Robert Oppenheimer fue un físico teórico estadounidense de origen judío que se convirtió en uno de los llamados «padres de la bomba atómica» por su papel clave en el Proyecto Manhattan, el programa secreto que desarrolló las primeras armas nucleares durante la Segunda Guerra Mundial.
Su vida y obra estuvieron marcadas por los dilemas morales, políticos y científicos que planteó la creación y el uso de esta nueva tecnología bélica. La película que, sobre él, estrenará el director Christopher Nolan, está llamado a ser uno de los acontecimientos cinematográficos de 2023. El actor Cillian Murphy será el encargado de ponerse en la piel de este científico que también está de actualidad debido a la renovada amenaza nuclear que se cierne sobre el planeta por la Guerra en Ucrania. La publicación de su biografía, Prometeo americano, es otra muestra de ello.
Como dice el periodista y sociólogo Pablo Francescutti, la persistente atracción de su figura no resulta demasiado difícil de explicar: «lo que nos sigue fascinando es el mito del sabio que, tras arrimarse al poder para alcanzar la gloria, afronta dolorosamente las consecuencias éticas de su pacto con el diablo».
Oppenheimer y su pacto con el demonio
Oppenheimer nació en Nueva York en 1904 y se graduó en Harvard. Después de estudiar en Europa con algunos de los físicos más destacados de la época, como Max Born o Paul Dirac, regresó a Estados Unidos y se convirtió en profesor de física en la Universidad de California en Berkeley y el Instituto Tecnológico de California. Allí realizó importantes contribuciones a la física teórica, especialmente en los campos de la mecánica cuántica, la relatividad general y la cosmología. También se interesó por la cultura oriental y aprendió sánscrito para leer los textos sagrados hindúes.
En 1942, Oppenheimer fue reclutado para dirigir el laboratorio secreto de Los Álamos, en Nuevo México, donde se diseñaría y construiría la bomba atómica. Allí reunió a un equipo multidisciplinar de científicos e ingenieros que trabajaron intensamente bajo una gran presión militar y política. El 16 de julio de 1945 tuvo lugar la primera prueba nuclear de la historia, llamada Trinity, que fue un éxito pero también una demostración del enorme poder destructivo que habían creado. Oppenheimer recordaría más tarde que al ver la explosión le vinieron a la mente unas palabras del Bhagavad Gita: «Ahora me he convertido en la muerte, el destructor de mundos».
Poco después, las bombas atómicas fueron lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki, causando cientos de miles de muertes y poniendo fin a la guerra con Japón. Oppenheimer expresó su pesar por las víctimas inocentes y su deseo de que las armas nucleares fueran prohibidas. “Los físicos han conocido el pecado”, declaró mostrando su rechazo a las armas nucleares y a la subordinación de la ciencia a los militares.
En 1946 fue nombrado presidente del Comité Asesor General de la Comisión de Energía Atómica (CEA), el organismo encargado del control civil del arsenal nuclear estadounidense. Desde ese puesto abogó por el control internacional de las armas nucleares y se opuso al desarrollo de la bomba de hidrógeno, mucho más potente que las anteriores.
el ídolo caído
Sin embargo, sus posiciones pacifistas le granjearon numerosos enemigos dentro del gobierno y el ejército, especialmente durante el clima de paranoia anticomunista que siguió al inicio de la Guerra Fría. En 1954 fue acusado falsamente de tener vínculos con el Partido Comunista y sometido a una investigación que le retiró su permiso para acceder a información clasificada y le impidió seguir trabajando para el gobierno. Este hecho supuso un duro golpe para su reputación y su carrera.
Oppenheimer se retiró entonces al Instituto para Estudios Avanzados (IAS) en Princeton, donde había sido nombrado director en 1947. Allí continuó dedicándose a la investigación científica y a impartir conferencias sobre temas diversos como filosofía o literatura. También recibió varios reconocimientos por su labor científica y humanitaria, como el Premio Enrico Fermi o ser nombrado miembro extranjero de la Royal Society.
Oppenheimer murió en Princeton el 18 de febrero de 1967, a causa de un cáncer de laringe. Su legado como uno de los físicos más influyentes y controvertidos del siglo XX perdura hasta hoy.