meterán en líos o harán declaraciones inadecuadas. Las marcas gastan millones en contratar a estrellas. El mal hacer de una celebrity caprichosa les puede hacer perder su inversión. En cambio, detrás de estos influencers virtuales hay un gran equipo de producción, cuidando cada uno sus pasos.
Luces y sombras
¿Nos sorprende esta nueva moda? Para algunos, admirar a este tipo de avatares es una evolución natural. Todos somos seguidores de personajes de ficción, como superhéroes de cómic o protagonistas de series (que incluso, a veces, se asemejan a la vida del actor, pues se espera de él que actúe como su personaje).
No son reales, pero muchos influencers humanos son acusados constantemente de eso mismo. Muestran situaciones y venden un estilo de vida basado en una falsa felicidad. Podríamos preguntarnos qué es menos moral: ¿seguir a una persona que miente sobre su vida o a un personaje que ya sabemos que ha sido creado por una empresa?
Desde la irrupción de herramientas como Photoshop nos hemos acostumbrado a manipular nuestra imagen. Los smartphones incorporan filtros de belleza en sus cámaras… Las fotos que publicamos pueden estar manipuladas y perder su espontaneidad.
Una de las características de estos influencers virtuales es que no envejecen, mantienen una imagen fresca. Tampoco se convertirán en juguetes rotos cuando hayan pasado de moda. ¿O sí? ¿Qué sucederá cuando la inteligencia artificial esté más desarrollada?
Pero el problema de estos avatares es que estandarizan aún más los estereotipos de belleza que tanto se critican en publicidad. Muchos adolescentes (y adultos) pueden sentirse presionados para alcanzar unos cánones que, simplemente, son imposibles porque ni siquiera pertenecen a seres de carne y hueso.
Además, para muchos usuarios, la autenticidad es un valor. Un avatar, por muy hiperrealista que resulte, puede hacer que el mensaje pierda naturalidad.
Los influencers virtuales más famosos
Lil Miquela es la influencer más importante del universo virtual. Es una modelo de 19 años que vive en Los Ángeles y tiene raíces hispanobrasileñas. También ha hecho sus pinitos en el mundo de la música, en Spotify podemos escucharla cantar ‘Not Mine’. No solo se preocupa por el mundo de la moda, sino que también es activista de los derechos LGTBI y apoya el movimiento Black Lives Matter.
En su Instagram, la vemos lucir ropa de marca, pero también disfrutar con sus amigos (otros influencers virtuales) o hacerse acompañar de celebridades como el mismísimo Carlos de Inglaterra.
Todo esto no lo decide ella, claro. Lil Miquela (con más de millón y medio de seguidores) ha sido creada por la agencia Brud. Es una empresa que utiliza la robótica en acciones de marketing. Cuando lanzó a Lil Miquela en 2016, jugó durante un tiempo al despiste con los usuarios, sin explicar si era real o no.
Una de las mejores amigas de Miquela es Bermuda. Rubia y con ojos azules, su estilo más clásico representa el tradicionalismo estadounidense. Miquela y Bermuda comparten muchas fotografías, pero también una historia en común.
Y es que Bermuda hackeó la cuenta de Lil Miquela después de pelearse con ella. Afortunadamente para sus fans, las dos influencers virtuales se reconciliaron y vuelven a ser amigas. Las publicaciones sobre sus peleas están llenas de comentarios de instagrammers sorprendidos por cómo se han enganchado a esta trama de robots.
Shudu es otra influencer que se presenta como la primera supermodelo digital. Su creador es el fotógrafo Cameron-James Wilson, quien dijo que estaba aprendiendo a crear imágenes en 3D cuando se propuso diseñar a la mujer más hermosa que pudo. Shudu es imagen de la marca Balmain junto a otras influencers virtuales llamadas Margot y Zhi.
Una de las últimas celebrities en llegar es Imma, creada por el estudio Modeling Café, que ha trabajado en videojuegos como ‘Final Fantasy XV’ o ‘The Legend of Zelda: Breath of the Wild’. Imma supera en hiperrealismo a las otras influencers y, de hecho, sus asombrosos primeros planos ponen a prueba el ojo más crítico.
El auge de los personajes virtuales nos lleva a situaciones fascinantes. Como la historia de Akihiko Kondo, un japonés que habría pagado 16.000 euros para poder casarse con el holograma de la estrella de pop Hatsune Miku, una cantante virtual con más de 100.000 canciones.
Sorprendente, pero ¿somos capaces de analizarlo desde una base ética?
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