Ricardo de Querol ejerce el periodismo desde 1988 y, en la actualidad, es subdirector de El País. En su libro «La gran fragmentación», editado por ARPA, reflexiona sobre las consecuencias de la transformación digital en la sociedad actual.
robotización, inteligencia artificial, criptomonedas, medios de comunicación…son cuestiones sobre las que reflexiona en su libro y también en esta entrevista en la que, por una vez, hemos querido dejar a un lado la fugacidad que caracteriza lo digital para dedicar tiempo a la conversación pausada, al diálogo enriquecedor que, en la era de TikTok, parece más necesario que nunca. Google no premiará este esfuerzo en su caja de búsqueda pero, quizás, alguien encuentre, en las respuestas de Ricardo de Querol y en su libro, alguna clave para interpretar nuestro hoy, tan inquietante como esperanzador.
Algoritmos, redes sociales,digitalización y polarización
– Hay cierta sensación de que esta extraordinaria revolución tecnológica en la que nos hallamos inmersos coincide en el tiempo con una involución social que, en política, ha derivado en populismo iliberal. ¿Cómo crees que se relacionan ambos fenómenos?
La digitalización, que se ha impuesto en un periodo muy corto, apenas 25 años, ha acelerado tendencias que venían de más atrás. Las crisis económicas sucesivas a partir de 2008 (vamos por la tercera) han deteriorado el prestigio del sistema democrático y de sus instituciones y agentes mediadores, incluidos los medios de comunicación. Los motivos de fondo de la polarización política quizás se remonten a la revolución neoconservadora de los años ochenta de Reagan y Thatcher.
Sin ser la única causa, las redes sociales han convertido la política en una sucesión de mensajes simplistas
Desde entonces aumenta la desigualdad y la precariedad laboral, y eso ha ensombrecido las perspectivas de los jóvenes. Que se diga tanto que los hijos vivirán peor que sus padres es un mensaje corrosivo para la sociedad. Sin ser la única causa, las redes sociales (o mejor dicho: la forma en que se manejan las redes por sus dueños) han favorecido los discursos tóxicos y polarizadores, y han convertido la política en una sucesión de mensajes simplistas. Hay compañías que han hecho negocio con la división social.
– Resulta extraño que, ahora que quizás tengamos una mayor conciencia de futuro en la historia de la humanidad, veamos este con más miedo que esperanza. ¿Quizás porque tenemos una imagen más definida de lo que puede llegar? ¿Cómo recuperar la fe en el progreso?
El pesimismo dominante hoy es exagerado porque vivimos en la decepción. Pensábamos que internet iba a ser un elemento democratizador y descentralizador, y en vez de eso vemos que una serie de gigantes digitales han tomado un poder desmesurado y se alienta la polarización. Ya se está trabajando, en las regulaciones y en los tribunales, para poner coto a estos abusos. Pero se nos olvida que lo que está viniendo va a traer enormes avances. La ciencia está a punto de dar pasos de gigante en el terreno de la salud, de la energía o de la computación. Eso traerá progreso y calidad de vida. La ciencia y la educación siempre fueron el motor del progreso.
guerras culturales y populismos
– ¿No te parece que, en buena medida, hay una exagerada denuncia de la llamada cultura de la cancelación por parte de quienes viven de su supuesta existencia? Me refiero, por ejemplo, a tanto rebelde de pacotilla que confunde incorrección política con mala educación y libertad de expresión con soltar majaderías buscando el clic en redes sociales.
Eso recuerda a la gente que te dice: yo es que soy muy sincero, cuando quieren decir que son agresivos y groseros. En las guerras culturales como las que vivimos es muy útil decir: me quieren censurar. Y ha habido excesos en nombre de causas progresistas, sí, por ejemplo en ciertas universidades donde se han impedido ciertos debates. Rechazo eso. Pero hay una tendencia censora mucho más peligrosa y más acusada en la derecha populista. No solo en países autoritarios. En Hungría, en plena UE, se está destruyendo la autonomía universitaria y se está atacando a los medios independientes.
Hay una campaña en varios países, como la misma Hungría o Polonia, para silenciar, mediante la ley, al colectivo LGTBI. En EE UU, los republicanos han presionado para retirar de las bibliotecas, no solo de las escolares, cualquier contenido relacionado con la diversidad sexual o la identidad de género. Eso es la vieja censura. Por otro lado, la independencia de criterio se ve sometida hoy, en las redes sociales, a campañas de acoso. Porque gran parte de la furia que vemos en redes se dirige a los disidentes del propio bando antes que a los rivales políticos. Eso empobrece el debate público.
– Hablando de cancelaciones de las de verdad, ¿qué opinas de la situación en la que se encuentra Julian Assange desde hace años?
No siento simpatía por Julian Assange ni por sus posiciones políticas, pero la causa por la que se le persigue va a crear un precedente muy peligroso para la libertad de prensa y, por tanto, para el derecho de los ciudadanos de ser informados verazmente. Assange no es un funcionario ni un espía que haya filtrado información, traicionando sus obligaciones de confidencialidad, sino que creó una plataforma para dar a conocer las filtraciones de otros.
No siento simpatía por Julian Assange ni por sus posiciones políticas, pero la causa por la que se le persigue va a crear un precedente muy peligroso para la libertad de prensa
Sin ser un periodista, trabajó de la mano de los periodistas de medios de prestigio para que el mundo conozca lo que no se sabía. Y conocer lo que alguien no quiere que se sepa es una misión tradicional del periodismo. Castigar la publicación de documentos verificados, auténticos y de interés general es muy inquietante.
– Mi sensación es que, llegado a cierta edad, prefiero que mi vida digital discurra en una cómoda burbuja ideológica e informativa. Sin embargo, tú hablas de que el gran riesgo de la era digital es evitar el contacto con el diferente. ¿Crees que todas las opiniones y opinadores son respetables? ¿No debemos aprovechar la tecnología para protegernos del odio y la mentira?
Cada uno de nosotros pondría la línea de lo respetable en un lugar, pero hay discursos de odio que claramente no son respetables. Y los hay que deben reprimirse: los que jalean el terrorismo o el genocidio. El problema, creo, es que el creciente tribalismo político nos está llevando a rodearnos solo de los que piensan igual y a consumir solo información que nos afiance en nuestros prejuicios. En el mundo digital uno puede interactuar exclusivamente con los que son semejantes, de ahí las burbujas. Pero la sociedad no es así: en el mundo real tratas con mucha gente que no has elegido tú, que tiene otro estilo de vida y otra forma de pensar. Es más fácil demonizar al otro si no tratas con él. Cuanto más tiempo pasamos con la pantallita, y menos en los espacios compartidos, esa tendencia va a peor.
la oscuridad de los algoritmos
– En todo caso, esa idea de que el enemigo es el otro, viene de lejos y no nace con las redes sociales. Quizás estemos culpando al espejo -la pantalla del móvil- por devolvernos un reflejo demasiado nítido de lo que somos…
No había internet hace un siglo cuando ascendieron los totalitarismos que llevaron a la Segunda Guerra Mundial. La imprenta y la radio han servido en el pasado para difundir ideas destructivas en lugares que estaban en conflicto, en crisis o en el caos. La pregunta es por qué se radicalizan las sociedades más desarrolladas en el siglo XXI. Y quizás sea porque ciertas empresas (y otros actores interesados) obtienen provecho de sacar lo peor de nosotros mismos. Veo un problema en la oscuridad de los algoritmos que eligen un menú que consumirás en las redes. Los contenidos más divisivos son favorecidos porque captan más tu atención.
– El panóptico digital, de Byung Chul Han; el Ciberleviatán, de Lasalle… Parece que somos marionetas en manos de las grandes corporaciones nacidas de Silicon Valley… ¿Cómo mantener cierta libertad de movimientos y pensamiento en un mundo hiperconectado?
Hay razones para desconfiar de Silicon Valley. Un puñado de empresas ha alcanzado un gran poder económico pero también, potencialmente, de control social, porque acumulan datos sobre nosotros que les damos gratis a cambio de entretenimiento. Pero me alejo del catastrofismo: al mismo tiempo que hay mensajes tóxicos y mentirosos, internet nos ha dado acceso casi ilimitado al conocimiento fiable. El que tiene curiosidad intelectual hoy encuentra infinitas vías para saciarla. No creo que la era digital nos vuelva idiotas. Y creo que aprenderemos, como sociedad, a resistir ese empeño por secuestrar nuestra atención. Avanzaremos hacia un uso más sensato y responsable de las redes. En mi caso, me obligo a seguir muchas cuentas de visiones diferentes a la mía, de gran diversidad temática e ideológica. Pero sé que soy raro en esto.
– La dependencia de las herramientas proporcionadas por las grandes tecnológicas hace muy difícil que prescindamos de ellas, incluso aunque nos obliguen a aceptar lo inaceptable. Pienso en cómo se quedó en nada la corriente migratoria de Twitter a Mastodon tras los desmanes de Musk. Tú mismo abriste un perfil en Mastondon que no tiene actividad, ¿crees que abandonarás Twitter? ¿Puedes -podemos- hacerlo?
Me costaría mucho abandonar Twitter, la red que más he utilizado en década y media, la más atractiva para un periodista. Estoy en muchas más, y he probado Mastodon. Pero allí publico lo mismo que en Twitter y no encuentro apenas repercusión. Tampoco he conseguido encontrar a tanta gente interesante. Desde luego, Mastodon está muy lejos de ser lo mismo que aún es Twitter para el debate público. Pero me aterran los cambios que está introduciendo Elon Musk.
Quizás Twitter esté en decadencia y ocurra que no sea Mastodon quien ocupe su lugar
Como esa amnistía general para cuentas suspendidas, es decir, para troles, matones y linchadores. Lo último es que, si no me suscribo al modelo de pago, ya no puedo tener la doble verificación, que es una forma de dar seguridad a la cuenta. ¿Tenemos que pagar para que no nos roben el perfil? Pero quizás Twitter esté en decadencia y ocurra que no sea Mastodon quien ocupe su lugar. Tengamos en cuenta que Facebook y Twitter son redes para boomers, los jóvenes ya se mueven en otras.
una oportunidad para la cultura
– A pesar de los peligros de la transformación digital, comparto contigo un firme optimismo ante las extraordinarias oportunidades que ofrece y, cuando dudo, pienso en Quevedo, ese chico que ha llevado su música a todo el mundo desde una isla. Vaya potencia que tiene la combinación de cultura e internet, ¿no?
La cultura ha vivido una agitación enorme en la era digital. En primer lugar, los creadores se enfrentaron al pirateo masivo, que fue demoledor. Con el tiempo han ido encontrando nuevas formas de negocio. El caso de la música es muy revelador: lo dominaba el disco, negocio que se desplomó, y ahora vive de las plataformas como Spotify, también de Youtube. Hay una concentración de los que mandan ahí, pero tampoco antes había muchísimas discográficas. El poder ha cambiado de manos, pero las cifras de facturación han vuelto a donde estaban. Y hoy hay muchas más posibilidades para los artistas que emprenden desde la independencia. La forma de difundir el producto cultural se ha transformado, pero se puede lograr mucho impacto partiendo desde los márgenes. Y quizás el consumo cultural sea más elevado que nunca.
periodismo e inteligencia artificial
Hablemos un poco de periodismo e inteligencia artificial, ¿cuál crees que puede ser el impacto en la profesión de innovaciones como las que están protagonizando ChatGPT o las que se esperan de Bard?
Ya existen medios que producen informaciones mediante robots. Lo hacen AP o la BBC, también La Vanguardia. Delegan en las máquinas la redacción de noticias que son puro dato: cotizaciones de la Bolsa, la lotería, los resultados deportivos o los de la noche electoral en cada distrito. No tengo especial prevención contra eso. Pero el criterio humano del periodista aún me parece irreemplazable en cualquier información que vaya más allá del puro dato, que requiera un poco de contexto, de profundidad.
De la inteligencia artificial que ya podemos usar, como ChatGPT, asombra su buen uso del lenguaje, aunque tiende a lo frío. Pero hoy por hoy nos da información nada fiable. Y todavía no ha demostrado tener criterio, de eso está muy lejos. Si la inteligencia artificial elabora información rutinaria y nos permite a los periodistas centrarnos en piezas más elaboradas y con más valor añadido, quizás haya venido bien. Lo terrible sería, espero que no ocurra, que llevara a recortar las redacciones y que los medios se llenaran de información robotizada. Los consumidores de información de calidad, en todo caso, saben reconocerla. Pese a todo, las tendencias de fondo empujan al periodismo a buscar la excelencia como única forma de diferenciación.
Las tendencias de fondo empujan al periodismo a buscar la excelencia como única forma de diferenciación
– Por cierto, ¿habrá periodismo en el futuro? ¿Cómo asegurar su supervivencia?
Recuerdo cómo hace una década se daba por muertos a los medios tradicionales y se miraba a algunos nuevos, como Vox, The Huff Post o Buzzfeed como el futuro, porque ellos sí sabían conectar con audiencias jóvenes. Incluso se bautizó como “periodismo ciudadano” al que se hace, sin garantías profesionales, en los blogs o en las redes. Y esos nuevos medios, esos blogueros y esos perfiles voluntariosos en redes tienen su público, claro que sí, pero años después el panorama informativo sigue liderado, en líneas generales, por las cabeceras de siempre. Se había despreciado la capacidad de las grandes redacciones de transformarse sin renunciar a sus viejos valores, de desarrollar nuevas formas de contar la actualidad desde el rigor.
Eso sí, los mejores periódicos del mundo cometieron muchos errores en el camino. Cuando el primer objetivo era ganar audiencia para elevar los ingresos publicitarios, se recurrieron a estrategias desesperadas y muy burdas de frivolidad y clickbait, que es otra forma del viejo sensacionalismo. Pero hoy el panorama es otro: los grandes medios se sostienen de forma creciente en las suscripciones y de forma decreciente en la publicidad. Ese es el único camino: depender de tus lectores antes que de tus anunciantes refuerza el modelo de negocio y también la independencia del medio. Y presiona en favor de mejorar los contenidos, en vez de recortar plantillas como se hizo durante la Gran Recesión.
Estos tiempos de polarización y fragmentación de las audiencias han alentado el partidismo y sectarismo de muchos medios
El periodismo de calidad es costoso, y creo que es positivo que los lectores elijan a qué medios se suscriben porque les dan credibilidad. Ahora bien, este modelo funciona para grandes diarios, o puede funcionar en medios más pequeños pero muy especializados. La prensa mediana, como la local, lo está pasando mucho peor: están cerrando muchas cabeceras, un fenómeno que se aceleró durante lo peor de la pandemia. Por otro lado, estos tiempos de polarización y fragmentación de las audiencias han alentado el partidismo y sectarismo de muchos medios. Luego nos sorprende que nuestro crédito se haya resentido. Creo que siempre habrá una capa amplia de población que demanda periodismo de calidad. Y los periodistas tenemos que estar dispuestos al cambio, a ampliar nuestras herramientas y a diversificar nuestras temáticas, pero aferrados a nuestros principios.
En Nobbot | Byung-Chul Han sigue tras la pista del malestar contemporáneo
Fotografía de cabecera de Moeh Atitar cedida por Ricardo de Querol