Poco a poco, y acompañado de diferentes polémicas, se ha incorporado a nuestras vidas un nuevo producto de uso esencial, la mascarilla. A principios de marzo su utilización en nuestro país empezaba a ser más numerosa de lo habitual.
Y desde el pasado 21 de mayo esta medida de prevención es obligatoria ante posibles contagios por coronavirus.
Ha de llevarse en espacios cerrados y en lugares al aire libre donde no se pueda mantener la distancia física recomendada. El uso de la mascarilla por sí sola no es infalible. Debe acompañarse del resto de medidas publicadas por el Ministerio de Sanidad: lavarse las manos con frecuencia y permanecer a más de dos metros de aquellas personas con las que no convivamos.
Directas al mar
Durante las primeras semanas de confinamiento era difícil encontrar una. La demanda de este artículo nunca había sido tan elevada y no había suficientes unidades para abastecer a la población, ni siquiera a la más expuesta y vulnerable, ni para pacientes que por sus patologías necesitan utilizarla con frecuencia. Ahora se pueden comprar en farmacias, supermercados y otros comercios, las hay de diversas tipologías y nivel de protección y van camino de convertirse en un nuevo accesorio en el sector de la moda.
Más de tres meses después de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declarara la pandemia de coronavirus, se ha generalizado su uso y con ello la aparición de un nuevo tipo de residuo. De hecho, en algunas playas de China se empezó a detectar el aumento de estos desechos a principios de febrero. En este país está extendido su empleo con motivo de la contaminación medioambiental, pero se disparó a finales de diciembre con la aparición de los primeros casos confirmados de enfermos por COVID-19.
OceansAsia, una organización para la conservación marina, denunció a principios de ese mes que había encontrado en la costa de las islas Soko, un archipiélago de Hong Kong, una gran cantidad de mascarillas quirúrgicas acumuladas. «Debido a la pandemia de COVID-19, la gente está tomando precauciones con el empleo de mascarillas quirúrgicas. Cuando de repente hay una población de siete millones de personas usando una o dos al día, la cantidad de basura generada es considerable«, explican en su web.
Al contenedor de residuos inorgánicos
Desde que comenzó el desconfinamiento en nuestro país no es raro toparse con alguna abandonada en la calle, sobre todo de tipo quirúrgico. También guantes de protección, aunque en menor medida. La situación ha empezado a ser tan preocupante que desde el Proyecto LIBERA, de SEO/BirdLife en alianza con Ecoembes, iniciaron en mayo una campaña de información sobre el asunto.
El propósito es concienciar a la población acerca de la correcta gestión de estos residuos, en su mayoría no reutilizables. De nuevo se apela a la responsabilidad de los ciudadanos para que los depositen en las papeleras o en el contenedor de restos de sus casas y no en el suelo. Si no es así, pueden convertirse en una nueva tipología de ‘basuraleza’ (basura abandonada en la naturaleza) y generar un gran impacto contaminando los espacios naturales.
«En las actuales circunstancias debemos insistir en un mensaje muy claro: los guantes, mascarillas y demás material de protección deben ir siempre al contenedor gris, nunca al amarillo. Igual que la basura que se genere en una casa con algún miembro contagiado: siempre al gris. Y en el resto de hogares, seguir reciclando como siempre», apunta Sara Güemes, coordinadora de Ecoembes del Proyecto LIBERA.
Toneladas de residuos sanitarios
El incremento no solo se ha producido en los hogares. Los centros sanitarios también han contribuido con el mayor empleo de mascarillas, guantes y equipos de protección individual (EPI). A pesar de la falta de disponibilidad de este material durante estas semanas, a finales de abril los residuos generados por los hospitales asturianos se habían multiplicado por cuatro. El Consorcio para la Gestión de Residuos de Asturias (Cogersa) pudo asumirlo y el tratamiento térmico para su eliminación se incrementó un 307%. En aquel momento, la previsión era recoger y tratar unas 185 toneladas de desechos hospitalarios en esta comunidad autónoma.
En Madrid, una de las regiones más castigadas por la pandemia, del 6 al 10 de abril la incineradora de Valdemingómez destruyó 90 toneladas. «Se ha producido un incremento exponencial en la generación de estos residuos. Antes de la crisis sanitaria se podrían estar generando alrededor de 10 toneladas de residuos sanitarios. Ahora se ha incrementado en torno a las 15 toneladas diarias y ha habido picos de hasta 30 toneladas«, explicaba la directora de este parque tecnológico, María José Delgado, a la cadena SER.
La crisis sanitaria desatada por la expansión del coronavirus no tiene precedentes. Son muchos los sectores y ámbitos afectados, y los servicios que no estaban preparados para afrontar un aumento de la demanda como la registrada en los últimos meses. Para quedarnos en casa y frenar el aumento de los contagios se pidió responsabilidad a los ciudadanos. Ahora que parece que lo peor ya ha pasado y el desafío, además de frenar su impacto, está en la generación de residuos que lo único que provocan es un daño al entorno en el que vivimos.
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Imágenes | Proyecto LIBERA, OceansAsia