Francesca Santoro, de 32 años, es investigadora en el Instituto Italiano de Tecnología (IIT) en Nápoles. Dirige un grupo internacional de bioelectrónica. Ha sido incluida entre los 35 Innovadores menores de 35 años más prometedores de Europa por la publicación ‘MIT Technology Review’. En 2011 se mudó a Alemania para completar sus estudios de doctorado en ingeniería electrónica. Trabajó durante tres años en la Universidad de Stanford (Estados Unidos) y, en julio de 2017, regresó a Italia. Francesca ha sido premiada por su proyecto de un parche fotovoltaico que regenera la piel.
– ¿Cómo nació la idea del parche?
La idea nos vino pensando en la violencia contra las mujeres y las quemaduras en escenarios de guerra. Las quemaduras son la principal causa de lesiones en la piel. Causan más de 300.000 muertes al año y más de 10 millones de heridos graves. Hoy la solución más efectiva es operar quirúrgicamente con injertos de piel autólogos o de cadáveres. Sin embargo, estas soluciones a menudo provocan importantes efectos secundarios. La terapia con células madre es limitada por falta de disponibilidad de las propias células. La electroterapia y la fototerapia son estrategias efectivas para la regeneración de la piel dañada, pero requieren instrumentos muy engorrosos. Nuestro objetivo, por tanto, es crear un dispositivo portátil, desechable, autoalimentado y de bajo coste, que se pueda producir en diferentes tamaños. Su impacto puede ser excepcional si consideramos los aspectos tanto económicos como médicos.
– ¿Cómo funciona?
Hemos decidido utilizar materiales plásticos por su coste muy limitado; además, se pueden procesar y son biocompatibles. La energía fotovoltaica nos libera de la necesidad de baterías, pero la clave del parche reside en su naturaleza tridimensional. Es una superficie plana de la que emergen unos cilindros. Los materiales 3D permiten una excelente integración con el cuerpo humano, minimizan las posibilidades de rechazo y garantizan un excelente rendimiento del dispositivo eléctrico. El sistema puede acelerar la curación de las heridas, siendo aproximadamente dos veces más rápido que el proceso fisiológico. Nosotros lo aplicamos a la piel, pero la idea de los impulsos eléctricos para restaurar algunas funcionalidades también se puede utilizar para el cerebro o el corazón.
– ¿Cuándo podría estar listo?
El MIT me incluyó en la categoría «pioneros» donde se evalúan la hipótesis, la idea y las primeras evidencias. Ahora estamos trabajando en la interfaz para comprender si se produce la regeneración y cómo se adhiere a la piel. Nuestro objetivo es tener un prototipo dentro de los próximos tres años. Luego pasaremos a realizar pruebas in vitro y, posteriormente, en los animales. Finalmente, si los resultados son positivos, podremos pensar en un spin-off del laboratorio o en una startup para comercializarlo. Nuestros tiempos son dictados por las necesidades biológicas, como siempre cuando se trabaja con células.
SAL, APRENDE Y VUELVE A CASA
– ¿Tras las experiencias en el extranjero, por qué decidiste volver a casa?
Mi elección se debió principalmente al deseo de crear un proyecto de investigación competitivo en el lugar donde me formé académicamente. El give back estadounidense es un concepto que siempre me ha fascinado y, por esta razón, regresar a donde nací me pareció lo más correcto.
– ¿Lo sigues pensando?
Sinceramente temía y conocía la lentitud del sistema italiano en comparación con el estadounidense, donde el investigador cuenta con mucha flexibilidad. Sin embargo, nuestro instituto permite que un jefe de proyecto tenga mucha independencia incluso en la administración de fondos. Un modelo muy poco italiano, sobre todo por lo que al reclutamiento se refiere. Aquí te seleccionan a través de una comisión externa internacional sobre la base de la propuesta realizada y el CV. Una vez seleccionado, te valoran durante cinco años basándose en los resultados. Si no consigues resultados, te vas a casa. La investigación necesita estímulos continuos, por lo que este modelo funciona.
– Has trabajado en dos mundos muy diferentes, Europa y Estados Unidos, ¿en qué difieren?
Estados Unidos y Alemania, sobre todo desde el punto de vista de la investigación, son dos realidades en total oposición. El enfoque alemán es muy metódico y preciso. Algo que puede ayudar mucho al comienzo de la trayectoria del investigador. Además, la bioelectrónica nació en Alemania. Los estadounidenses, en cambio, tienen la visión. Ya están pensando en el impacto y en cómo articular una publicación científica cuando aún no han realizado el primer experimento. Los alemanes, si no tienen evidencias experimentales, ni siquiera piensan en la publicación.
EN EE.UU. NO TODO ES ORO
Standford es la meca para todos los investigadores, ¿lo ha sido también para ti?
Aunque pases un solo un día en un lugar como Standford, enseguida te das cuenta de cómo puede inspirarte. Puedes hablar con un premio Nobel en el almuerzo. Son oportunidades únicas. Yo encontré verdaderos mentores, que me dieron mucho y aún me apoyan dos años después de mi regreso a Italia.
– Visto así parece un lugar difícil de dejar, ¿no?
Lo pasé muy bien allí, pero vives bajo una presión constante que puede llegar a ser una carga. No hay otra opción que la de ser muy bueno y yo, después de tres años, sentí que había absorbido todo lo que podía. La visión estadounidense a veces es un poco extrema, especialmente en Silicon Valley. Cada mañana alguien se despierta y decide crear una startup. Lo cual está muy bien y definitivamente es el lugar perfecto para hacerlo, pero tiene muchas desventajas. La primera es que existe una condición de competitividad extrema, con muchas consecuencias negativas para las personas.
– ¿Como por ejemplo?
El hecho de que todo se concentre en esa área crea una burbuja autorreferencial con ritmos de vida que son muy diferentes de los nuestros. Te lo dan todo, es cierto, pero terminas viviendo las 24 horas en la oficina. Además, solo los que trabajan en las grandes empresas tecnológicas reciben salarios que les permiten vivir en uno de los lugares más caros del mundo. En las universidades, en cambio, los sueldos están regulados a nivel nacional y son mucho más bajos. Quienquiera que vaya allí a pasar un tiempo, lo hace como una inversión. Si no tienes dinero para hacerlo, es muy difícil.
SOY UNA INVESTIGADORA QUE SE VISTE BIEN
– En Europa se vive mejor, pero aquí el investigador no es una figura tan valorada, ¿no crees?
Aquí el investigador no es necesariamente visto como un innovador. Y viceversa. Deberíamos refutar el cliché de que el investigador es un ‘friki’. A menudo, por ejemplo, me dicen que soy una investigadora un tanto atípica porque me visto bien… Pues es una estupidez. Casi siempre se piensa en el investigador como en un hombre, rarito y de cierta edad. Y no es así.
– ¿Qué se puede hacer para cambiar este prejuicio?
Deberíamos favorecer más iniciativas para que los jóvenes entiendan que la investigación y la innovación van de la mano. Debemos entrar en la perspectiva de la cooperación y el intercambio de ideas entre los investigadores y entre las instituciones y el mundo empresarial. Además, una experiencia en el extranjero es necesaria para tener contacto con otra cultura y emanciparse. Por tanto, se necesitarían más programas de intercambio y de estudio. Finalmente, los investigadores deben ayudar y guiar a los más jóvenes, porque la actividad de mentoring es fundamental.
– ¿Y tú cómo decidiste dedicarte a la ciencia?
Estudié ingeniería siguiendo los pasos de mi hermana. Mi padre se opuso con fuerza, porque pensaba que no eran estudios adecuados para una chica. Luego razonó y lo entendió. Afortunadamente, hoy en día, ya son muchas las chicas que se inscriben en facultades científicas. Pero necesitamos muchos más ejemplos que puedan inspirar estas elecciones, así como soluciones que hagan posible la conciliación laboral y familiar.
– ¿Cuáles son las cualidades que debe tener un investigador / innovador?
Ante todo debe tener curiosidad y luego perseverancia, método y fantasía. Por un lado hay que estudiar mucho, pero, por el otro, se debe soñar. Hay que creer en lo imposible para finalmente encontrar la idea justa y posible. Y luego hay que saber hacer crítica y autocrítica. Debemos desacreditar el tabú de que el feedback es algo negativo y aprender a trabajar con los demás, porque solos no vamos a ningún lado.
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