La ciencia ficción, prolífica como es, nos ha mostrado en numerosas ocasiones cómo usaremos las pantallas en el futuro. O, al menos, cómo se espera que estas sean usadas. En no pocas ocasiones hemos visto cómo alguien acerca un smartphone a una televisión para transferir archivos (Star Trek, Minority Report, The Expanse, Black Mirror…).
Lejos de ser un concepto futurista, la empresa Keyssa (fabricantes de hardware) busca reinventar el modo en que transmitimos la información a nivel local de manera inalámbrica, con tecnología de estado sólido y segura. Y lo quiere hacer con un beso: la Kiss Connectivity.
Kiss Connectivity, el nuevo estándar de transmisión de archivos basado en el beso
Es un hecho comprobado que cada vez generamos más datos, pero también que queremos que esos datos estén protegidos de miradas indiscretas. Y aquí tanto da si hablamos de archivos confidenciales de empresa como de fotografías personales que no queremos airear: buscamos cierta privacidad, y la tecnología puede ayudarnos a blindarla en buena medida. Por ejemplo, cuando transferimos esos datos de un dispositivo a otro.
Si hace unos años el rey de las transferencias era el cable (cámara a ordenador, móvil a ordenador, e incluso ordenador a ordenador) hoy día lo es la red WiFi. Enviamos todo a través del router porque, por lo general, enviamos información lejos de nosotros: a nuestras redes sociales, a nuestro blog, a amigos a través del WhatsApp… ¿Qué ocurre si queremos enviar archivos a nivel local?
Keyssa ha diseñado un nuevo método para transmitir archivos de este modo a través de una conexión de base electromagnética, muy similar al modo en que se cargan algunos teléfonos móviles. A través de electroimán en la base del dispositivo emisor se hace pasar una corriente que emite pulsos magnéticos en perpendicular. Estos son interceptados por el electroimán del dispositivo receptor y transcritos en datos.
La velocidad que se puede alcanzar mediante este método es muy elevada, del orden de 6 Gbps. Como dicen en su web, eso es «una película de 1GB en poco menos de dos segundos». Además, usa relativamente bien los recursos de la batería de ambos dispositivos a la hora de transmitir o recibir información.
Un protocolo físico que refuerza la seguridad
Una de las grandes ventajas de este tipo de métodos es la seguridad que aporta frente a otros sistemas, y lo explicamos con dos analogías:
No necesita de un servidor ni un router para trabajar, ya que la transmisión de datos se lleva a cabo de dispositivo a dispositivo. Pensemos que queremos transmitir un vídeo privado o una sesión de fotos personales de un teléfono móvil a un ordenador. Disponemos de varias opciones:
- Hacer uso de un servicio de almacenamiento online como Dropbox o Google Drive para alojar el contenido en un servidor externo, generar un enlace y abrirlo en el dispositivo donde queramos visualizarlo.
- Hacer lo mismo pero con un servidor propio, en nuestro domicilio. Es algo más seguro, pero aun así interceptable.
- Pasar de servidores y usar servicios encriptados de extremo a extremo como BitTorrent Sync (ahora Resilio), de modo que nada quede registrado en un lugar fijo.
- Hacer uso de tecnologías lentas como infrarrojos y Bluetooth.
- Usar Kiss Connectivity, o una tecnología similar, que envía archivos de punto a punto sin intermediarios y sin usar WiFi.
De las alternativas de arriba, la Kiss Connectivity es la más segura (de momento) debido a la enorme dificultad para interceptar la información entre dispositivos.
Es similar a pinchar la línea entre dos radioenlaces de torres de telecomunicaciones (esos tambores blancos que se ven sobre ellas). Para conseguirlo, hay que situarse en la línea recta que forman dos de ellos, a decenas de metros de altura. Para cometer un delito digital similar entre dos dispositivos que se estén besando, habría que meterse literalmente entre ellos. Parece poco viable.
Algunos métodos inalámbricos obsoletos
No es la primera vez que surge un método inalámbrico definitivo. Hace muchos años los teléfonos móviles (y algunas consolas, como la Game Boy Color) incluyeron un sensor infrarrojo. Realmente es una tecnología bastante segura, ya que el haz ha de ser continuo y los dispositivos deben encontrarse juntos, casi pegados, para que exista transferencia. Pero es lenta.
Unos años más tarde, el protocolo Bluetooth se popularizó, y hoy día nos permite conectar todos nuestros wearables en una suerte de nube personal a nuestro alrededor. ¿El problema? Evitar su seguridad es relativamente sencillo, y a menudo son usados para coordinar ciberataques mundiales cuando se conectan a la red vía 4G o WiFi del smartphone.
Con la llegada de las aplicaciones, algunos desarrolladores lanzaron algunas bastante curiosas que hay que tener en cuenta, como Bump (que ya no existe, ese fue su éxito) o AirDroid (que ya no dispone de la funcionalidad de la que hablamos). El mecanismo consistía en compartir a golpe de golpe, literalmente. Cuando dos smartphones con la misma app detectaban la misma colisión en sus sensores (acelerómetro), se emparejaban vía datos o WiFi, pudiendo compartir archivos.
A medida que surgen nuevas tecnologías, cambian nuestros patrones de uso. Es posible que un sistema como el beso de la Kiss Connectivity nos facilite el intercambio de archivos, especialmente a nivel doméstico y de oficina. Sin embargo, esta tecnología solo puede aplicarse en la muy corta distancia.
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